miércoles, 8 de mayo de 2013

NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN


NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
REINA DE LA ARGENTINA
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   Desde siempre y para siempre, la Argentina fue y será tierra de María Santísima. Heredó de España su fervor mariano, y ese fervor fue transmitido a través de las generaciones. Los grandes hombres que forjaron nuestra Nación, han tenido entrañable amor a la Madre de Dios, y lo han manifestado de mil formas con viril ternura. Ellos han reconocido y proclamado a María como Reina de este suelo bendito, porque vieron con gozo patriótico, la predilección de la Excelsa Señora por nuestra Nación. Vieron Su voluntad de reinar en cada hogar, en cada pueblo, en cada provincia. Reconocieron las gracias sin fin que derrama sobre quienes a Ella acuden en los Santuarios donde se veneran sus prodigiosas Imágenes, que coronaron solemnemente, en tanto, junto con el pueblo fiel, dejaban a sus plantas infinidad de obsequios de gratitud y amor.
   Nada ni nadie podrá quitar esta gracia que la bondad infinita de Dios quiso concedernos. Es un privilegio que no merecemos, pero que es innegable. María Santísima es la Reina de la Argentina, Madre amorosa de todos sus habitantes, aún de aquellos que la desconocen o la olvidan. Es la Generala de sus Ejércitos, la Estrella que guía sus naves del mar y del aire. Es la Protectora de sus campos, la Patrona de sus caminos, de sus instituciones.
   Cuando un imperio orgulloso quiso adueñarse de estas tierras, e implantar aquí sus herejías, tuvo que humillar su poderío ante el cetro de esta gran Reina y Señora, que lo abatió con el arma invencible de todos los tiempos: el Santísimo Rosario.
   Esta es tierra de María, la bandera Argentina es un trozo de Su manto, un regalo de Su Purísimo Corazón, una señal de Su protección. Por eso nuestra bandera es la más bella, la más pura, la más santa, porque esta bandera es el mismo manto de María Inmaculada.
   María Santísima es la Reina de la Argentina. Quiso manifestarnos Su Realeza en la Imagen pequeña, sacrosanta y prodigiosa de Luján. Eligió Ella misma esa Villa como sede de Su trono para establecer Su Reino en nuestros corazones y en toda la Patria. A su magnífico Santuario quiere que acudan todos sus súbditos, sus hijos, para derramar sobre ellos toda clase de gracias y bendiciones. Allí, a los pies de Su trono de Luján, Pastores y Autoridades, y la Nación entera, unida a los otros pueblos del Plata, le juraron fidelidad y proclamaron ante la faz de la tierra Su Patronazgo y Su Realeza.
   Pero llegaron estos tiempos aciagos. Estamos invadidos por el más crudo materialismo; son tiempos de desorientación, de mentira, de muerte. El pecado todo lo destruye o corrompe. Es necesario elevar un clamor filial y confiado a la Dulce Señora, y recordar Su predilección para con nuestro pueblo, y corresponder con verdadera conversión de costumbres. Los mandamientos son pisoteados, imposible volver a ellos sin la Gracia. Pero María Santísima, Medianera de todas las Gracias, hará que nuestra sociedad argentina vuelva a Dios, a condición de que cumplamos su pedido: el Santo Rosario, la penitencia, la vuelta a la ley de Dios, desterrando modas y costumbres abominables, a costa de cualquier sacrificio.
   Ella ha dado gracias especiales para que de diversa forma, pero con un mismo espíritu se trabaje por Su Reino en todos los ámbitos del país. Son almas ignoradas, obras, hechos, que el mundo no puede o no quiere ver. Unámonos todos a las órdenes de María Santísima, Nuestra Señora; la victoria y la paz han sido concedidas por Dios exclusivamente a Su Inmaculado Corazón. A El está consagrada la Argentina y Ella nos lo ha dicho: "Mi Corazón Inmaculado Triunfará".
   Unidos en el Santo Rosario y en la adoración eucarística, vol vamos nuestros ojos y nuestros corazones a la Señora de Luján, pero sin dejar de escuchar Su dulce mandato de siempre: "Haced lo que El os diga".



  • *  Revista "Regina Angelorum", del mes de agosto de 1978.

MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DE PASCUA


PRIMERA LECTURA
Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15.22-18,1
En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
– «Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido."
Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios.
Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: "Somos estirpe suya."
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.»
Al oír «resurrección de muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
– «De esto te oiremos hablar en otra ocasión.»
Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14
R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

O bien:
Aleluya.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

Aleluya  Jn 14, 16
Le pediré al Padre que os dé otro Defensor,
que esté siempre con vosotros.

EVANGELIO
El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.»

Palabra del Señor.