viernes, 22 de noviembre de 2024

SANTA CECILIA, Virgen y Mártir



22 de noviembre 
SANTA CECILIA, 
Virgen y Mártir

Mira que vengo pronto:
mantén lo que tienes,
no sea que otro se lleve la corona.
(Apocalipsis, 3, 11)

   Santa Cecilia, de la ilustre familia de los Cecilios Metelos, gustaba de los cánticos sagrados y acompañábase con un instrumento cantándolos. Se preparó para el matrimonio con tres días de mortificaciones; después declaró a Valeriano su esposo, patricio pagano, que tenía a un ángel como guardián de su virginidad. Por el deseo de verlo se convirtió Valeriano, y en efecto, lo vio, llevando dos coronas, una para el mismo Valeriano y otra para su virginal esposa. Cecilia, urgida por el prefecto Almaquio, para que dijera dónde estaban sus tesoros: "Están -le dijo- en seguridad en manos de los pobres". Sufrió el martirio con su esposo y Tiburcio su cuñado.

   MEDITACIÓN
SOBRE EL BUEN USO
DE LAS GRACIAS DE DIOS

   I. Dios da a cada uno las gracias necesarias para alcanzar el grado de santidad a que Él lo destina. Si aprovechamos estas gracias, obtendremos otras mayores. San Valeriano escuchó los consejos de Santa Cecilia; como recompensa, Dios lo llamó al bautismo y, después, al martirio. ¿Cuántas gracias rechazas tú? Nos quejamos de que nos falta la gracia, pero podría decirse con más razón que somos nosotros quienes faltamos a la gracia. (San Bernardo).

   II. Existen gracias correspondientes a la vocación que Dios quiere que abracemos. Para recibirlas, hay que seguir el llamado del Señor; con la ayuda del cielo, las más grandes dificultades se desvanecen. Esto hace que tantas santas almas estén alegres y contentas en medio de las austeridades de la penitencia, mientras los mundanos, que han entrado a un estado de vida por capricho o interés, gimen y son desdichados en el seno de las riquezas y de los placeres.

   III. Si no correspondes a las gracias que Dios te concede, dará a otro las gracias eficaces que te estaban destinadas. Así, San Matías ocupó el lugar del traidor Judas y obtuvo su corona. ¡Qué pena para este pérfido ver, desde el fondo del infierno, el lugar que hubiera ocupado en el cielo entre los Apóstoles, si hubiera correspondido a su vocación!  ¡Ah! cuán admirable es Dios cuando nos atrae hacia Él: mas, ¡cuán terrible cuando nos abandona! (San Agustín).

El buen uso de las gracias 
Orad por las Vírgenes.

ORACIÓN
   Oh Dios, que todos los años nos regocijáis con la solemnidad de la bienaventurada Cecilia, vuestra virgen y mártir, haced que al ofrecerle el tributo de nuestros homenajes, imitemos la santidad de su vida. Por J. C. N. S. Amén.

VIERNES DE LA TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Cogí el librito y me lo comí

Lectura del libro del Apocalipsis 10, 8-11

Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo diciendo: Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra.
Me acerqué al ángel y le dije: Dame el librito.
El me contestó: Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor.
Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago.
Entonces me dijeron: Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131
V/. Qué dulce al paladar tu promesa.
R/. Qué dulce al paladar tu promesa.


V/. Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas. R/.


V/. Tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros. R/.


V/. Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R/.


V/. Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca. R/.


V/. Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. R/.


V/. Abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos. R/.



EVANGELIO
Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19, 45-48

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos».
Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Palabra del Señor.