1º de julio
|
LA PRECIOSÍSIMA SANGRE
DE N. S. J. C.(*) |
¡Canta, lengua, el misterio del Cuerpo
glorioso y de la Sangre preciosa de Cristo; de esa Sangre, fruto de un seno
generoso, que el Rey de las gentes derramó para rescate del mundo: "in
mundi praetium"!
Pero, antes de que la lengua cante gozosa
y el corazón se explaye en afectos de gratitud y amor, es necesario que medite
la inteligencia las sublimidades del Misterio de Sangre que palpita en el
centro mismo de la vida cristiana.
Hay tres hechos que se dan, de modo
constante y universal, a través de la historia del hombre: la religión, el
sacrificio y la efusión de sangre.
Los más eminentes antropólogos han
considerado la religiosidad como uno de los atributos del género humano. La
función céntrica de toda forma religioso-social ha sido siempre el sacrificio.
Este se presenta como la ofrenda a Dios de alguna cosa útil al hombre, que la
destruye en reconocimiento del supremo dominio del Señor sobre todas las cosas
y con carácter expiatorio. Por lo que se refiere a la efusión de sangre,
observamos que el sacrificio -al menos en su forma más eficaz y solemne-
importa la idea de inmolación o mactación de una víctima, y, por lo mismo, el
derramamiento de sangre, de modo que no hay religión que, en su sacrificio
expiatorio, no lleve consigo efusión de sangre de las víctimas inmoladas a la
divinidad.