martes, 7 de agosto de 2012

SAN CAYETANO, Confesor


7 de agosto 
SAN CAYETANO,
Confesor


No os inquietéis, diciendo: ¿Qué comeremos?
como hacen los paganos; 
 o ¿qué beberemos?
 o ¿con qué nos cubriremos?, que bien sabe vuestro Padre
la necesidad
 que de estas cosas tenéis.
(Mateo, 6, 31-32).
   
   San Cayetano, nacido en Vicenza, llamó la atención desde su infancia por una inocencia tan grande de costumbres, que se le llamaba el Santo. Como supiera que el Papa Julio II quería elevarlo a las dignidades eclesiásticas, dejó la corte de Roma y fundó una Orden de Clérigos Regulares, llamados Teatinos, a los cuales estableció como regla que nada poseyesen, ni pidiesen, y que viviesen únicamente de las limosnas espontáneamente ofrecidas por los fieles. Se consagró a Dios con Pedro Caraffa, mediante votos solemnes. Pedro Caraffa, obispo de Teati, fue después elegido Papa con el nombre de Pablo IV. San Cayetano murió siendo superior de su Orden, en Nápoles, el 7 de agosto de 1547.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA POBREZA
 

   I. No puede imaginarse pobreza más rigurosa que la que este santo estableció en su Orden; si tú no puedes abrazarla enteramente, por lo menos desase tu corazón de las riquezas que posees. No te entristezcas cuando algo te falte; alégrate, más bien, de participar de la pobreza de Jesucristo al nacer y morir. No te acongojes, tampoco, por lo porvenir. Espera en Dios, haz el bien, y te alimentará con sus riquezas. (El Salmista).

   II. Basta cualquier accidente adverso para que te veas despojado de todos tus bienes. No te fíes, pues, en tus riquezas y no te afanes por adquirir otras nuevas. Si vives según la recta razón y las máximas del Evangelio, no te hará falta sino muy poco para tu vida, y siempre estarás contento. Si, en cambio, sigues los deseos desordenados de tu corazón, ni todos los tesoros de las Indias podrían satisfacerte.

   III. Comenzaste tu vida en la pobreza y lo mismo la acabarás. ¿Para qué, pues, tomarte tanta pena en amasar una fortuna de la que no podrás gozar sino durante el breve intervalo que separa tu nacimiento de tu muerte? Emplea ese tiempo tan corto, más bien, en acumular en el cielo tesoros de que puedas gozar durante toda la eternidad. Es absurdo que quien entró desnudo al mundo, y a quien desnudo recibió la Iglesia, quiera entrar rico en el reino de los cielos. (San Máximo).

 La confianza en Dios
Rogad por los pobres.

ORACIÓN
   Oh Dios, que habéis concedido a San Cayetano la gracia de imitar la manera de vivir de los Apóstoles, acordadnos, siguiendo su ejemplo y por su intercesión, la gracia de poner siempre en Vos nuestra confianza y no desear más que los bienes del cielo. Por J. C. N. S. Amén.

MARTES DE LA DECIMOCTAVA SEMANA




PRIMERA LECTURA
Por la muchedumbre de tus pecados te he tratado así. Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob
Lectura del Profeta Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22
Palabra que recibió Jeremías del Señor:
Así dice el Señor Dios de Israel:
–Escribe en un libro todas las palabras que he dicho.
Porque así dice el Señor:
–Tu fractura es incurable,
tu herida está enconada;
no hay remedio para tu llaga,
no hay medicinas que te cierren la herida.
Tus amigos te olvidaron, ya no te buscan,
porque te alcanzó el golpe enemigo,
un cruel escarmiento;
por el número de tus crímenes,
por la muchedumbre de tus pecados.
¿Por qué gritas por tu herida?
Tu llaga es incurable:
por el número de tus crímenes,
por la muchedumbre de tus pecados
te he tratado así.
Así dice el Señor:
–Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob,
me compadeceré de sus moradas;
sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad,
su palacio se asentará en su puesto.
De ella saldrán alabanzas
y gritos de alegría.
Los multiplicaré y no disminuirán,
los honraré y no serán despreciados.
Serán sus hijos como en otro tiempo,
la asamblea será estable en mi presencia.
Castigaré a sus opresores.
Saldrá de ella un príncipe,
su señor saldrá de en medio de ella;
me lo acercaré y se llegará a mí,
pues, ¿quién, si no, se atrevería
a acercarse a mí? –oráculo del Señor–.
Vosotros seréis mi pueblo
y yo seré vuestro Dios.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 101, 16-18. 19-21. 29 y 22-23
R.  El Señor reconstruyó Sión y apareció en su gloria.
Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca su gloria,
y se vuelva a la súplica de los indefensos
y no desprecie sus peticiones. R.
Quede esto escrito para generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor;
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar los condenados a muerte. R.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén;
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes, para dar culto al Señor. R.

EVANGELIO
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 14, 22-36
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
–¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!
Pedro le contestó:
–Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
El le dijo:
–Ven.
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
–Señor, sálvame.
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
–¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
–Realmente eres Hijo de Dios.
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret.
Y los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.