21 de octubre
SAN SEVERINO,*
Obispo y Confesor
SAN SEVERINO,*
Obispo y Confesor
¡Insensato!
  esta misma noche se te ha de exigir
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).
   San
  Severino, que vivía en tiempos de San Martín, fue advertido por una música celestial de la muerte
  de este gran servidor de Dios. Un anacoreta, que supo por  revelación que tendría el mismo grado de
  gloria en el cielo que el obispo Severino, dejó el desierto para ir a visitarlo, y asombróse vivamente de
  verlo espléndidamente servido y magníficamente alojado. Dios le hizo entonces conocer que San Severino
  tenía menos apego a sus bienes y a sus honores que el que tenía él mismo a su cántaro de agua.
    I. Todos los hombres deben temer la muerte, porque es seguida de un juicio terrible y nadie sabe
 si es digno de amor o de odio. San Hilarión, el abad Agatón y muchos otros grandes santos han temblado
 en la hora de la muerte: ¿eres tú más santo que estos ilustres penitentes? Ten presente que no pueden
 adoptarse bastantes precauciones en un asunto que no se ventila sino una sola vez, que no se puede reparar
 y donde se juega una eternidad de dicha o de infelicidad.
    II. Pecadores, pensad en la muerte y
 despreciaréis los bienes del mundo y trabajaréis por la salvación de 
vuestra alma.
 Avaro, morirás; ¿a quién pasarán tus tesoros? Voluptuoso, ¿qué te 
quedará de tus placeres? Orgulloso, ¿de qué te servirán tus honores? 
¿Qué desearás, qué temerás, qué te afligirá en la hora de la muerte? 
Piensa ahora en ello.
 ¡Oh muerte, cuán amargo es tu pensamiento para el hombre que vive en paz en medio de sus bienes! (Eclesiastés). 
    III. Justos o pecadores, quienquiera seáis, iréis a 
la casa de vuestra eternidad, descenderéis a la tumba; vuestros amigos, 
vuestros bienes, vuestros
 placeres, vuestros honores os abandonarán, nada os quedará fuera de un 
lúgubre sepulcro. Iréis, no sabéis ni cuándo ni cómo. Iréis, pero de 
allí no volveréis; es la casa de la eternidad, donde se está para 
siempre. Ya no quiero en adelante pensar sino en morir bien; es la 
verdadera filosofía del cristiano. El hombre irá
 a la casa de su eternidad.  (Eclesiastés).
El pensamiento de la muerte
Orad por los agonizantes.
Orad por los agonizantes.
ORACIÓN
   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Severino, vuestro
confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J.
C. N. S. Amén.
* Santoral
    de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION,
    Buenos Aires, 1982)