miércoles, 7 de octubre de 2015

SAN MARCOS, Papa y Confesor

7 de octubre
SAN MARCOS,
Papa y Confesor
Es más fácil que pase un camello
 por el ojo de una aguja,
que un rico entre en el reino de los cielos.
(Mateo, 19, 24).


   San Marcos ocupó la cátedra de San Pedro sólo ocho meses y veinte días. Edificó dos iglesias, una en el recinto de Roma cerca del Capitolio, otra en la vía Ardeatina. Fue enterrado en el cementerio de Santa Balbina, que habían embellecido por respeto a los mártires que en él descansaban. El Papa San Dámaso, en el epitafio en verso que le hizo, alaba su desinterés y su amor por la oración. Murió en el año 336.
 
  MEDITACIÓN
SOBRE EL PELIGRO
DE LAS RIQUEZAS
   I. Con tanta frecuencia nos ha hablado Jesucristo sobre la desgracia de los ricos y los peligros a que está expuesta su salvación, que no es lícita la duda a este respecto. Además, basta su ejemplo por sí solo para convencernos de que la pobreza es el camino más seguro para llegar al Cielo. Él fue pobre, tuvo discípulos pobres, nos recomendó la pobreza; y sin embargo nosotros amamos las riquezas. Meditemos lo que nos ha dicho en el Evangelio acerca de esto, y amaremos la pobreza, y temblaremos si somos ricos.
   II. La razón por la cual es difícil ser rico y santo a la vez es porque las riquezas nos proporcionan los medios para cometer toda clase de pecados; además. de tal modo ocupan nuestro espíritu, que no nos dejan tiempo para pensar en nuestra salvación. En una palabra. la sed de riquezas es la fuente de todos los males como es la ruina de todas las virtudes.
   III. ¿Deberán, pues, los ricos desesperar de entrar al cielo? No; pero si desean ir a él, es preciso que empleen sus riquezas según la voluntad de Dios; que no adhieran a ellas su corazón, y que piensen seriamente en los tesoros que Dios les ha preparado en el reino de los Cielos. Se salvarán si emplean como es debido los bienes que les ha dado en la tierra y si los confían en manos de los pobres para llevarlos al cielo. Si se ama las riquezas, deberá colocárselas allí donde no pueden perecer. (San Juan Crisóstomo).

El desprecio de las riquezas
Orad Por los Pobres. 

ORACIÓN
   Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con constante protección, por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice Marcos, a quien habéis constituido Pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S. Amén.

MIÉRCOLES DE LA VIGÉSIMA SÉPTIMA SEMANA

PRIMERA LECTURA
Tú te lamentas por el ricino, y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad?

Lectura del Profeta Jonás 4, 1-11

Jonás sintió un disgusto enorme, y estaba irritado.
Oró al Señor en estos términos: ¿Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que «eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas».
Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.
Respondióle el Señor: ¿Y tienes tú derecho a irritarte? Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al Oriente.
Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad.
Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol.
Jonás se alegró mucho de aquel ricino.
Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó.
Y cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo: Más vale morir que vivir.
Respondió el Señor a Jonás: ¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino? Contestó él: Con razón siento un disgusto mortal.
Respondióle el Señor: Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra.
Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y en la que hay gran cantidad de ganado?
Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 85, 3-4. 5-6. 9-10.
V/. Tú, Señor, eres lento a la cólera y rico en piedad.
R/. Tú, Señor, eres lento a la cólera y rico en piedad.
V/. Piedad de mí, Señor, que a ti estoy llamando todo el día: alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti. R/.
V/. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. R/.
V/. Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas, tú eres el único Dios. R/.

EVANGELIO
Señor, enséñanos a orar

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
El les dijo:
Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación».
Palabra del Señor