sábado, 22 de noviembre de 2025

Domingo XXXIV del tiempo ordinario JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO


PRIMERA LECTURA
Ungieron a David como rey de Israel
Lectura del segundo libro de Samuel 5, 1-3
En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron:
—«Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."»
Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 121, 1-2. 4-5 (R.: cf. 1)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el
nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.

SEGUNDA LECTURA
Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 12-20
Hermanos:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.

Aleluya Mc 11, 9b-10a
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

EVANGELIO
Señor, acuérdete de mí cuando llegues a tu reino
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:
—«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
—«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
—«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
Pero el otro lo increpaba:
—«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
Y decía:
—«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
Jesús le respondió:
—«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Palabra del Señor.

SANTA CECILIA, Virgen y Mártir



22 de noviembre 
SANTA CECILIA, 
Virgen y Mártir

Mira que vengo pronto:
mantén lo que tienes,
no sea que otro se lleve la corona.
(Apocalipsis, 3, 11)

   Santa Cecilia, de la ilustre familia de los Cecilios Metelos, gustaba de los cánticos sagrados y acompañábase con un instrumento cantándolos. Se preparó para el matrimonio con tres días de mortificaciones; después declaró a Valeriano su esposo, patricio pagano, que tenía a un ángel como guardián de su virginidad. Por el deseo de verlo se convirtió Valeriano, y en efecto, lo vio, llevando dos coronas, una para el mismo Valeriano y otra para su virginal esposa. Cecilia, urgida por el prefecto Almaquio, para que dijera dónde estaban sus tesoros: "Están -le dijo- en seguridad en manos de los pobres". Sufrió el martirio con su esposo y Tiburcio su cuñado.

   MEDITACIÓN
SOBRE EL BUEN USO
DE LAS GRACIAS DE DIOS

   I. Dios da a cada uno las gracias necesarias para alcanzar el grado de santidad a que Él lo destina. Si aprovechamos estas gracias, obtendremos otras mayores. San Valeriano escuchó los consejos de Santa Cecilia; como recompensa, Dios lo llamó al bautismo y, después, al martirio. ¿Cuántas gracias rechazas tú? Nos quejamos de que nos falta la gracia, pero podría decirse con más razón que somos nosotros quienes faltamos a la gracia. (San Bernardo).

   II. Existen gracias correspondientes a la vocación que Dios quiere que abracemos. Para recibirlas, hay que seguir el llamado del Señor; con la ayuda del cielo, las más grandes dificultades se desvanecen. Esto hace que tantas santas almas estén alegres y contentas en medio de las austeridades de la penitencia, mientras los mundanos, que han entrado a un estado de vida por capricho o interés, gimen y son desdichados en el seno de las riquezas y de los placeres.

   III. Si no correspondes a las gracias que Dios te concede, dará a otro las gracias eficaces que te estaban destinadas. Así, San Matías ocupó el lugar del traidor Judas y obtuvo su corona. ¡Qué pena para este pérfido ver, desde el fondo del infierno, el lugar que hubiera ocupado en el cielo entre los Apóstoles, si hubiera correspondido a su vocación!  ¡Ah! cuán admirable es Dios cuando nos atrae hacia Él: mas, ¡cuán terrible cuando nos abandona! (San Agustín).

El buen uso de las gracias 
Orad por las Vírgenes.

ORACIÓN
   Oh Dios, que todos los años nos regocijáis con la solemnidad de la bienaventurada Cecilia, vuestra virgen y mártir, haced que al ofrecerle el tributo de nuestros homenajes, imitemos la santidad de su vida. Por J. C. N. S. Amén.

SÁBADO DE LA TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Por el daño que hice en Jerusalén muero de tristeza
Lectura del primer libro de los Macabeos 6, 1-13
En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte, cuando se enteró de que había en Persia una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas dejadas allí por Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, que en otro tiempo había sido rey de Grecia.
Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle.
Antíoco tuvo que huir, y emprendió el viaje de vuelta a Babilonia, apesadumbrado.
Entonces llegó a Persia un mensajero, con la noticia de que la expedición militar contra Judea había fracasado: Lisias, que había ido como caudillo de un ejército poderoso, había huido ante el enemigo; los judíos, sintiéndose fuertes con las armas y pertrechos y el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado el arca sacrílega construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes y habían hecho lo mismo en Betsur, ciudad que pertenecía al rey.
Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que tuvo una gran depresión, porque no le habían salido las cosas como quería.
Allí pasó muchos días, cada vez más deprimido.
Pensó que se moría, llamó a todos sus amigos y les dijo: El sueño ha huido de mis ojos; me siento abrumado de pena, y me digo: ¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, que era feliz y querido cuando era poderoso! Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando todo el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judea, sin motivo.
Reconozco que por eso me han venido estas desgracias.
Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19
V/. Gozaré, Señor, de tu salvación.
R/. Gozaré, Señor, de tu salvación.

V/. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R/.

V/. Porque mis enemigos retrocedieron, cayeron y perecieron ante tu rostro.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. R/.

V/. Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El no olvida jamás al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá. R/.


EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano».
Pues bien, había siete hermanos el primero se casó y murió sin hijos.
Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos.
Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó: En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán.
Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob».
No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Intervinieron unos letrados: Bien dicho, Maestro.
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.


Palabra del Señor.