lunes, 26 de marzo de 2012

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR


LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Solemnidad
PRIMERA LECTURA

Mirad: la virgen está encinta

Lectura del libro de Isaías      7, 10-14; 8, 10

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz:
–«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz:
–«No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios:
–«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal:
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios–con–nosotros".»
Palabra de Dios.

Salmo Responsorial Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11(R.: 8a y 9a)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.
«–Como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

SEGUNDA LECTURA
Está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad»
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10
Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad." »
Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.»
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios.

Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 1, 14ab
La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria.

EVANGELIO
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas   1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
–«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
–«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
–«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
–«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo, que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
–«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor.

SAN LUDGERIO, Obispo y Confesor


26 de marzo
SAN LUDGERIO,
Obispo Confesor
Perseverad en la oración, velando en ella
con acciones de gracias.
(Colosenses, 4,2).



   San Ludgerio puso de manifiesto, desde su infancia, una fervorosa asiduidad en la oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras. Un día su nodriza le preguntó el nombre de su soberano: Es Dios -le respondió- mi Soberano. Encargado de predicar la fe a los sajones, convirtió a un gran número de infieles, fundó monasterios y edificó muchas iglesias. Enterado Carlomagno de su virtud lo propuso para ocupar la sede de Munster. Envióle, pues, tres emisarios para llamarle a su lado; no fue el santo al palacio sino después de haber concluido de recitar su oficio, que había comenzado, diciendo que hablaba a un Príncipe más grande que el emperador .



MEDITACIÓN
ACERCA DE LA ORACIÓN
   I. En este mundo siempre se ha de orar, porque siempre tenemos necesidad del socorro divino para ser consolados en nuestras aflicciones y para ser asistidos en nuestras necesidades temporales y espirituales frente a nuestros enemigos visibles e invisibles. Dices tú que no puedes rezar continuamente: reza lo más a menudo que puedas, al comenzar tus principales acciones y, sobre todo, en las tentaciones que contra ti suscite el enemigo de la salvación.
   II. Reza con respeto y modestia que edifiquen al prójimo. Dios reclama de ti, mientras rezas, la atención del espíritu y la modestia del cuerpo. Ese recogimiento y esa modestia mucho te ayudarán para la modestia interior. ¿Te atreverías a hablar a un personaje importante en la forma con que a menudo lo haces con Dios? ¡Con qué precipitación recitas tus oraciones vocales! Piensa, al comenzarlas, en la majestad de Dios ante quien tiemblan los querubines, y le hablarás con más respeto, humildad y modestia. La oración misma puede convertirse en pecado. (San Agustín).
   III. La atención debe acompañar siempre a tus oraciones. Dios es espíritu, y quiere que lo adores en espíritu. Tu boca habla a Dios y tu corazón está lejos de Él, está ocupado en las riquezas, absorto en el amor de las creaturas. Es el corazón lo que Dios te pide, y no la punta de tus labios. ¿Cómo quieres que te escuche, si tú no te escuchas a ti mismo? (San Cipriano).
El amor a la oración
Pedid a Dios que os acreciente
el espíritu de devoción.




ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la solemnidad del bienaventurado Ludgerio, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.