viernes, 30 de marzo de 2012

CORONA DE LOS SIETE DOLORES

SAN JUAN CLÍMACO, ABAD

San Juan Címaco, Abad
30 de marzo

SAN JUAN CLÍMACO, 
 
Abad
El mundo pasa con su concupiscencia.
Mas el que hace la voluntad de Dios
permanece eternamente.

(1 Juan, 2,17).




   San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.





MEDITACIÓN
SOBRE LOS TRES GRADOS
DE LA SUBIDA HACIA DIOS
I. El primer grado de la perfección es el desprecio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible. sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia, y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados.
   II. El segundo grado es la abnegación de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida.
   III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor. (San Agustín).




El deseo de la perfección
Orad por los que tienen vocación religiosa.
ORACIÓN
      Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén.

VIERNES V SEMANA CUARESMA


VIERNES
PRIMERA LECTURA
El Señor está conmigo, como fuerte soldado
Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13
Oía el cuchicheo de la gente:
«Pavor en torno;
delatadlo, vamos a delatarlo.»
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si se deja seducir, y lo abatiremos,
lo cogeremos y nos vengaremos de él.»
Pero el Señor está conmigo,
como fuerte soldado;
mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo.
Se avergonzarán de su fracaso
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo
y sondeas lo íntimo del corazón,
que yo vea la venganza que tomas de ellos,
porque a ti encomendé mi causa.
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7  (R.:7)
R. En el peligro invoqué al Señor,
      y me escuchó.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, pena mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R.

Versículo antes del evangelio Jn 6, 63b. 68b
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida;
tú tienes palabras de vida eterna.

EVANGELIO
Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.  Él les replicó:
– «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»
Los judíos le contestaron:
– «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»
Jesús les replicó:
– «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
– «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor.