lunes, 12 de marzo de 2012

SANTA EUFRASIA, Virgen




13 de marzo
SANTEUFRASIA,
Virgen




Cuando ayunéis no os pongáis caritristes como los
hipócritas, que desfiguran sus rostros
para mostrar a los hombres que ayunan.
En verdad os digo que
 ya recibieron su galardón.
(Mateo, 6, 16). 




   Esta santa despreció un brillante casamiento que el emperador le ofrecía, para consagrarse a Jesús en el claustro. Comía sólo una vez al día, y con frecuencia permanecía toda una semana sin tomar ningún alimento. Pidió a Dios que con un año de anticipación le hiciese conocer el día de su muerte; pero Dios, que la veía presta en todo tiempo, le advirtió sólo quince días antes de llevarla al cielo.
MEDITACIÓN
SOBRE EL AYUNO
   I. La vida de Santa Eufrasia, llamada también Eufrosina, fue un ayuno perpetuo y riguroso. Jesucristo y todos los santos han ayunado; debes imitarlos en la medida en que tus fuerzas lo permitan, a fin de expiar, mediante esta mortificación, tu sensualidad en el beber y en el comer. ¿Eres más delicado que un niño de siete años? A esta edad, la santa comenzó su penitencia. No son las fuerzas corporales sino la buena voluntad y el valor los que te faltan.
   II. Debes ayunar para impedir que la carne se rebele contra el espíritu; la virtud se fortifica a medida que el cuerpo se debilita. Tu mayor enemigo es tu cuerpo; no podrías tratarlo tan duramente como se merece. Si los santos, después de haber castigado sus cuerpos por medio del ayuno, la disciplina y el cilicio, experimentaron sin embargo las rebeliones de la carne, ¿qué será de ti que la tratas con tanta molicie?
   III. Si tu salud no te permite ayunar, puedes, por lo menos, mortificar tus ojos y tu lengua; ello contribuirá grandemente a tu santificación, sin dañar en nada tu salud. ¡Cosa extraña! ¡los santos que son inocentes, hacen crueles penitencias, y nosotros que somos pecadores, no queremos hacerlas! Que los enfermos busquen los remedios que emplean los sanos, y que viendo a los santos llorar sobre sus imperfecciones, lloren los pecadores sobre sus crímenes. (San Eusebio).
La mortificación corporal
Orad por los enemigos de la Iglesia.




ORACIÓN
   Oh Dios, Nuestro Señor. escuchadnos y haced que la solemnidad de Santa Eufrasia. regocijando nuestra alma. desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.
  




1

LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA


LUNES
PRIMERA LECTURA
Muchos leprosos había en Israel,
sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a
En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado la victoria a Siria.
Pero estaba enfermo de lepra.
En una incursión, una banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como criada de la mujer de Naamán, y dijo a su señora:
– «Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaria: él lo libraría de su enfermedad.»
Naamán fue a informar a su señor:
– «La muchacha israelita ha dicho esto y esto.»
El rey de Siria le dijo:
– «Ven, que te doy una carta para el rey de Israel.»
Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de oro y diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así:
– «Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad.»
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando:
– «¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de librar a un hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto contra mí.»
El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras y le envió este recado:
– «¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un profeta en Israel.»
Naamán llegó con sus caballos y su carroza y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo le mandó uno a decirle:
– «Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.»
Naamán se enfadó y decidió irse, comentando:
– «Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no valen más que toda el agua de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar limpio?»
Dio media vuelta y se marchaba furioso. Pero sus siervos se le acercaron y le dijeron:
– «Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes.»
Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo:
– «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 41, 2. 3; 42, 3. 4  (R.: 41, 3)
R. Mi alma tiene sed del Dios vivo:
      ¿cuándo veré el rostro de Dios?
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío. R.
Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios? R.
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

Versículo antes del evangelio Sal 129, 5. 7
Espero en el Señor, espero en su palabra.
porque de él viene la misericordia,
la redención copiosa.

EVANGELIO
Jesús, igual que Elías y Eliseo, no ha sido enviado únicamente a los judíos
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret:
– «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor.

SAN INOCENCIO, Papa y Confesor






  
                                       SAN INOCENCIO,
                                         Papa y Confesor



                             
                                                  
 San Inocencio estaba en Ravena cuando Alarico, rey de los godos, saqueó la ciudad de Roma. Después de la partida de los bárbaros, volvió a Roma a consolar a su afligido pueblo. La paciencia que inspiró a los cristianos en esas tristes circunstancias impresionó vivamente a los paganos y convirtió a gran número de ellos. Condenó los errores de los pelagianos y excomulgó al emperador Arcadio y a la emperatriz Eudocia, por haber desterrado a San Juan Crisóstomo. Murió en el año 417, después de 15 años de pontificado.
MEDITACIÓN SOBRE LA INOCENCIA
   I. Hay que ser inocente para entrar en el cielo; nada sucio penetra en él. Si perdiste la inocencia bautismal, será menester no sólo recurrir al sacramento  de la penitencia, sino también expiar con lágrimas, oraciones y buenas obras, la pena debida por tus pecados mortales, aunque estén perdonados; si aquí abajo no pagas esa deuda, forzoso será que la pagues en las llamas del Purgatorio. Elige. Solamente hay dos caminos para llegar al cielo: la inocencia y la penitencia. El primer grado de la felicidad es no pecar; el segundo, reconocer las faltas. (San Cipriano).
   II. Vela por la pureza de tus manos, de tu corazón, de tu lengua, es decir, de tus acciones, de tus pensamientos y de tus palabras. Tus palabras son el intérprete de tus pensamientos; serán puras si tus pensamientos son puros, porque de la abundancia del corazón habla la boca. La bondad como la malicia de nuestras acciones viene de nuestra voluntad: de ella proceden la vida y la muerte. Cuida, pues, con todo esmero, la pureza de tu corazón.
   III. Si injustamente se te acusa de alguna maldad, regocíjate al verte tratado como lo fue Jesucristo. Consuélate con el testimonio de tu conciencia y con el pensamiento de que Dios conoce tu inocencia. Quéjate a Jesús crucificado, como un amigo a su amigo, de la injuria que se te hace. Dile: Señor, soy inocente de la maldad que se me imputa, pero he cometido muchas otras que merecen mayor castigo. Menos sufrimos de lo que en realidad merecemos. (Salviano).
La santidad
Orad por la Jerarquía
ORACIÓN
   Señor, que la generosa confesión de vuestro santo Inocencio reanime nuestro valor y nos obtenga el socorro que reclama nuestra flaqueza. Por J. C. N. S. Amén.