miércoles, 9 de mayo de 2012

San Pacomio Egipto


09 Mayo 2012
San Pacomio Egipto




(287-347) nació en el Alto Egipto, en el seno de una familia pagana que vivía de acuerdo con los usos y costumbres de la sociedad del Imperio Romano.
A la edad de 20 años, San Pacomio fue enrolado contra su voluntad en el ejército. Sin embargo, su carácter independiente y su fuerte personalidad le crean conflictos con sus superiores, y eventualmente es encarcelado.
En prisión el joven soldado conoce a un grupo de cristianos que había sido arrestado, y le impresiona vivamente su caridad y su tranquilidad de espíritu.
Al ser liberado, San Pacomio se integra a una comunidad cristiana al sur de Egipto, en la actual Kasr-es-Sayad, donde recibe el bautismo. Ahí descubre que su verdadera vocación es llevar una vida ascética, y decide peregrinar en soledad.
En 320, en Tabennisi, la actual Dandara, en la orilla derecha del Nilo, San Pacomio fundó un monasterio, del cual se convirtió en su primer abad. La leyenda cuenta que el sitio le fue señalado por un ángel, que también le transmitió la rígida regla que habría de seguir la orden.
Al ir juntándosele adeptos, la fama del monasterio se propagó rápidamente, y el monasterio creció. En aquella época, la idea de una comunidad de monjes era nueva, pues hasta entonces se acostumbraba el retiro solitario de los ermitaños.
Al morir, San Pacomio dejó un legado de nueve monasterios para varones, con una población de 9000 monjes, así como dos conventos para mujeres. Todos ellos eran autosuficientes, pues producían lo necesario para subsistir sin necesidad de contacto con el mundo exterior.
SAN PACOMIO nos enseña que la fortaleza de carácter es un don ejemplar que puede ser transmitido.

Fuente: Evangelio del Día

MIÉRCOLES V SEMANA PASCUA


PRIMERA LECTURA

Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 15, 1-6
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje; atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron, diciendo:
– «Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés.»
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 121, 1-2. 4-5   (R.: cf. 1)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

O bien:
Aleluya.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.

Aleluya  Jn 15, 4a. 5b
Permaneced en mí, y yo en vosotros – dice el Señor–; el que permanece en mí da fruto abundante.

EVANGELIO
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor.