miércoles, 6 de junio de 2012

DÍA 13 EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS EL MÁS PRECIADO TESORO


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 13
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS EL MÁS
 
  PRECIADO TESORO
I
   Se cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros, para adquirirse una fortuna; atraviesan mares, desafían climas todo les parece poco, si pueden hacerse con un puñado de oro para regalar esta miserable vida. ¡Cuántos, no obstante, ven defraudadas sus esperanzas! y aún cuando consigan verse llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas, paz y felicidad a su corazón? Al revés, porque el temor de perderlas o la tristeza de tener que abandonarlas con la muerte, bastan para turbar la alegría de su posesión.
   Alma mía, no busques con loco afán estas riquezas perecederas. Sea tu mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús. He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo puedes alcanzar. No has de emprender para ganarlo, largos viajes, ni costosos trabajos, ni dificiles industrias, ni luchar con los elementos, ni arriesgar la salud o la existencia. Todo esto lo hacen los hombres por el oro y la plata de este mundo. Nada de esto exige de ti el Sagrado Corazón de Jesús. Cerca le tienes, a tu mano está; El mismo se te ofrece y convida; sólo querer ser rica, con las riquezas de éste para dejarse poseer con toda seguridad. 
   ¿Te resuelves, alma mía, a hacer esta brillante fortuna? Te decides a querer ser rica con las riquezas de este Sagrado Corazón?
   Medítese unos minutos.
II
   ¡Oh vanas riquezas del mundo, que tantas veces habéis excitado mi codicia! ¡Oh mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y estiércol, en los cuales suele poner el hombre su corazón! ¿Qué sois en comparación de las riquezas. eternas de ese Corazón Divino, tesoro de los bienaventurados y prenda de toda su felicidad? ¡Qué necios son los hombres que se desviven por alcanzaros, sabiendo que han de morir, y os han de dejar apenas hayan empezado a poseeros!
   ¡Oh Señor, que sois la verdadera riqueza de vuestros elegidos! No quiero otra cosa que Vos, ni busco mejor tesoro. Seguro estoy de que si llego a poseeros, ni ladrones, ni adversidades, ni la muerte misma me lo han de arrebatar. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios; a mí me basta un asilo en el nido amoroso de vuestro Corazón; se cubren con galas y joyas de gran precio; quiero yo sólo para mi alma las joyas de vuestra gracia; gózanse ellos en regalados banquetes y músicas deliciosas; a mí me basta saborear los inefables consuelos de vuestro amor.
   ¡Oh Señor, riqueza inagotable! ¡Cuán pobre es el corazón que no os posee aunque posea todos los bienes de la tierra! 
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

DÍA 12 EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS EL MÁS SEGURO MAESTRO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 12
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS EL MÁS
 
  SEGURO MAESTRO
I
   Consideremos hoy bajo este punto de vista el Sagrado Corazón de Jesús. A peso de oro y a costa de largos viajes buscan los hombres para sí, aventajados maestros, y tienen por sumo honor y gran dicha hacerse discípulos suyos y aprender de sus labios humanas ciencias. A menos costa y con menos fatiga podemos nosotros encontrar en el Sagrado Corazón de Jesús el más seguro maestro.
   Dos clases de lecciones nos da este Divino Preceptor: unas exteriores, por medio de la voz de la Iglesia; otras interiores, por medio de su secreta inspiración. ¿Y qué enseña? Grandes verdades, máximas de vida eterna, consejos de salvación, prudencia toda celestial. Adoctrinados por ese Maestro Divino, se han visto en la Iglesia de Dios, hombres y mujeres sin letras, admirar y confundir a los sabios, y dejar a los venideros, monumentos de profunda ciencia interior, no adquirida en las escuelas, sino en el trato y familiaridad con este Sagrado Corazón.
   ¡Oh Maestro de verdad! ¡Oh libro siempre abierto para quien desea penetrar sus secretos! ¡Oh cátedra santa, donde ni Moisés ni los profetas, ni los filósofos, sino el mismo Dios, dicta lecciones de verdad a los discípulos de su Corazón!
  Abrid, Señor, el mío, para que reciba dócil tan divinas enseñanzas, y las siga y las practique con toda fidelidad.
   Medítese unos minutos.
II
    ¿A quién has escuchado hasta hoy, alma mía? A maestros de seductoras palabras que te han guiado por caminos de perdición.
   Han sido tus maestros, el mundo con sus necias máximas, las pasiones con su maligna sugestión, la vanidad, el amor propio, la ira y demás apetitos desordenados. Estas lecciones he escuchado, Jesús mío, y estas me han hecho permanecer sordo a los suaves consejos de vuestra ley. Hablad ahora, Señor; hablad, Divino Maestro, que vuestro fiel discípulo os escucha. Hablad a lo íntimo de mi corazón desde las profundidades del vuestro; oiga yo vuestra dulce voz, y aprenda de ella los secretos de la vida eterna que nadie más, me puede enseñar. Sordo quiero ser en adelante a todos los que hasta hoy, me han seducido o engañado.
   ¡Oh Maestro Divino! ¡Admitidme en la escuela de vuestro Corazón, de donde han salido tantos y tan aprovechados discípulos! Ignorante soy como un niño, haceos cargo de mi ignorancia, compadeceos de mi cortedad. No quiero por maestro más que a Vos: enseñadme, Maestro mío, a hacer siempre vuestra santa voluntad.
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

DÍA 11 EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MÁS FIEL AMIGO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
DÍA 11
EN EL SAGRADO CORAZÓN
HALLAREMOS EL MÁS FIEL AMIGO
I
   Es la amistad una de las más apremiantes exigencias y a la vez una de las más dulces satisfacciones del corazón humano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro; así en sus alegrías como en sus tristezas; y esta comunicación afectuosa se llama amistad.
¿Queréis amistad verdadera? Tened por amigo al Sagrado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con más cierta seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante que no abandona, si no es primeramente abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo os sirven tal vez en la prosperidad, y que os olvidan en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman, hasta la muerte y más allá de la muerte.
    El velará como fiel amigo junto a vuestro lecho de agonía, y será vuestro fiador en presencia del Supremo Juez. Busquemos, pues, esta amistad única, que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío, admitidme en el número de los amigos de vuestro Corazón.
   Medítese unos minutos.
II
   Muchos amigos has tenido, alma mía, en este mundo, o muchos por lo menos se te han llamado tales. ¿Lo han sido de veras? ¡Ah! ¡que nunca lo han sido para ti como promete serlo el Corazón de Jesús!
   Los amigos del mundo, encubren muchas veces, bajo halagüeñas palabras, la frialdad o quizás las miras interesadas. Son inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan vanas amistades?
   No así, Vos, dulcísimo Jesús, amor mío, amigo mío; y no obstante, ¡cuán pocos son vuestros amigos! ¡El mundo tiene concurridos a todas horas sus centros de disipación y de maldades, y Vos encontráis apenas quien alrededor del Sagrario os haga amorosa compañía!
  Quiero ser de estos pocos ¡oh Divino Jesús! para hacerme digno así de vuestra amistad. Quiero daros frecuente conversación, ya que vuestras delicias mayores son tenerlas con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús! ¡Oh mi Dios! ¡Oh mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre, y no se acabe nunca, ni con la vida, tan dulce amistad.
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

DÍA 10 EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS EL MEJOR CONSUELO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 10
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS EL MEJOR CONSUELO
I
   El pecado ha hecho de este mundo, que debía ser un paraíso anticipado, un verdadero valle de lágrimas. Las espinas con que a cada paso tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan frecuentes gemidos. Así es que nada necesita tanto el hombre durante esta vida mortal, como de consuelo. Consuelo necesitamos de los contratiempos de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pérdida de los que amamos, en las dudas de la conciencia y en todos los momentos de la vida y en el muy crítico y angustioso de nuestro último trance. 
   ¿Dónde mejor podemos buscar este consuelo que en el muy dulce y consolador Corazón de Jesús? ¿No han salido de él aquellas tan tiernas y amorosas palabras: "Venid a Mí todos los que andáis trabajados y afligidos, y yo os aliviaré"?
   ¡Oh buen Jesús! ¡Oh único verdadero Consolador de los corazones angustiados! ¿A quién iremos sino a Vos en nuestras horas de amargura y desasosiego? Cuando los intereses mundanos no aprovechan, cuando los amigos se alejan, cuando las fuerzas faltan, ¿a quién acudiremos sino a Vos fuente inagotable de todo consuelo? 
   Medítese unos minutos.
II
   Y no obstante, alma mía, es Jesús el postrero a quien acudes en tus horas de tribulación. Primero son para ti los amigos de la tierra, que ese dulcísimo Amigo del cielo. Primero buscas un desahogo en el pasatiempo mundano que en la dulce intimidad del Sagrario, donde te espera este misericordiosísimo y compasivo Consolador.
   Dime, ¿no llevas ya bastantes desengaños? ¿Qué herida de las tuyas o qué dolor te ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo has encontrado en él para endulzar las amarguras de la adversidad? ¿No ves que el mundo no gusta de consolar a los que padecen, sino de adular a los dichosos? ¿Qué vas a buscar tú que padeces, en ese mundo que no te ha de comprender? Sólo hay un asilo seguro para los corazones heridos, y es el herido Corazón de Jesús. 
   ¡Oh Señor! a vuestro Corazón me acojo yo como al regazo de una madre amorosa, para que me abriguéis en él con vuestro calor, y me defendáis y me consoléis. Solamente Vos tenéis consuelo, para nuestro pobre corazón.
   Alejaos, humanas consolaciones, vanas, inconstantes, mentirosas. Sois como una copa de licor cuyos bordes son dulces pero en cuyo fondo sólo se beben las heces amargas del desengaño. A Vos, Señor, únicamente busco; en vuestro Corazón entro, y aquí quiero permanecer. ¡Oh Dios de todo consuelo! En Vos y sólo en Vos espera hallarlo mi desconsolado corazón.
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración



DÍA 9 EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE DESPRENDIMIENTO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 9
EL SAGRADO CORAZÓN,
 MODELO DE DESPRENDIMIENTO
I
   La virtud que quiere enseñarte hoy, alma mía, el Sagrado Corazón de Jesús, es la muy heroica del desprendimiento. Tan desprendido de todo lo humano estuvo el Sagrado Corazón, que nada ejercía sobre él peso, ni influencia alguna, como no fuese la voluntad de su Padre celestial.
   Estuvo desprendido de todo interés material, hasta el punto de nacer privado de todo, en una cueva, y morir desnudo de todo, en la cruz y en el intermedio de su vida, nunca tuvo cosa que llamase suya. Las limosnas que le daba la piedad de los fieles, volvíalas El a los pobres, o las depositaba en poder de sus discípulos.
   En cuanto a los afectos de sangre, ninguno de ellos embarazó para nada la libertad y desprendimiento del adorable Corazón de Jesús. Niño aún, deja a su Madre y San José y se separa por tres días de su dulce compañía y si éstos se atreven a formular una queja "¿No sabéis, les dice, que a Mí me toca atender primero a las cosas de mi Padre celestial?".
    ¡Oh sublime libertad de espíritu! ¡Oh total desprendimiento de lazos humanos! ¡Oh soberana independencia del corazón entregado únicamente a Dios!
   Medítese unos minutos.
II
    No es así ¡oh Jesús mío! mi pobre corazón, esclavo de tantos señores y atado a tan miserables cadenas, que de todas partes detienen su vuelo hacia Dios.
   Me ata el amor a los bienes temporales, me ata el ansia por las comodidades de mi persona; me ata el afecto exagerado a los amigos. Mi corazón ha echado tan profundas raíces en esta tierra vil que le rodea, que no sabe vivir sino con ella y por ella. Y así como la planta se nutre y forma de los jugos que bebe del suelo por medio de sus raíces, así mi corazón vive y se nutre sólo de la miseria del mundo por medio de los mil y un afectos que le tienen atado a él.
   ¡Oh! Desarraigad, Jesús mío, desarraigad mi alma de esta tierra de pecado, donde no crece, ni medra como debiera sólo para Vos. Viva yo en este mundo sólo corporalmente, pero viva espiritualmente fuera de él. No me llenen afectos humanos a mí, que estoy llamado a poseer un objeto divino. Haced que encuentre amargura y desabrimiento en todo lo que no seáis Vos, para que no se pegue mi corazón más que a Vos.
   Si con Vos tan sólo he de reinar eternamente, ¿Cómo soy tan fácil en entregar mi corazón a esas tristes criaturas que tan presto he de abandonar?
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

DÍA 8 EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE RECOGIMIENTO Y MODESTIA



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 8
EL SAGRADO CORAZÓN, 
 MODELO DE
 RECOGIMIENTO 
 Y MODESTIA
I
   ¿Qué ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu Divino Jesús? Ves el retrato más acabado del recogimiento y de la modestia cristiana. Mírale bien y aprende de El como has de ser en tu porte y maneras, si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón.
   Su voz es quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, su andar grave y mesurado, su mirada recogida y bondadosa. El semblante de Jesús era tal, que inspiraba sentimientos de virtud a quien lo contemplaba, y era imposible verlo interiormente mejorado.
   Sus enemigos nunca pudieron tacharle de ligereza y desenvoltura. Los que sin cesar buscaban por agarrarle la palabra, jamás pudieron echarle en rostro una que fuese inconveniente. Su alegría era tan edificante como su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas, ni le vio desacompasados movimientos. Todo su exterior era el reflejo de orden, paz, igualdad y armonía en su divino interior.
   Dame a conocer ¡oh dulce Jesús! los suaves encantos de esta celestial virtud.
   Medítese unos minutos.
II
   El rostro y los ademanes son el espejo de lo que pasa en el corazón, por eso, llevo retratados en ellos la disipación y el desorden del mío.
   ¿Soy cristiano o gentil? ¿Sirvo a Dios o al mundo su enemigo? Nadie creería lo primero, sino más bien lo segundo, oyendo tal vez mis conversaciones, mirando mis trajes, observando mis actitudes.
   ¿A qué tengo dedicados mis sentidos sino a culpables o por lo menos peligrosos devaneos? ¿Qué ley pongo a mis ojos, para que no tropiecen con escollos mil para la honestidad? ¿Qué freno aplico a mi lengua, para que no hiera la reputación ajena o no se deslice en mil y mil superfluidades? ¿Qué loma valladar he puesto a mis oídos, para que no se vayan tras la curiosidad y mundanos pasatiempos? ¡Ah! que estos medios que se me han dado para servir con ellos a Dios y al prójimo, sólo los empleo yo, para que me rinda y esclavice el mundo con todas sus vanidades. 
   ¡Pobre corazón mío, abierto así sin el muro de la modestia a todos los embates del enemigo! ¡Pobre corazón, expuesto así por mi culpa a todas las oleadas de este mar de corrupción!
   Rodeadlo, Señor, de esta preciosa virtud como de fortísima muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entréis Vos, y nunca jamás vuestro enemigo.
   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

MIÉRCOLES DE LA NOVENA SEMANA T.O.


  
PRIMERA LECTURA
Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos
Comienzo de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 1-3. 6-12
Pablo, apóstol de Jesucristo por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Aviva el fuego de la gracia de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. El nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal. De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 122, 1-2a. 2bcd
R.  A ti, Señor, levanto mis ojos.
A ti levanto mis ojos,
a ti, que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
–Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.»
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les respondió:
–Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.

Palabra del Señor.