27 de agosto
Santa Mónica
PRIMERA LECTURA
Como el sol que brilla en
el cielo del Señor, así es la mujer bella en su casa bien arreglada
Lectura del libro del Eclesiástico 26,
1-4.16-21
Dichoso
el marido de una mujer buena, se doblarán los años de su vida. La mujer
hacendosa es la alegría de su marido, y él vivirá su vida en paz. La mujer
buena es un tesoro: lo encuentran los que temen al Señor; sean ricos o pobres,
estarán contentos y siempre vivirán con alegría.
La
mujer servicial alegra a su marido; la que es cuidadosa le causa bienestar. La
mujer discreta es un don del señor; y la bien educada no tiene precio. La mujer
modesta duplica su encanto y la que es dueña de sí supera toda alabanza.
Como
el sol que brilla en el cielo del Señor, así es la mujer bella en su casa bien arreglada.
Palabra de
Dios.
Salmo responsorial
Sal 130
R. Dame,
Señor, la paz junto a ti.
Señor, mi
corazón no es ambicioso
ni mis ojos,
soberbios;
grandezas
que superan mis alcances
ni de lejos
pretendo. R.
Estoy,
Señor, por lo contrario,
tranquilo y
en silencio,
como niño
recién alimentado,
en los
brazos maternos. R.
Que igual en
el Señor esperen,
los hijos de
Israel, ahora y siempre. R.
Aclamación
antes del Evangelio
Aleluya,
aleluya.
Yo soy la
luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Aleluya.
EVANGELIO
«La pesada carga que
aquella viuda llevaba en el corazón, te impulsó a decir: Joven, yo te lo digo:
¡Levántate!» (San Agustín, Confesiones)
+ Lectura del santo Evangelio según
san Lucas 7, 11-17
En
aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus
discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se
encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda a la
que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de
ella y le dijo:
«No
llores».
Acercándose
al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo:
«Joven,
yo te lo mando: Levántate».
Inmediatamente
el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su
madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a
Dios, diciendo:
«Un
gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo».
La
noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.
Palabra del
Señor.