viernes, 11 de octubre de 2024

SAN GOMARIO, Confesor

11 de octubre
SAN GOMARIO,*
Confesor



El Señor castiga a los que ama;
y a cualquiera que recibe por hijo suyo, lo azota.
(Hebreos, 12,



San Gomario nació en Brabante, de padres ricos y adictos a Pipino. Cuando éste subió al trono de Francia lo llamó a su corte y le procuró un partido ventajoso desde el doble punto de vista del nacimiento y de la fortuna en la persona de Gwinmaría. Gomario debió sufrir mucho por el carácter vano e intratable de su mujer, pero soportó sus caprichos sin quejarse, esperando de Dios sólo fuerza y consuelo. Terminó por retirarse, con su consentimiento, a una celda próxima a su morada; finalmente, pasó los últimos años de su vida en una ermita, y murió hacia el año 774.
  
MEDITACIÓN
CÓMO DEBEMOS PORTARNOS
EN LAS AFLICCIONES
     I. Siempre tendremos aflicciones en esta vida; nuestro cuerpo es tan débil y está tan expuesto a innumerables enfermedades; nuestra alma está sujeta a tantas pasiones y la malicia de los hombres es tan grande, que siempre tendremos ocasión de ejercer nuestra paciencia. Esperemos esas ocasiones con valor y sin temblar. Preparémonos a soportar todas las tempestades que vemos se precipitan sobre los demás, y digamos a Dios: Señor, heme aquí; estoy dispuesto a llevar mi cruz y a sufrir todo lo que ordenéis o permitáis me suceda. Meditemos sobre los sufrimientos y no los sentiremos. (Tertuliano).
 
   II. Cuando Dios nos envía una prueba, hay que recibirla con humildad como un castigo merecido por nuestros pecados. Un niño que se ve castigado por su padre no se enoja contra él: deplora la pena que su desobediencia le ha causado y promete no volver a caer en su falta. Haz lo mismo cuando Dios te castiga.
 
   III. Hay cristianos a quienes el castigo hace más malos. En lugar de acusar su propia malicia, murmuran contra la divina Providencia y la hacen responsable de los males que sufren. ¡Desventurados! No queréis corregir vuestras faltas en este mundo: vuestras penas no son sino el preludio de los suplicios que os esperan en el infierno. Somos tratados por el hierro y el fuego, pero no nos curamos ni por los cauterios ni por el filo del hierro; y, lo que es más grave, el remedio empeora nuestro estado, (Salviano).
 
La paciencia
Orad por las personas casadas.
 
ORACIÓN
   Oh Dios, gloria y gozo de los ángeles, que habéis hecho célebre por sus milagros a Gomario, el glorioso confesor de vuestro Nombre, sed propicio a los votos de vuestro pueblo, y haced que celebrando su augusta solemnidad, alcance por su intercesión, el puerto de la salvación eterna. Por J. C. N. S. Amén.


* Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

SANTA SOLEDAD TORRES ACOSTA, Fundadora

11 de octubre
SANTA SOLEDAD TORRES ACOSTA,
(*)
Fundadora
   La Beata María Soledad Torres Acosta, junto con las Beatas María Mi Desmaisieres, Joaquina de Mas y Vicenta López, forma parte del escuadrón de virtuosas mujeres españolas que alcanzaron un grado de santidad heroica al servicio de los enfermos en el siglo XIX. Los padres de María Soledad eran Francisco Torres y Antonia Acosta, una pareja ejemplar de modestos comerciantes de Madrid. María, la segunda de sus cinco hijos, nació en 1826. La niña que recibió en el bautismo el nombre de Manuela, era apacible y tan generosa que desde pequeña solía ocultar un poco de comida para repartir entre los mendigos y estaba siempre más pronta a enseñar el catecismo a niños pobres que a jugar con ellos. En una época frecuentó el convento de las religiosas de Santo Domingo y parece que se sintió inclinada a ingresar en él, pero finalmente decidió esperar una indicación más clara de la voluntad de Dios.
   La señal llegó cuando el servita Miguel Martínez y Sanz, vicario de parroquia del barrio de Chamberí, angustiado por el crecido número enfermos que había en su distrito, reunió en 1851 a siete mujeres en una comunidad religiosa para que se consagrasen al cuidado de los enfermos. Manuela ingresó en dicha comunidad a los veintiocho años y escogió el nombre de María Soledad, en honor de Nuestra Señora de la Soledad.

VIERNES DE LA VIGÉSIMA SÉPTIMA SEMANA. BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL ROSARIO, memoria obligatoria

PRIMERA LECTURA
Son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahám el fiel
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 3, 7-14
Hermanos: Entended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe.
Además, la Escritura, previendo que Dios aceptaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: «Por ti serán benditas todas las naciones» Así que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán el fiel.
En cambio, los que se apoyan en la observancia de la ley tienen encima una maldición, porque dice la Escritura: «Maldito el que no cumple todo lo escrito en el libro de la ley».
Que en base a la ley nadie consigue salvarse es evidente, porque lo que está dicho es que «el que se justifica con la fe no es reo de muerte», y la ley no arranca de la fe, sino que «el que la cumple no será reo de muerte, gracias a sus obras».
Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol».
Esto sucedió para que por medio de Jesucristo la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.
Palabra de Dios.
 
Salmo responsorial Sal 110, 1-2. 3-4. 5-6.
V/. El Señor recuerda siempre su alianza.
R/. El Señor recuerda siempre su alianza.
V/. Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. R/.
V/. Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. R/.
V/. El da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza.
Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. R/.

EVANGELIO
Si yo echo los demonios con el dedo de Dios entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros
+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
Si echa los demonios, es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
El, leyendo sus pensamientos, les dijo:
Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa.
Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino ?
Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces.
Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros.
Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero como no lo encuentra, dice: Volveré a la casa de donde salí.
Al volver se la encuentra barrida y arreglada.
Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.
Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.
Palabra del Señor.