lunes, 2 de septiembre de 2024

SAN ANTOLÍN o SAN ANTONINO, Mártir

                                                          2 de septiembre


SAN ANTOLÍN o 
SAN ANTONINO, Mártir

Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración
 continuada, si la intención persevera  fervorosa. Hablar mucho en
 la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas:
 orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a

 quien suplicamos,  pues, de ordinario, este negocio se trata mejor
 con gemidos que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras.
(San Agustín: Carta 121 a Proba).

   Aún no se ha podido identificar exactamente a este confesor de la fe, pues mientras unos historiadores le hacen descendiente de los reyes visigodos y natural (en España) de la Galia Narbonense, otros le tienen por discípulo de San Dionisio de París y enviado por él a Arlés como primer obispo y apóstol de esta ciudad. Desde los tiempos del rey Sancho el Mayor (siglo x), se le venera en Palencia, que se cree posesora de sus reliquias y le celebra como su Patrono.

SAN AGRICOLA, Obispo y Confesor

2 de septiembre
SAN AGRICOLA,
Obispo y Confesor

 
No bajemos los ojos sin humillar el
  corazón al mismo tiempo; no demos a
entender que queremos el último

lugar sin quererlo verdaderamente
(San Francisco de Sales).

A San Agricola, Patrón de Avignon, a veces se lo llama "Agricola de Avignon". Nació en el año 630, y era hijo de San Magno, senador galo-romano, quien al quedar viudo, se hizo monje y llegó a ser obispo. A la edad de 14 años, Agrícola, se mudó a Lerins, la sede de su padre. Allí,  teniendo 16 años, entró en un monasterio como monje, y fue ordenado sacerdote.  En el año 660, fue nombrado coadjutor de su padre, sucediéndolo en la sede de Avignon en 670. Hizo edificar una iglesia y un convento benedictino en Avignon. Cobró fama como buen predicador y por su caridad y defensa de los pobres y enfermos contra las autoridades civiles. Murió por causas naturales, en 700.

LUNES DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Os he anunciado el testimonio de Cristo crucificado
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 2, 1-5
Hermanos: Cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.
Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 118, 97. 98. 99. 100. 101. 102.
V/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

V/. Cuánto amo tu voluntad: todo el día la estoy meditando. R/.

V/. Tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, siempre me acompaña. R/.

V/. Soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos. R/.

V/. Soy más sagaz que los ancianos, porque cumplo tus leyes. R/.

V/. Aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra. R/.

V/. No me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido. R/.



EVANGELIO
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.
Ningún profeta es bien mirado en su tierra
+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura.
Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Y Jesús les dijo: Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo» : haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Y añadió: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.
Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor