martes, 20 de marzo de 2012

San Juan Nepomuceno, Mártir




San Juan Nepomuceno, 
Mártir
(Año 1393)


San Juan Nepomuceno, pídele al buen Dios que nos envíe muchos
y muy santos confesores.

Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno. 

Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado (o sea el segundo después del Arzobispo) lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.
Pero el rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso mandarlo asesinar. Luego el rey tuvo otro gran disgusto y consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un familiar, y el Vicario Juan Nepomuceno se le opuso rotundamente, porque esos bienes eran de la Santa Iglesia.
Entonces el rey mandó que al padre Juan lo ataran doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y que lo lanzaran al río Moldava. Fue en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura.
En 1725 (o sea más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta pero seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.
Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada.
En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA



PRIMERA LECTURA
Vi que manaba agua del lado derecho del templo,
y habrá vida dondequiera que llegue la corriente
Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo.
Del zaguán del templo manaba agua hacia levante
–el templo miraba a levante–.
El agua iba bajando por el lado derecho del templo,
al mediodía del altar.
Me sacó por la puerta septentrional
y me llevó a la puerta exterior que mira a levante.
El agua iba corriendo por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano
salió hacia levante.
Midió mil codos y me hizo atravesar las aguas:
¡agua hasta los tobillos!
Midió otros mil y me hizo cruzar las aguas:
¡agua hasta las rodillas!
Midió otros mil y me hizo pasar:
¡agua hasta la cintura!
Midió otros mil. Era un torrente que no pude cruzar,
pues habían crecido las aguas y no se hacía pie;
era un torrente que no se podía vadear.
Me dijo entonces:
– «¿Has visto, hijo de Adán?»
A la vuelta me condujo por la orilla del torrente.
Al regresar, vi a la orilla del río una gran arboleda en sus dos márgenes.
Me dijo:
– «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina,
bajarán hasta la estepa,
desembocarán en el mar de las aguas salobres
y lo sanearán.
Todos los seres vivos que bullan
allí donde desemboque la corriente, tendrán vida;
y habrá peces en abundancia.
Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar
y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas,
crecerán toda clase de frutales;
no se marchitarán sus hojas
ni sus frutos se acabarán;
darán cosecha nueva cada luna,
porque los riegan aguas que manan del santuario;
su fruto será comestible
y sus hojas medicinales.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9 (R.: 8)
R. El Señor de los ejércitos está con nosotros,
      nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R.

Versículo antes del evangelio Sal 50, 12a. 14a
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
devuélveme la alegría de tu salvación.

EVANGELIO
Al momento aquel hombre quedó sano
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
– «¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó:
– «Señor no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»
Jesús le dice:
– «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.»
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
– «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»
Él les contestó:
– «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron:
– «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
–«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Palabra del Señor.