domingo, 1 de junio de 2025

ORACIONES DIARIAS EN EL MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 



Mes del Sagrado Corazón de Jesús
En el mes de junio ofrece al Corazón de Jesús diariamente estas oraciones


ORACIÓN PREPARATORIA

          Dios mío, me postro ante tu soberana presencia. Yo te adoro en unión de tu Santísimo Hijo y deseo unir mi corazón al suyo, para ofrecerte una oración pura y agradable a vuestros divinos ojos. Y vos, Virgen santísima,  Ángel de mi guarda y santos de mi devoción interceded por mí, a fin de que pueda meditar las excelencias del amor de Cristo. Amén.


DEPRECACIONES

Corazón amorosísimo de Jesús,  por tu preciosa herida, abierta para dar paso a las llamas de tu inmenso amor, haz que el incendio de la caridad purifique nuestros corazones de la inmundicia del pecado.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Corazón sacratísimo de Jesús, por tu corona de espinas, que te atormentó con las crueles puntas de nuestros pecados, haz que sintamos un santo y sincero remordimiento de nuestras culpas.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Corazón dulcísimo de Jesús, por tu cruz plantada como árbol frondoso alimentado por la sangre divina, signo de tu ardiente deseo de ser crucificado, concédenos una entera resignación a los designios de la Providencia.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria


CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de amor, por mediación de tu Madre y Madre mía la santísima Virgen María, acepto gustoso el pacto que tú me propones de cuidar tú de mí y de mis cosas y cuidar yo de ti y de tu gloria.

Todo lo mío lo pongo en tus manos: mi familia, negocios y ocupaciones; mi cuerpo con sus sentidos, salud y vida; mi alma con sus potencias, virtudes y méritos; mi propia salvación y santificación. Cuida tú de mí.

     Yo en cambio cuidaré de ti: de glorificarte cuanto pueda. Te prometo contribuir con comuniones, misas, rosarios, oraciones y jaculatorias; con la paciencia en sufrir las cruces ordinarias de la vida; con el fiel cumplimiento de las obligaciones de mi estado; con la propaganda, con el ejemplo, de palabra y por escrito, a darte toda gloria y reparación que me sea posible. Quiero extender por todo el mundo tu Reinado de Amor. Hazme perfectísimo amante y apóstol de tu amantísimo Corazón. Amén.

            ¡Todo sea por ti, Corazón Sacratísimo de Jesús!
            ¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío!
            ¡Dulce Corazón de María, sé nuestra salvación!

PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A SUS DEVOTOS

Promesas del Sagrado Corazón de 

Jesús


a sus devotos

(De los escritos de santa Margarita María de Alacoque)



1. Reinaré a pesar de mis enemigos.


2. Daré a mis devotos todas las gracias necesarias a su estado.


3. Pondré paz en sus familias.


4. Los aliviaré en sus trabajos.


5. Bendeciré todas sus empresas.


6. Los consolaré en sus penas.


7. Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo en la muerte.


8. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el océano infinito de misericordia.


9. Las almas tibias se harán fervorosas.


10. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.


11. Bendeciré las casas en las que mi imagen sea expuesta y honrada.



12.  No dejaré morir eternamente a ningún devoto que se haya consagrado a mi divino Corazón.



13. Derramaré la unción de mi caridad sobre las comunidades religiosas que se pongan bajo mi especial protección y seré su salvaguardia en sus caídas.



14.  Los que trabajen en la salvación de las almas lo harán con éxito y sabrán el arte de conmover los corazones más empedernidos, si tienen una tierna devoción a mi Corazón divino y trabajan por inspirarla y establecerla en todas partes.


15.  Las personas que propaguen esta devoción  recibirán por ello grandes recompensas y tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de él.



16.  Prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia ni sin recibir los Sacramentos, y mi Corazón será su seguro refugio en aquella hora.


LA ASCENSION DE NUESTRO SEÑOR

 LA ASCENSION DE NUESTRO SEÑOR [*]





La inefable sucesión de los misterios del Hombre-Dios está a punto de recibir su último complemento. Pero el gozo de la tierra ha subido hasta los cielos; las jerarquías angélicas se disponen a recibir al jefe que les fue prometido, y sus príncipes están esperando a las puertas, prestos a levantarlas cuando resuene la señal de la llegada del triunfador. Las almas santas, libertadas del limbo hace cuarenta días, aguardan el dichoso momento en que el camino del cielo, cerrado por el pecado, se abra para que puedan entrar ellas en pos de su Redentor. La hora apremia, es tiempo que el divino Resucitado se muestre y reciba los adioses de los que le esperan hora por hora y a quienes El dejará aún en este valle de lágrimas,

EN EL CENÁCULO. — Súbitamente aparece en medio del Cenáculo. El corazón de María ha saltado de gozo, los discípulos y las santas mujeres adoran con ternura al que se muestra aquí abajo por última vez. Jesús se digna tomar asiento en la mesa con ellos; condesciende hasta tomar parte aún en una cena, pero ya no con el fin de asegurarles su resurrección, pues sabe que no dudan; sino que en el momento de ir a sentarse a la diestra del Padre, quiere darles esta prueba tan querida de su divina familiaridad. ¡Oh cena inefable, en que María goza por última vez en este mundo del encanto de sentarse al lado de su Hijo, en que la Iglesia representada por los discípulos y por las santas mujeres está aún presidida visiblemente por su Jefe y su Esposo!

¿Quién podría expresar el respeto, el recogimiento, la atención de los comensales y describir sus miradas fijas con tanto amor sobre el Maestro tan amado? Anhelan oír una vez más su palabra; ¡les será tan grata en estos momentos de despedida!... Por fin Jesús comienza a hablar; pero su acento es más grave que tierno. Comienza echándoles en cara la incredulidad con que acogieron la noticia de su resurrección en el momento[1]de confiarles la más imponente misión que haya sido transmitida a los hombres, quiere invitarles a la humildad. Dentro de pocos días serán los oráculos del mundo, el mundo creerá sus palabras y creerá lo que él no ha visto, lo que sólo ellos han visto.
La fe pone a los hombres en relación con Dios; y esta fe no la han tenido, desde el principio, ellos mismos: Jesús quiere recibir de ellos la última reparación por su incredulidad pasada, a fin de establecer su apostolado sobre la humildad.