ORACIONES PARA NUESTRO TIEMPO
Nuestra Señora del Rosario de Fátima,
Madre de Dios y Madre nuestra, Corredentora del linaje humano, Mediadora de
todas las gracias, que habéis protegido a la Iglesia, desde su nacimiento y
"habéis vencido todas las herejías, en el universo mundo", que
nos habéis exhortado, en La Salette, en Lourdes y en la Cova de Iria, al
arrepentimiento y a la penitencia, que habéis vertido lágrimas, repetidas
veces, en vuestras veneradas imágenes a fin de que "no ofendamos más a
Dios", le amemos y le sirvamos fielmente y colaboremos, para que se
extienda, hasta los confines de la tierra, el reinado de Cristo, miradnos,
"con ojos de misericordia", de suerte que, en esta "hora
de tinieblas", de incredulidad, de apostasía, de universal
depravación, resplandezca en las mentes la lumbre de la fe; arda, en los
corazones, el fuego del amor a Dios; brille, en las costumbres, la virtud del
Evangelio; reine en las naciones, el "Rey de Reyes y Dominador de los que
imperan", y se cumpla, a plenitud, vuestra maternal y alentadora promesa:
"Mi Inmaculado Corazón triunfará". Así sea.
Jaculatoria: Nuestra
Señora de Fátima, salvadnos. Proteged a la Iglesia y apresurad vuestra
victoria.
Señor, Dios Todopoderoso, en esta
confusión que ha venido a turbar a tantas almas fieles, queremos expresaros
todo nuestro amor de hijos y nuestra voluntad de mantener hacia Vos los
sentimientos de adoración profunda y de piedad confiada y filial.
Vos sois el Dios de San Juan Crisóstomo,
desterrado por haber predicado la Doctrina y la Virtud.
El Dios de Juana de Arco, llena de fe y de pureza.
El Dios de San Francisco de Asís, con corazón de niño y sencilla piedad.
El Dios de Teresa de Avila, de alma generosa e intrépida...
El Dios de Teresa de Avila, de alma generosa e intrépida...
¡Oh, Cristo Jesús!, Dios de toda
felicidad y del Calvario, inmolado por nuestros pecados, que predicasteis la
renuncia al mundo y el amor a vuestro Padre...
¡Oh, Espíritu Consolador!, enviado a
nuestras almas para purificarlas y santificarlas...
Venid a vuestra Iglesia a fin de darle
nuevo aliento y valor. Recordad a los sacerdotes que Vos sois la Verdad y la
Vida, que no hay otro nombre por el que podamos ser salvados... Renovad en
ellos la fe en la Iglesia, vuestra única esposa, y la sumisión a su autoridad
infalible...
Consolad y fortificad a vuestros fieles,
aquellos que no saben ya adónde ir porque su clero o sus periódicos les
predican un Evangelio distinto. Decid a estos fieles desconcertados cómo el
Evangelio de su infancia permanece como la sola Palabra, y que no hay otro Dios
que Vos, Señor.
Que no se dejen arrastrar por los falsos
profetas a llamar bien lo que es mal, verdad lo que error, espíritu del
Concilio lo que es desobediencia...
Santa Virgen María, Reina del Cielo y
muralla contra las herejías, sed nuestra luz y nuestra abogada para que
guardemos el camino de la Verdad en una caridad inquebrantable, pero sin
dejamos engañar por los lobos vestidos de oveja que quieren conducimos a la
adoración del Mundo.
P. Coache