lunes, 3 de junio de 2013

LOS MÁRTIRES DE UGANDA

3 de Junio
LOS MÁRTIRES DE UGANDA
 (*)
   "Quién fue el que primero introdujo en África la fe cristiana se disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera la vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el ánimo de sus lectores. Y en verdad que aquélla región a ninguna parecía ceder en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre éstos agrada conmemorar los mártires scilitanos, que en Cartago, siendo procónsul Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por Cristo, de las preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente se conservan, se deduce con qué constancia, con qué generosa sencillez de ánimo respondieron al procónsul y profesaron su fe. Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades, Ciprianos y "muchos hermanos mártires" que las Actas enumeran de manera general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también con el nombre de "masas cándidas", o porque fueron quemados con cal viva, como narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor de su causa, como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero los herejes, después los vándalos, por último los mahometanos, de tal manera devastaron y asolaron el África cristiana que la que tantos ínclitos héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más de trescientas sedes episcopales y había congregado tantos concilios para defender la fe y la disciplina, ella, perdido el sentido cristiano, se viera privada gradualmente de casi toda su humanidad y volviera a la barbarie."

LUNES DE LA IX SEMANA

PRIMERA LECTURA
Tobías temía a Dios más que al rey
Lectura del libro de Tobías 1, 1a. 2; 2, 1-9
Tobías, ciudadano de la tribu de Neftalí, fue deportado en tiempo de Salmanasar, rey de Asiria; a pesar de vivir en el exilio, no abandonó el camino de la verdad.
El día de la fiesta del Señor, Tobías, que tenía preparada una buena comida en su casa, dijo a su hijo:
–Vete a invitar a algunos hombres piadosos de nuestra tribu, para que coman con nosotros.
A poco de marchar, regresó diciendo que habían estrangulado a un israelita y lo habían tirado en la plaza.
Pegó un salto, dejó la mesa sin probar bocado y fue a donde estaba el cadáver; lo recogió y a escondidas se lo llevó a casa, para enterrarlo sigilosamente a la caída del sol. Una vez escondido el cadáver, se puso a comer, apenado y desazonado, recordando lo que había dicho el Señor por medio del profeta Amós: «Vuestras fiestas se convertirán en funerales y elegías.»
Una vez puesto el sol, se fue a enterrarlo. Los vecinos le regañaban, diciéndole:
–Por este motivo te condenaron una vez a muerte, y a duras penas te libraste de le ejecución, ¿cómo es posible que vuelvas a lo mismo?
Pero Tobías, que temía a Dios más que al rey, seguía recogiendo los cadáveres de los asesinados, los escondía en su casa y a media noche los enterraba.
Palabra del Señor.

Salmo responsorial Sal 111, 1-2.3-4. 5-6
R.  Dichoso quien teme al Señor.
O bien:
      Aleluya.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R.

EVANGELIO
Agarraron al hijo querido, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los letrados y a los senadores:
–Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado: a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían.
Pero los labradores se dijeron:
–Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia.
Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y se marcharon.
Palabra del Señor.