4 de enero
SAN GREGORIO*
Obispo y Confesor
Yo os digo que de cualquier palabra ociosa
que hablaren los hombres han de dar
cuenta en el día del juicio.
(Mateo, 12, 36).
que hablaren los hombres han de dar
cuenta en el día del juicio.
(Mateo, 12, 36).
San Gregorio, obispo de Langres, no se
contentó con librar posesos y curar enfermos mientras vivió; en el momento en
que llevaban a enterrar sus despojos mortales, hizo que se rompiesen las
cadenas de los prisioneros que se encontraban a su paso. Fue su vida una
oración continua. En medio de la noche iba a la iglesia a orar a Dios, y,
en llegando, abríanse las puertas por sí solas. Constituía su alimento
un poco de pan de cebada y su bebida un poco de agua. ¡Qué fácil es dar cuenta
a Dios de nuestros actos cuando hemos conformado nuestra vida con
la que Él mismo vivió sobre la tierra! San Gregorio murió en el año 539.
MEDITACIÓN SOBRE
EL JUICIO PARTICULAR
EL JUICIO PARTICULAR
I. Después de tu muerte darás cuenta de toda
tu vida. Es lo que enseña el Evangelio. No lo dudas, puesto que eres cristiano.
Pero, ¿comprendes bien que entraña esta verdad? Dios sabe todo lo que has hecho,
lo que has dicho y lo que has pensado, aun lo más secreto: te pedirá cuenta
sobre ello. ¡Ay! en el momento de mi muerte, conoceré el estado en que
ya debo permanecer eternamente. ¡Oh momento terrible! Pensemos en él, preparémonos
para ese juicio.
II.
Es Dios quien nos juzga; es tan clarividente que nada escapa a su
conocimiento; tan justo, que castigará severamente todas nuestras faltas;
tan poderoso, que nadie puede sustraerse del rigor de su justicia. Toma medidas.
¿Qué le responderás? ¿Cómo excusarás tus pecados? ¡Ah, Señor,
olvidaos de los desórdenes de mi vida pasada, para no acordaros ya sino de
vuestra infinita misericordia!
III.
La sentencia que pronunciará este juez es inapelable; será ejecutada de
inmediato. Ni las lágrimas, ni las dádivas, ni la privanza tienen poder ante
Dios, para hacerlo revocar este funesto decreto, o para impedir su ejecución.
Depende de mi únicamente el prepararme la sentencia tal como la deseo; es
preciso que sea mi acusador y mi juez, y que me castigue a mi mismo. Debo
mantenerme preparado a dar cuenta de mi vida en cualquier momento. ¿Qué haré
yo cuando Dios me juzgue? ¿Qué responderé cuando me interrogue? (Job).
El
pensamiento del juicio
Orad por los presos.
Orad por los presos.
ORACIÓN
Os suplicamos, Dios
todopoderoso, que esta solemnidad de San Gregorio, vuestro confesor y
pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la
salvación. Amén