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3 de marzo
SANTA CUNEGUNDA,
Emperatriz de Alemania, Viuda
Queridísimos, os conjuro a que os
abstengáis
de los deseos de la carne, que combaten
contra el alma.(1 Pedro, 2,11).
de los deseos de la carne, que combaten
contra el alma.(1 Pedro, 2,11).
Santa Cunegunda dio un espectáculo verdaderamente digno de los ángeles observando, en medio de las delicias de la corte, castidad perpetua con San Enrique su esposo. La calumnia se empeñó en hacer que su virtud se hiciese sospechosa ante los ojos de este príncipe; mas, Cunegunda, llena de confianza en Dios, probó su inocencia caminando descalza, sin quemarse, sobre rejas de arado calentadas al rojo. Después de la muerte de San Enrique, esta purísima paloma, se retiró a un monasterio como buscando asilo para su virginidad. Murió en el año 1039.
I. Es muy difícil vivir castamente en medio de
las delicias del mundo; no te creas que conservarás sin esfuerzo ese precioso
tesoro de tu pureza. Serás atacado día y noche, en todo tiempo, en todo lugar, a
toda edad de tu vida; mas, esta virtud, que te hace semejante a los ángeles,
bien merece que se realicen los mayores esfuerzos para conservarla. Reguemos
este hermoso lirio de nuestros desvelos, con nuestras lágrimas y nuestra sangre,
si fuese necesario, antes que dejarlo marchitar.
II. Lo que es difícil para la fragilidad
humana, se hace fácil con el auxilio del Cielo. Es verdad que nadie podría ser
casto, si Dios no le diera esa gracia; pero Dios no deja de hacer esta merced a
quienes se la piden y trabajan seriamente en su adquisición. Desconfía de ti
mismo, humíllate, implora el auxilio del Cielo, y Dios te dará las gracias
necesarias para someter la carne al espíritu. Evita sobre todo las faltas
menores: todo es peligroso; el tesoro que llevas se encierra en vaso de arcilla:
una nonada te lo puede hacer perder.
III. Huye prontamente de las ocasiones en las
que peligra la santa virtud. Apenas San Enrique hubo dado su último suspiro,
dejó Cunegunda la corte para refugiarse en un monasterio. Huye si quieres
vencer; no te confíes en las victorias pasadas: basta una mirada para perderte;
no eres más sabio que Salomón, ni más santo que David, que fueron vencidos por
el demonio de la impureza. En fin, si el fuego de las pasiones arde en tus
huesos, date prisa a apagarlo con el recuerdo del fuego eterno. (San Pedro
Damián).
La castidad
Orad por las vírgenes.
ORACIÓN
Escuchadnos, oh Dios nuestro Salvador, a fin
de que la fiesta de nuestra Virgen Cunegunda, al regocijar nuestra alma,
desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.
Amén.
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