lunes, 27 de agosto de 2012

27 de agosto Santa Mónica


27 de agosto
Santa Mónica

PRIMERA LECTURA
Como el sol que brilla en el cielo del Señor, así es la mujer bella en su casa bien arreglada
Lectura del libro del Eclesiástico 26, 1-4.16-21
Dichoso el marido de una mujer buena, se doblarán los años de su vida. La mujer hacendosa es la alegría de su marido, y él vivirá su vida en paz. La mujer buena es un tesoro: lo encuentran los que temen al Señor; sean ricos o pobres, estarán contentos y siempre vivirán con alegría.
La mujer servicial alegra a su marido; la que es cuidadosa le causa bienestar. La mujer discreta es un don del señor; y la bien educada no tiene precio. La mujer modesta duplica su encanto y la que es dueña de sí supera toda alabanza.
Como el sol que brilla en el cielo del Señor, así es la mujer bella en su casa bien arreglada.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 130
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Señor, mi corazón no es ambicioso
ni mis ojos, soberbios;
grandezas que superan mis alcances
ni de lejos pretendo. R.
Estoy, Señor, por lo contrario,
tranquilo y en silencio,
como niño recién alimentado,
en los brazos maternos. R.
Que igual en el Señor esperen,
los hijos de Israel, ahora y siempre. R.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Aleluya.

EVANGELIO
«La pesada carga que aquella viuda llevaba en el corazón, te impulsó a decir: Joven, yo te lo digo: ¡Levántate!» (San Agustín, Confesiones)
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo:
«Joven, yo te lo mando: Levántate».
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo:
«Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo».
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.
Palabra del Señor.