viernes, 22 de septiembre de 2023

SAN MAURICIO Y COMPAÑEROS, Mártires

22 de septiembre
SAN MAURICIO
Y COMPAÑEROS,   Mártires 
  (Fines del Siglo III)




   En un primer plano hacia la derecha nos salen al encuentro los oficiales de la legión Tebea. Destacándose su figura en el fino gesto de su mano con un dedo en alto, San Mauricio, el caudillo de la tropa "rebelde". En conversación con él, hablando con las manos ya que no pueden hacerlo con las palabras, los otros oficiales que sostuvieran la resistencia: Exuperio, Cándido y Víctor. Un niño, siempre los pajecillos en sus lienzos, sostiene un yelmo, porque todas las figuras aparecen destocadas. Y a la derecha del protagonista, un grupo de cabezas que en este caso hablan con los ojos, atentos al diálogo de sus jefes.
   Todo es aquí contenido, sereno, helénico, salvo en las nerviosas piernas desnudas de estos soldados que parecen arder. Porque la llama es más bien interior, y el agitarse de los espíritus está expresado con música de fondo, en ese flamear de la amplia bandera carmesí, en las lanzas erectas y en el cielo atormentado que los cobija.

   Con más intencionalidad en la escena de la izquierda, disimuladamente descrita en todo su horror de carnicería. Allí está el tormento como esquivado en su representación somera; pero allí está a la vez la clave para entender el coloquio de las cuatro figuras principales y adivinar su heroísmo y santidad.

   Aunque la santidad nos la explica mejor la escena de arriba. Porque Dominico Theotocópuli gusta de establecer zonas contrapuestas, la terrenal, en que recoge el hecho y anécdota, y la sobrenatural, donde un coro de ángeles músicos y una pareja de ángeles con palmas y coronas, aparte de hacer del lienzo un maravilloso poema cromático, nos dicen que aquellos mílites no son héroes de Homero, sino mártires cristianos.

VIERNES DE LA VIGÉSIMA CUARTA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Tú, en cambio, hombre de Dios, practica la justicia
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 6, 2-12
Querido hermano: Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.
Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras.
Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de lucro.
Es verdad que la religión es una ganancia, cuando uno se contenta con poco.
Sin nada vinimos al mundo y sin nada nos iremos de él.
Teniendo qué comer y qué vestir nos basta.
En cambio, los que buscan riquezas se enredan en mil tentaciones, se crean necesidades absurdas y nocivas, que hunden a los hombres en la perdición y la ruina.
Porque la codicia es la raíz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.
Tú en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto, practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Combate el buen combate de la fe.
Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.
Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 48, 6-7. 8-10. 17-18. 19-20.
V/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. R/.

V/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. R/.

V/. ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas? R/.

V/. Nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate.
Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará.
para vivir perpetuamente, sin bajar a la fosa. R/.

V/. No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él. R/.

V/. Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasa», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. R/.

EVANGELIO
Algunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes
+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor