20 de abril
SANTA INÉS
DE MONTE PULCIANO,*
Virgen
SANTA INÉS
DE MONTE PULCIANO,*
Virgen
La bienaventurada virgen y esposa de
Jesucristo, santa Inés de Monte-Pulciano, nació en la ciudad de este nombre,
que está en la Toscana, de padres muy señalados por su nobleza y riqueza. Desde
la cuna comenzó a mostrar su devoción a Jesucristo y a la santísima Virgen; por
que cuando le ponían a los ojos alguna imagen del Señor o de su benditísima
Madre, la miraba y remiraba con visibles demostraciones de gran alegría.
Educáronla en el monasterio de las saquinas, llamadas así porque traían un
escapulario de sayal grosero; y como una abadesa de rara prudencia y virtud
visitase aquel monasterio, en viendo a la niña Inés, dijo: "No ilustrará
menos esta Inés a la religión con sus virtudes, que la otra Inés romana con su
martirio". A los catorce años mostraba tanto seso y prudencia, que no
dudaron en encomendarle la administración de las cosas temporales del convento,
y a la edad de diez y ocho años, con la bendición del sumo pontífice Nicolás
IV, fue nombrada superiora del convento que se acababa de fundar en Proceno, en
el condado de Orvieto. Ayunaba todos los días a pan y agua, dormía sobre la
desnuda tierra, reclinando la cabeza sobre una piedra: pero, ¿quién podrá
explicar los favores extraordinarios que recibía del cielo, las apariciones de
los ángeles, de santo Domingo, de san Francisco, y de su dulcísimo Esposo Jesús,
con quien familiarmente conversaba con celestial suavidad y regalo? ¿Quién
podrá decir los milagros que obró el Señor por esta santa virgen y el fruto que
causó en muchos pecadores con su santa vida y conversación? Sintieron mucho los
vecinos de Monte-Pulciano la ausencia de sor Inés, que estaba en Proceno, y
acordándose del deseo que tenía la santa siendo niña, de ver convertido en
convento de penitencia una casa de mujeres públicas que había en la entrada
de la ciudad, determinaron ponerlo por obra a todo trance a trueque de que
viniese la santa. Entonces cedió el amor del retiro, al celo de las almas,
fundó aquel nuevo monasterio, y entabló en él la primitiva regla de san
Agustín, según el instituto y espíritu de santo Domingo, y en breve tiempo
floreció la pureza de muchas santísimas vírgenes, donde tenían su asiento los
vicios más abominables. Allí hizo la santa brotar un manantial de agua viva, de
virtud muy prodigiosa para curar todo género de enfermedades, que hasta hoy se
llama el agua de santa Inés. Finalmente, a los cuarenta y tres
años de su vida pasó a gozar de la eterna gloria de su Divino Esposo, haciendo
el Señor glorioso su sepulcro con muchos milagros.
REFLEXIÓN
En el ardiente celo que manifestó esta
santa virgen, convirtiendo aquel lodazal de vicios en jardín de flores
celestiales, echarás de ver la inmaculada pureza que inspira nuestra santísima
Religión a todos los que de veras la profesan. Por el contrario, la impiedad
infernal de los modernos sectarios y apóstatas, multiplica cada día las
tentaciones sensuales y lazos de Lucifer para acabar con la honestidad y fe de
los católicos. «Está resuelto en nuestras logias, dice un documento muy
conocido de la suprema Venta de los masones, que es menester popularizar al
vicio para matar la fe: que lo respiren los hombres por todos sus cinco
sentidos, que se saturen de él, y ya no habrá más católicos». No es nueva en el
mundo esta astucia de Satanás. La impiedad hace de los hombres bestias: la
Religión hace de las bestias hombres, y de los hombres
ángeles.
ORACIÓN
Oh Dios, que eres nuestra salud, oye
nuestras súplicas, para que así como celebramos con gozo la festividad de la
bienaventurada virgen Inés, así alcancemos el fervor de una piadosa
devoción. Por J. C. N. S.
- * Sacado de: "FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA", (Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.