martes, 2 de julio de 2013

SAN BERNARDINO REALINO, Confesor

2 de julio

SAN BERNARDINO REALINO (*) Confesor 

   
   Con San Bernardino Realino ocurrió un hecho insólito que tal vez sea el único caso en el Santoral: Sin esperar a que traspasase el umbral de la muerte fue nombrado patrono celestial de la ciudad de Lecce, donde murió.


   Ocurrió a comienzos de 1616. Por toda la ciudad corrió el rumor de que el padre Bernardino Realino, que había sido su apóstol durante cuarenta y dos años, estaba a punto de muerte. Era por entonces alcalde de la ciudad Segismundo Rapana, hombre previsor y decidido. Informado de la gravedad del "Santo Bernardino", se presenta con una comisión del Ayuntamiento en el colegio de los jesuitas. Los guardias le abren paso entre el gentío que se ha formado en la portería del colegio. Llegado a la presencia del moribundo, saca de su casaca un documento que llevaba preparado y lo lee delante de todos:

   "Grande es nuestro dolor, oh padre muy amado, al ver que nos dejáis, pues nuestro más ardiente deseo sería que os quedarais para siempre entre nosotros. No queriendo, sin embargo, oponernos a la voluntad de Dios, que os convida con el cielo, deseamos, por lo menos, encomendaros a nosotros mismos y a toda esta ciudad, tan amada por vos, y que tanto os ha amado y reverenciado. Así lo haréis, oh padre, por vuestra inagotable caridad, la cual nos permite esperar que queráis ser nuestro protector y patrono en el paraíso, pues por tal os elegimos desde ahora para siempre, seguros de que nos aceptaréis por fieles siervos e hijos, ya que con vuestra ausencia nos dejáis sumergidos en el más profundo dolor."

   El anciano padre, acabado como estaba por la enfermedad, hizo un supremo esfuerzo y pudo, al fin, pronunciar un "Sí, señores" que llenó al alcalde y a toda la ciudad de inmenso júbilo.


MARTES DE LA DECIMOTERCERA SEMANA


PRIMERA LECTURA
El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego
Lectura del libro del Génesis 19, 15-29
En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot:
–Vamos, toma a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, para que no perezcan por culpa de Sodoma.
Y como no se decidía, les agarraron de la mano a él, a su mujer y a las dos hijas –el Señor los perdonaba–, los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad. Y cuando los sacaron fuera, le dijeron:
–Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega ponte a salvo en los montes, para no perecer.
Lot les respondió:
–No, por favor. Vuestro siervo ha alcanzado vuestro favor, pues me habéis tratado con gran misericordia, salvándome la vida yo no puedo ponerme a salvo en los montes, la desgracia me alcanzará y moriré. Mira, hay ahí cerca una ciudad pequeña, donde puedo refugiarme y salvar la vida. La ciudad es pequeña, y yo quedaré vivo.
Le contestó:
–Accedo a lo que pides, no arrasaré la ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues allá.
Por eso se llama la ciudad Zoar.
Salía el sol cuando Lot llegó a Zoar.
El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega; los habitantes de las ciudades y la hierba del campo.
La mujer de Lot miró atrás, y se convirtió en estatua de sal.
Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado delante del Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como humo de horno.
Cuando el Señor destruyó las ciudades de la vega, se acordó de Abrahán y sacó a Lot de la catástrofe, al arrasar las ciudades en que había vivido Lot.
Palabra del Señor.

Salmo responsorial Sal 25, 2-3.9-10. 11-12
R.  Tengo ante mis ojos, Señor, tu bondad.
Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón;
porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad. R.
No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos. R.
Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano,
en la asamblea bendeciré al Señor. R.

EVANGELIO
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y vino una gran calma
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole:
–¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
El les dijo:
–¡Cobardes! ¡Qué poca fe!
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados:
–¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!

Palabra del Señor.