1.
Santa María Faustina Kowalska,
apóstol de la divina Misericordia, conocida
actualmente en el mundo entero, ha sido incluida por los teólogos
entre los destacados místicos de la Iglesia.
Nació como la
tercera hija entre diez hermanos de una pobre y piadosa familia campesina de la
aldea de Glogowiec. En el santo bautizo,
celebrado en la iglesia parroquial de Swinice Warckie, se le impuso el nombre
de Elena. Desde pequeña se destacó por
la piedad, el amor a la oración, la laboriosidad y la obediencia, y por una
gran sensibilidad ante la pobreza humana.
Su educación escolar no duró ni siquiera tres años: al cumplir 14 años abandonó la casa familiar
para trabajar de sirviente en Aleksandrów y Lodz, y mantenerse a sí misma y
ayudar a sus padres.
Ya desde los 7 años
Elena sintió en su alma el llamado a la vida religiosa (dos años antes de
recibir la Primera Comunión), pero sus padres no le dieron el permiso para que
entrara en el convento. Ante la
negativa, la niña intentó apagar dentro de sí el llamado de Dios; sin embargo,
apresurada por la visión de Cristo sufriente y las palabras de reproche: “¿Hasta
cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañarás?” (Diario, 9) empezó a
buscar ser aceptada en algún convento.
Pero donde llamaba la despedían.
Finalmente, el 1 de agosto de 1925, pasó el umbral de la clausura de la
casa de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia,
en la calle Zytnia, en Varsovia. En su
Diario confesó: “Me pareció que entré en
la vida del paraíso. De mi corazón brotó
una sola oración, la de acción de gracias” (Diario, 17).