miércoles, 13 de junio de 2012

DÍA 18. EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MEJOR HONRA


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA

  DÍA 18
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS LA MEJOR HONRA

I
   Llámanse ilustres y honrados según el mundo los que obtienen por sus merecimientos o por su fortuna el favor de los príncipes, y tienen libre entrada y valioso influjo en los palacios de los poderosos. A los tales se mira por la generalidad con admiración mezclada de secreta envidia: mas que por sus riquezas y poderío se les señala por el lustre que rodea su nombre, por el esplendor en que viven sus familias, por la consideración y respeto que les tienen sus conciudadanos y, no obstante, ¡cuán fugaz y pasajera es esta gloria humana, y cuán fácilmente se trueca en olvido, y quizá en espantosa desgracia! Llenas andan las historias de esas catástrofes de la humana vanidad; más de una vez se han tocado en un mismo día los extremos de la mayor elevación y de la mayor ignominia; el trono quizá ayer, y hoy el cadalso.

   No es tal la gloria y el honor, que a sus servidores concede el Sagrado Corazón de Jesús. Los validos y favoritos de este generoso Monarca no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella espontáneamente con un voluntario apartamiento. Son admitidos a su más dulce intimidad, y poseen cerca de El la más omnímoda influencia. De su recomendación pueden servirse para alcanzar del Padre cuanto les fuera conveniente para sí o para sus hermanos; ni se mostró más blando y dadivoso con los suyos aquel antiguo José, de lo que con nosotros quiere mostrarse nuestro hermano mayor Jesucristo. A los que le hayan hecho fielmente la corte en vida, promete el asiento junto a sí para juzgar al mundo en el supremo tribunal. A los que por suyo le hayan tenido acá entre los hombres, promete El reconocerles por suyos ante su Padre Celestial.

   Medítese unos minutos.

II
   Si gloria y honores y real privanza ambicionas, alma mía, ambiciona ésta que sólo puede darte el Sagrado Corazón. Oye lo que dijo a Sus discípulos, y en ellos a todos nosotros: "Ya no os llamaré siervos, porque el siervo ignora lo de su señor; os llamaré, sí, amigos, porque todo lo que de mi Padre recibí, lo comuniqué a vosotros". ¿Qué príncipe de la tierra habló jamás así a un vasallo a quien quisiese honrar?

   Así lo reconozco, Jesús mío, y por esto en adelante no quiero ya otra gloria ni otro honor que los que resultan de serviros a Vos. Guárdense los reyes sus palacios, los cortesanos su codiciado influjo, los poderosos las mercedes con que honran a sus amigos. Téngase estos engañosos favores, que tan caros se compran y tan fácilmente se pierden.

   No excitará ya mi codicia el brillo de los pomposos arreos, de los elevados puestos, del esclarecido renombre, del aura popular incierta y veleidosa.

   ¡Oh Jesús mío! Quien como Vos vive, éste alcanza la mayor privanza: quien puede llamarse vuestro, éste adquiere el más distinguido título de honor. Ni más deseo, ni quiero pasar por menos. Sea ésta mi principal nobleza. La cruz, la herida cruel y la corona de espinas que mostráis en vuestro Corazón, he aquí mis blasones, únicos que me han de dar a conocer en el juicio por cortesano de vuestro palacio. Ambicioso soy, Jesús mío, y no me contento con menos que con reinar junto a Vos en la gloria que preparáis a vuestros escogidos. Dadme cada día más de esos verdaderos honores, y haced que los alcance un día en vuestro reino celestial.

   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

DÍA 17. EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS EFICAZ PROTECCIÓN


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 17
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS LA MÁS
 
  EFICAZ PROTECCIÓN

I
   Rodeados como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas celoso y vigilante protector. y cuenta que son muchos los tales enemigos, y son poderosos, y nos aborrecen de muerte.

   Todo lo que es enemigo de Jesucristo es por consecuencia de nosotros los cristianos. Tengo pues, enfrente de mí a todo el poder del infierno, y sirvo de blanco a sus ataques, ora de persecución, ora de seducción. El ejército del mal, que inspira visiblemente Satanás, y visiblemente acaudillan los representantes de este en la tierra, llena el mundo; momentos hay en que ansioso se  pregunta el corazón si no es ya dueño enteramente de él. Sírvenle para la propaganda de sus ideas la imprenta y elocuencia, ejecutan sus órdenes muchos gobiernos, préstanle ayuda extraviados talentos. No hay acontecimiento alguno de cuantos presenciamos, que no sea un hecho de armas en favor o en contra de la causa de Dios, y por consiguiente que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como todo lo ha puesto a mi servicio Dios, para salvarme, así todo lo pone en juego el demonio, enemigo mío, para perderme. Toda la rabia del infierno, contra Dios, la descarga él contra mí, imagen suya, ya que contra Dios se reconoce impotente. ¡Pobre de mí, hecho de continuo objeto de tan fieras arremetidas! ¿Hay esperanza de salvación para el hombre en medio de tan obstinado empeño para que la pierda?

   Medítese unos minutos.

II
   Sí, alma mía, tienes un protector más fuerte que todos tus enemigos, y es seguro que nada puede el infierno entero contra quien a tal asilo se sepa acoger. Acógete al Sagrado Corazón de Jesús. Tómale por escudo, y avanza intrépida. Di con seguridad: "El Señor es mi ayudador; no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es defensor mío; ¿qué puede espantarme? Si se levantan contra mí armados escuadrones, no temerá mi corazón; si se libra contra mi recia batalla, en eso pondré mi confianza". 

   ¡Corazón Sagrado de mi adorable Jesús! Ved como está mi alma de continuo asediada, víctima de tenaz persecución, vacilante tal vez ya y próxima a caer en manos de sus enemigos. ¡Valedme, Sagrado Corazón, valedme! Están mundo, demonio y carne contra mí, y yo solo contra todos ellos. Pero no solo, no, sino con Vos, mi dulce bien, mi único amparo, mi protector y fortaleza. No me dan ya cuidado los enemigos. Levántense en mi corazón tempestuosas pasiones; haga brillar el mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; oiga zumbar sobre mi cabeza el continuo tiroteo de los que persiguen de muerte a Vos, a vuestra Iglesia y a vuestros amigos. A vuestro lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi diestra mil, y diez mil a mi siniestra, no me tocarán a mí los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor, y me oirá; conmigo estará en el riguroso trance, y me sacará a salvo, y aun con eso mismo me glorificará.

   Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón, en vuestro poder he puesto tal confianza, y sé que no me fallará.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


Oración y Acto de Consagración

DÍA 16. EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA FUENTE DE LA ALEGRÍA


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 16
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS LA 
 
  FUENTE DE LA ALEGRÍA

I
   Servid a Dios con alegría, dicen los Libros Santos; y en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre el distintivo de los verdaderos servidores de Dios. Los Santos, en medio de sus más rigurosas austeridades, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino más bien tentación y peligro para el alma cristiana.

   Pero ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de turbación y tristeza las hallaremos por doquier, y parece punto menos que imposible substraerse a ellas. ¡Ah! Volemos, volemos a depositar nuestras congojas en el adorable Corazón de Jresús, y encontraremos en él la fuente de la verdadera alegría. Descarguémonos allí del peso de nuestras inquietudes por medio de una perfecta resignación a la santa voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en el fondo de nuestro corazón aquellas dulces palabras que tan a menudo dirigía el Salvador a sus discípulos: "¡La paz sea con vosotros!"

   ¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Vos para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Vos lo habéis dicho en otra ocasión: "Alégrate, hijo de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel". Dadme, ¡oh Señor!, este don celestial con que favorecéis a vuestros escogidos.

   Medítese unos minutos 

II

   Todos buscamos la alegría; pero erramos por lo común el camino para encontrarla. El mundo la  promete continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas y alborotadas, pero ni llenan el corazón, ni duran más que breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre una máscara alegre, que oculta un corazón devorado por el tedio y el desasosiego, y quizás por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma del gran Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas sentíase tan inundada de él, que le obligaba a exclamar: "Basta, Señor, basta, basta". Cuando, pues, nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón, y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud.

   ¡Oh Divino Corazón, que sois en el cielo la alegría de los Ángeles y Santos y en este mundo la de vuestros amigos! Por Vos, sonríen alegres en sus tormentos los mártires, en sus penitencias; los anacoretas, en sus humillaciones; los seguidores de vuestra ley. Por Vos espero sonreír, Jesús amantísimo, hasta en las amarguras de mi última agonía. Hablad, oh Dios mío, a mi alma con aquella voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis entrañas, y disfrutaré ya en este mundo anticipadas las alegrías del paraíso.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


Oración y Acto de Consagración

DÍA 15 EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS AMOROSA FORTALEZA


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 15
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS LA MÁS
 
  AMOROSA FORTALEZA

I
   En nada se conoce tanto la profunda miseria del hombre como en su debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa original, tan flaca y endeble, que cualquier esfuerzo del enemigo basta para derribarla, si no tiene al lado una fuerza superior que la sostenga. Puede asimismo tan poco para obrar el bien, que cualquier leve dificultad la amilana y arredra. ¿Queréis ser fuertes en medio de vuestra debilidad?,  acudid a buscar la fortaleza en el Sagrado Corazón de Jesús.

   Allí fueron a buscarla los Santos, criaturas débiles y de carne ruin y flaca como la nuestra, y gracias a eso fueron fuertes y obraron maravillas. Recorramos la historia de la Iglesia, y veremos a tiernas jóvenes y a pobres ancianos, burlarse de todo el Poder de los enemigos de Cristo, y hacerse superiores a los halagos, a los tormentos y a la muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica. y las mismas cortes y campamentos, están llenos de hombres y mujeres que en la flor de su edad y en medio de todas las seducciones, fueron fuertes para renunciarlo todo y seguir a Jesucristo, hasta elevarse a la mayor dignidad.

   ¡Alma mía! Nada hicieron ellos que no lo puedas tú, si te procuras los mismos auxilios.

   ¿Dónde se hallan éstos?, acude al Sagrado Corazón.

   Medítese unos minutos.

II
   Eres débil y flaca, alma mía, porque quieres. Sí, porque quieres. ¿Qué disculpa tendría el niño, que no pudiese levantarse del suelo, por no querer alargar su mano a la que le tiende su buena madre? Por eso son frecuentes tus caídas y tropiezos, por eso sientes abatimiento y desconfianza ante la más pequeña dificultad. ¡Quizás para mayor desgracia has presumido algo de tu propio valer, y con necia arrogancia has creído poder prescindir de todo amparo! 

   Acude, acude, alma mía, a Dios, tu ayudador y poderoso auxilio, y estás salvada. Nada podrán contra ti los más fieros enemigos, nada las más borrascosas pasiones. Sentirás agilidad, ligereza, facilidad para toda obra buena y para todo costoso sacrificio.

   ¡Oh Corazón de Jesús, fortaleza de los débiles y caídos! mi corazón anda de continuo desalentado, y acude a Vos para que lo sostengáis. Dadme la mano, Señor, como la disteis a tantos que por Vos se levantaron del lodo y subieron a la cumbre de virtud, como la disteis a Magdalena, a Pablo, a Agustín.

   ¿Qué podría el más valeroso si Vos lo abandonaseis? Pero, ¿qué no podrá el más débil si Vos le fortalecéis?  ¡Oh Dios mío, fortaleza mía hacedme fuerte con Vos, para con Vos reinar eternamente victorioso.

   Medítese, y pídase la gracia particular.
Oración y Acto de Consagración

DÍA 14. EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS FIRME ESPERANZA


MEDITACIÓN PARA CADA DÍA



  DÍA 14 
EN EL SAGRADO CORAZÓN, 
 HALLAREMOS LA MÁS 
  FIRME ESPERANZA
I
   Vanas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien fía en ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las ilusiones, se entibia la amistad, nada, en una palabra, queda en pie de cuanto parece algunas veces halagar al hombre en su breve paso sobre la tierra.

   Y sin embargo, el pobre corazón humano necesita algo firme y permanente a que arrimarse, para no caer en los horrores de la desesperación. ¿En qué podrá, pues, fijar su esperanza? ¡Ah! Todo se pasa, ha dicho Santa Teresa de Jesús, todo se pasa, es verdad pero Dios no se muda. He aquí, pues, el centro fijo en que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos colocarlas en algo seguro e inmutable.

   ¡Oh Corazón Divino de mi amantísimo Jesús! ¡Todo se escapa y desaparece a nuestro amor, dejándonos vacíos y desolados! Sólo Vos permanecéis eternamente como faro de luz y norte resplandeciente para el corazón que os ama. ¡Que me falte todo, Dios mío, pero que no me faltéis Vos! ¡En Vos pongo mi esperanza, y no seré confundido!.

   Medítese unos minutos.
II
   ¡Oh vida humana llena cada día de tantos y tan crueles desengaños! ¡Oh alma mía, que en tantos objetos has querido cifrar tu felicidad, sin que hayan logrado calmar tus ansias! ¡Oh pobre mortal que eres como hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando en todo la dicha y no hallándola en ninguna de las cosas criadas!

   ¡Fíjate aquí y párate, ahonda aquí tus raíces en el amor de tu buen Jesús, único que puede calmar tu amoroso anhelo, único que no defraudará tus esperanzas. Pobre navecilla, siempre llevada acá y allá por las olas, y siempre con el abismo bajo los pies temiendo el naufragio! Echa aquí tus anclas si quieres hallar puerto seguro, donde algo puedas reposar y rehacerte de las fatigas de tu azarosa navegación. ¡Paloma cansada de volar por todas partes, sin hallar donde fijar los pies! Entrate por la abertura de esa Arca, que te espera para ofrecerte asilo seguro contra todas las borrascas.

   ¡Corazón de Jesús! Sedlo Vos todo para mí, pues de Vos lo espera todo mi afligido corazón. Promesas seductoras del siglo, que, tantas veces habéis engañado mi alma, yo os miro por lo que sois, polvo, nada. ¿Qué puede prometerse quien pone sus esperanzas en el polvo y en la nada?

   ¡Oh Dios de cielos y tierra! ¡Cuán sosegado descanso el que todo lo espera de Vos y nada fuera de Vos!

   Medítese, y pídase la gracia particular.

Oración y Acto de Consagración

MIÉRCOLES DE LA DÉCIMA SEMANA




PRIMERA LECTURA

Que sepa esta gente que tú eres el Dios verdadero y que tú les cambiarás el corazón

Lectura del primer libro de los Reyes 18, 20-39
En aquellos días, el rey Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas de Baal se reunieron en el monte Carmelo.
Elías se acercó a la gente y dijo:
–¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.
La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo:
–He quedado yo solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos; vosotros elegid uno; que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña sin prenderle fuego; yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña sin prenderle fuego. Vosotros invocaréis a vuestro dios y yo invocaré al Señor y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero.
Toda la gente asintió:
–¡Buena idea!
Elías dijo a los profetas de Baal:
–Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Luego invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego.
Cogiendo el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a Baal desde la mañana hasta mediodía:
–¡Baal, respóndenos!
Pero no se oía una voz, ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del altar que habían hecho.
Al mediodía Elías empezó a reírse de ellos:
–¡Gritad más fuerte! Baal es dios, pero estará meditando, o bien ocupado, o estará de viaje; –a lo mejor está durmiendo y se despierta.
Entonces gritaron más fuerte; y se hicieron cortaduras, según su costumbre, con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo.
Pasado el mediodía entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta.
Entonces Elías dijo a la gente:
–¡Acercaos!
Se acercaron todos, y reconstruyó el altar del Señor, que estaba demolido; cogió doce piedras, una por cada tribu de Jacob (a quien el Señor le había dicho: «Te llamarás Israel»); con las piedras levantó un altar en honor del Señor, hizo una zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas; apiló la leña, descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña y dijo:
–Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre la víctima y la leña.
Luego dijo:
–¡Otra vez!
Y lo hicieron otra vez.
Y dijo:
–¡Otra vez!–
Y lo repitieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar e incluso la zanja se llenó de agua.
Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró:
–¡Señor Dios de Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel y yo tu siervo, y que he hecho esto por orden tuya. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que sepa esta gente que tú, Señor, eres el Dios verdadero, y que eres tú quien les cambiará el corazón.
Entonces el Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja.
Al verlo, cayeron todos sobre su rostro, exclamando:
–¡El Señor es el Dios verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero!
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 15, 1-2a. 4. 5 y 8. 11

R.  Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: Tú eres mi bien. R.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios. R.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.


EVANGELIO
No he venido a abolir, sino a dar plenitud
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
Palabra del Señor.