MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
DÍA 11
EN EL SAGRADO CORAZÓN
HALLAREMOS EL MÁS FIEL AMIGO
HALLAREMOS EL MÁS FIEL AMIGO
I
Es la amistad una de las más apremiantes
exigencias y a la vez una de las más dulces satisfacciones del corazón humano.
Nuestro corazón necesita comunicarse a
otro; así en sus alegrías como en sus tristezas; y esta comunicación afectuosa
se llama amistad.
¿Queréis amistad verdadera? Tened por amigo al Sagrado Corazón de
Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con más cierta seguridad de ser
correspondidos. Es amigo constante que no abandona, si no es primeramente
abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo os sirven tal vez en la
prosperidad, y que os olvidan en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús
es firme para los que le aman, hasta la muerte y más allá de la muerte.
El velará como fiel amigo junto a vuestro lecho
de agonía, y será vuestro fiador en presencia del Supremo Juez. Busquemos,
pues, esta amistad única, que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío,
admitidme en el número de los amigos de vuestro Corazón.
Medítese unos minutos.
II
Muchos amigos has tenido, alma mía, en este mundo, o
muchos por lo menos se te han llamado tales. ¿Lo han sido de veras? ¡Ah! ¡que
nunca lo han sido para ti como promete serlo el Corazón de Jesús!
Los amigos del mundo, encubren muchas veces, bajo
halagüeñas palabras, la frialdad o quizás las miras interesadas. Son
inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la
separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan vanas
amistades?
No así, Vos, dulcísimo Jesús, amor mío, amigo mío; y
no obstante, ¡cuán pocos son vuestros amigos! ¡El mundo tiene concurridos a
todas horas sus centros de disipación y de maldades, y Vos encontráis apenas
quien alrededor del Sagrario os haga amorosa compañía!
Quiero ser de estos pocos ¡oh Divino Jesús! para hacerme
digno así de vuestra amistad. Quiero daros frecuente conversación, ya que
vuestras delicias mayores son tenerlas con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús! ¡Oh mi
Dios! ¡Oh mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre, y no se acabe nunca, ni
con la vida, tan dulce amistad.
Medítese, y pídase la gracia particular.