lunes, 17 de noviembre de 2025

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda



17 de noviembre
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, 
Viuda


En orden a los difuntos no queremos, hermanos,
dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis,
del modo que suelen los demás hombres,
que no tienen esperanza.
(1 Tesalonicenses, 4, 13).

   Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de Turingia, levantábase todas las noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se había hecho cruzado con Federico Barbarroja: "Dios mío -dijo ella- cuando para resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello fuese contra vuestra voluntad". Despojada y echada entonces como disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos, recobró después sus bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE NUESTROS PARIENTES y AMIGOS

   I. Todos los días vemos que se mueren personas que nos son queridas. Si sucumben a una muerte súbita e imprevista, aun después de una vida poco edificante, no desesperemos de su salvación; tal vez han invocado a Dios y han obtenido el perdón de sus faltas en el último momento; con todo, tomemos nuestras medidas para no ser sorprendidos en la misma forma. Si estas personas mueren con la muerte de los justos, no las lloremos; más bien tengámosles santa envidia. Te afliges de ver morir a tal pariente o a tal amigo; consuélate, es más dichoso que tú si ha muerto santamente. Tú combates aún, él triunfa ya. Que tu fe, tu esperanza y tu caridad te consuelen. (San Agustín).

   II. Dios quiere desapegarte de las personas que más amas, a fin de que te pertenezcas por entero; quiere que pienses a menudo en la muerte. Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será el tuyo. ¿Qué estima tiene ahora ese amigo de aquello que era el objeto de sus afanes? Un día estarás como él en el lecho de muerte. Ten los sentimientos que entonces tendrás y despreciarás lo que más amas.

   III. No esperes la hora de la muerte para prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni cómo morirás: haz ahora todo lo que entonces quisieras haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este momento? Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más que podamos para no estar eternamente separados de nuestros parientes y amigos, que gozan ahora de la gloria del paraíso. Allí nos espera gran número de aquéllos que nos son queridos. (San Cipriano).

La conformidad con la voluntad de Dios 
Orad por vuestros parientes difuntos.

ORACIÓN
   Dios de misericordia, iluminad los corazones de vuestros fieles, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Isabel, concedednos la gracia de despreciar las prosperidades mundanas y gozar sin interrupción de los consuelos celestiales. Por J. C. N. S. Amén.

LUNES DE LA DE LA TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA

PRIMERA LECTURA
Una cólera terrible se abatió sobre Israel
Lectura del primer libro de los Macabeos 1, 11-16. 43-45. 57-60. 65-67
En aquellos días, brotó un renuevo pecador, Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo como rehén en Roma.
Subió al trono el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos.
Por entonces hubo unos israelitas sin conciencia que convencieron a muchos: Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues desde que nos hemos aislado nos han venido muchas desgracias.
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey.
El rey los autorizó a adoptar la legislación gentil; y entonces, acomodándose a las costumbres de los gentiles, construyeron en Jerusalén un gimnasio, disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, se juntaron a los gentiles y se vendieron para hacer el mal.
El rey decretó la unidad nacional para todos sus súbditos, obligando a todos a abandonar su legislación particular.
Todas las naciones acataron la orden del rey e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
El día quince de diciembre del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco mandó poner sobre el altar una ara sacrílega; y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno.
Quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas.
Los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y los echaban al fuego; al que le encontraban en casa un libro de la Alianza, y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban según el decreto real.
Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros.
Prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa.
Y murieron.
Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 118, 53. 61. 134. 150. 155. 158
V/. Dame vida, Señor, y guardaré tus decretos.
R/. Dame vida, Señor, y guardaré tus decretos.

V/. Sentí indignación ante los malvados, que abandonan tu voluntad. R/.

V/. Los lazos de los malvados me envuelven, pero no olvido tu voluntad. R/.

V/. Líbrame de la opresión de los hombres, y guardaré tus decretos. R/.

V/. Ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad. R/.

V/. La justicia está lejos de los malvados, que no buscan tus leyes. R/.

V/. Viendo a los renegados sentía asco, porque no guardan tus mandatos. R/.



EVANGELIO
¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: Pasa Jesús Nazareno.
Entonces gritó: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: Señor, que vea otra vez.
Jesús le contestó: Recobra la vista, tu fe te ha curado.
Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor.