Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os
aseguro que muchos, os lo digo, buscarán cómo
entrar, y no podrán.
(Lucas 13, 24).
San Pacomio, soldado, siendo aún pagano, quedó de tal modo edificado por la
caridad de los cristianos, que resolvió hacerse bautizar. Después de su
bautismo, fue a someterse a la dirección de un anciano que servía a Dios en el
desierto. Un día, mientras oraba, oyó una voz que le ordenaba edificar un
monasterio, para cobijar a los que Dios le enviaría. En seguida, un ángel le
proporcionó instrucciones sobre la vida monástica. Trabajo continuo, silencio
sólo interrumpido por la oración y el canto de los salmos, tales eran los
puntos principales de la regla que compuso. A su muerte, que acaeció en el año
346, dejó en los monasterios que había fundado una población de siete mil
monjes.