PRIMERA LECTURA
Los recibió como sacrificio de holocausto
Lectura del libro de la Sabiduría 3, 1-9
La vida de los justos está en manos de Dios,
y no los tocará el tormento.
La gente insensata pensaba que morían,
consideraba su tránsito como una desgracia,
y su partida de entre nosotros como una destrucción;
pero ellos están en paz.
La gente pensaba que cumplían una pena,
pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad;
sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí;
los probó como oro en crisol,
los recibió como sacrificio de holocausto;
a la hora de la cuenta resplandecerán
como chispas que prenden por un cañaveral;
gobernarán naciones, someterán pueblos,
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
Los que confían en él comprenderán la verdad,
los fieles a su amor seguirán a su lado;
porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos
y mira por sus elegidos.
Palabra de Dios.
O bien:
También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 13-18
No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos.
El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.
Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 115, 10-11. 12-13. 16-17 (R.: 15a)
R. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!» Yo decía en mi apuro: «Los hombres son unos mentirosos.» R.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. R.
Aleluya Jn 12, 15
El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
EVANGELIO
Nadie tiene amor más grande
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 12-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.»
Palabra del Señor.
jueves, 14 de agosto de 2014
JUEVES DE LA DECIMONOVENA SEMANA
PRIMERA LECTURA
Emigra a la luz del día, a la vista de todos
Lectura del Profeta Ezequiel 12, 1-12
Me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, vives en la Casa Rebelde:
tienen ojos para ver, y no ven, tienen oídos para oír, y no oyen, pues son Casa Rebelde.
Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro, y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos emigra a otro lugar, a ver si lo ven; pues son Casa Rebelde.
Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos; y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro.
A la vista de todos abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar.
Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la Casa de Israel.
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la Casa de Israel, la Casa Rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la Casa de Israel que vive allí.
Di: Soy señal para vosotros: lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos.
Irán cautivos al destierro.
El Príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad, y se tapará la cara para que no lo reconozcan.
Palabra de Dios
Salmo responsorial Sal 77, 56-57. 58-59. 61-62;
V/. No olvidéis las acciones de Dios.
R/. No olvidéis las acciones de Dios.
V/. Tentaron a Dios Altísimo y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos: desertaron y traicionaron como sus padres, fallaron como un arco engañoso. R/.
V/. Con sus altozanos lo irritaban, con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó, y rechazó totalmente a Israel. R/.
V/. Abandonó sus valientes al cautiverio, su orgullo, a las manos enemigas; entregó su pueblo a la espada, encolerizado contra su heredad. R/.
EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
+Lectura del santo Evangelio según San Mateo 18, 21-19, 1
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados.
Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.
Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.
El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste.
¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor.
Emigra a la luz del día, a la vista de todos
Lectura del Profeta Ezequiel 12, 1-12
Me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, vives en la Casa Rebelde:
tienen ojos para ver, y no ven, tienen oídos para oír, y no oyen, pues son Casa Rebelde.
Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro, y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos emigra a otro lugar, a ver si lo ven; pues son Casa Rebelde.
Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos; y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro.
A la vista de todos abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar.
Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la Casa de Israel.
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la Casa de Israel, la Casa Rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la Casa de Israel que vive allí.
Di: Soy señal para vosotros: lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos.
Irán cautivos al destierro.
El Príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad, y se tapará la cara para que no lo reconozcan.
Palabra de Dios
Salmo responsorial Sal 77, 56-57. 58-59. 61-62;
V/. No olvidéis las acciones de Dios.
R/. No olvidéis las acciones de Dios.
V/. Tentaron a Dios Altísimo y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos: desertaron y traicionaron como sus padres, fallaron como un arco engañoso. R/.
V/. Con sus altozanos lo irritaban, con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó, y rechazó totalmente a Israel. R/.
V/. Abandonó sus valientes al cautiverio, su orgullo, a las manos enemigas; entregó su pueblo a la espada, encolerizado contra su heredad. R/.
EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
+Lectura del santo Evangelio según San Mateo 18, 21-19, 1
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados.
Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.
Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.
El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste.
¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor.
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