14 de Abril 
      
      
Santa Liduvina
Paciente 
      enferma crónica 
Año 
      1433
Oración
Santa Liduvina: Alcánzanos de Dios la gracia de aceptar con 
      paciencia nuestros sufrimientos como pago por nuestros pecados y para 
      conseguir la conversión y salvación de muchos pecadores.
Historia
Esta santa es la Patrona de los enfermos crónicos. Ella nos enseña 
      a aprovechar la enfermedad para pagar nuestros pecados, convertir 
      pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma al 
      declararla santa dice: Santa Liduvina fue "un prodigio de sufrimiento 
      humano y de paciencia heroica". 
Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy 
      pobre y tenía por oficio el de "celador" o cuidador de fincas. Hasta los 
      15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena 
      y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un día, 
      después de jugar con sus amigos iban a patinar y en el camino callo en el 
      hielo partiéndose la columna vertebral. 
La pobre muchacha empezó desde 
      entonces un horroroso martirio. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre 
      intermitente y dolores por todo el cuerpo la martirizaban todo el día. En 
      ninguna posición podía descansar. La altísima fiebre le producía una sed 
      insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad no tenía remedio. 
      
Liduvina se desesperaba en esa cama inmóvil, y cuando oía a sus 
      compañeras correr y reír, se ponía a llorar y a preguntar a Dios por qué 
      le había permitido tan horrible martirio. Pero un día Dios le dio un gran 
      regalo: nombraron de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre 
      Pott. Este virtuoso sacerdote lo primero que hizo fue recordarle que "Dios 
      al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor fruto y a 
      los hijos que más ama más los hace sufrir". Le colocó en frente de la cama 
      un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y 
      se comparara con El y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el 
      sufrimiento lleva a la santidad.
En adelante ya no volvió más a pedir a Dios que le quitara sus 
      sufrimientos, sino que se dedicó a pedir a Nuestro Señor que le diera 
      valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores, y 
      la salvación de las almas.
Santa Liduvina llegó a amar de tal 
      manera sus sufrimientos que repetía: "Si bastara rezar una pequeña oración 
      para que se me fueran mis dolores, no la rezaría". Descubrió que su 
      "vocación" era ofrecer sus padecimientos por la conversión de los 
      pecadores. Se dedicó a meditar fuertemente en la Pasión y Muerte de Jesús. 
      Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuete de gozo 
      espiritual y en su "arma" y su "red" para apartar pecadores del camino 
      hacia el infierno y llevarlos hacia el cielo. Decía que la Sagrada 
      Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos 
      fuentes que le concedían valor, alegría y paz.
La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue 
      destrozando la piel. Perdió la vista por un ojo y el otro se le volvió tan 
      sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de 
      una vela. Estaba completamente paralizada y solamente podía mover un poco 
      el brazo izquierdo. En los fríos terribles del invierno de Holanda quedaba 
      a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en 
      la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y 
      la más aguda neuritis (o inflamación de los nervios) le producía dolores 
      casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera descomponiéndose como 
      un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo 
      contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión 
      de los pecadores. Y cosa rara: a pesar de que su enfermedad era tan 
      destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable y que llenaba el 
      alma de deseos de rezar y de meditar.
Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche 
      Liduvina soñó que Nuestro Señor le proponía: "Para pago de tus pecados y 
      conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 
      38 horas en el purgatorio?". Y que ella respondió: "prefiero 38 horas en 
      el purgatorio". Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a 
      sufrir. Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no 
      terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, "¿Por qué 
      Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me 
      viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3,800 horas". El ángel fue y 
      averiguó y volvió con esta respuesta: "¿Qué cuántas horas cree que ha 
      estado en el Purgatorio?" ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? 
      No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está 
      caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se 
      ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?". 
      Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío, prefiero 
      entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad 
      estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: 
      "Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. 
      No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la 
      eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar.
En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las 
      autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que 
      decía: "Certificamos por las declaraciones de muchos testigos 
      presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni 
      bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada 
      Comunión que recibe".
Santa Liduvina, paralizada y sufriendo espantosamente en su lecho 
      de enferma, recibió de Dios los dones de anunciar el futuro a muchas 
      personas y de curar a numerosos enfermos, orando por ellos. A los 12 años 
      de estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras 
      el cuerpo quedaba como sin vida, en los éxtasis conversaba con Dios, con 
      la Sma. Virgen y con su Angel de la Guarda. Unas veces recibía de Dios la 
      gracia de poder presenciar los sufrimientos que Jesucristo padeció en su 
      Santísima Pasión. Otras veces contemplaba los sufrimientos de las almas 
      del purgatorio, y en algunas ocasiones le permitían ver algunos de los 
      goces que nos esperan en el cielo.
Dicen los que escribieron su biografía que después de cada éxtasis 
      se afirmaba más y más en su "vocación" de salvar almas por medio de su 
      sufrimiento ofrecidos a Dios, y que al finalizar cada una de estas 
      visiones aumentaban los dolores de sus enfermedades pero aumentaba también 
      el amor con el que ofrecía todo por Nuestro Señor.
Cambiaron al santo párroco que tanto la ayudaba, por otro menos 
      santo y menos comprensivo, quien empezó a decir que Liduvina era una 
      mentirosa que inventaba lo que decía. El pueblo se levantó en revolución 
      para defender a su santa y las autoridades para evitar problemas, 
      nombraron una comisión investigadora compuesta por personalidades muy 
      serias. Los investigadores declararon que ella decía toda la verdad y que 
      su caso era algo extraordinario que no podía explicarse sin una 
      intervención sobrenatural. Y así la fama de la santa creció y se 
      propagó.
En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni 
      siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores. Pero no cesaba de 
      elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de 
      Cristo en la Cruz.
Y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección poco antes 
      de las tres de la tarde, pasó santamente a la eternidad. Pocos días antes 
      contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una 
      hermosa corona de premios. Pero aun debía sufrir un poco. En esos días 
      llegaron unos soldados y la insultaron y la maltrataron. Ella ofreció todo 
      a Dios con mucha paciencia y luego oyó una voz que le decía: "con esos 
      sufrimientos ha quedado completa tu corona. Puedes morir en 
paz".
La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su 
      casa la convirtieran en hospital para pobres. Y así se hizo. Y su fama se 
      extendió ya en vida por muchos sitios y después de muerta sus milagros la 
      hicieron muy popular. Tiene un gran templo en Schiedam. Tuvo el honor de 
      que su biografía la escribiera el escritor Tomás de Kempis, autor del 
      famosísimo libro "La imitación de 
  Cristo".



