domingo, 21 de octubre de 2012

SAN SEVERINO, Obispo y Confesor


21 de octubre
SAN SEVERINO,*
Obispo
 y Confesor

¡Insensato! esta misma noche se te ha de exigir
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).

   San Severino, que vivía en tiempos de San Martín, fue advertido por una música celestial de la muerte de este gran servidor de Dios. Un anacoreta, que supo por  revelación que tendría el mismo grado de gloria en el cielo que el obispo Severino, dejó el desierto para ir a visitarlo, y asombróse vivamente de verlo espléndidamente servido y magníficamente alojado. Dios le hizo entonces conocer que San Severino tenía menos apego a sus bienes y a sus honores que el que tenía él mismo a su cántaro de agua.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE LOS BUENOS y LA DE LOS MALOS

   I. Todos los hombres deben temer la muerte, porque es seguida de un juicio terrible y nadie sabe si es digno de amor o de odio. San Hilarión, el abad Agatón y muchos otros grandes santos han temblado en la hora de la muerte: ¿eres tú más santo que estos ilustres penitentes? Ten presente que no pueden adoptarse bastantes precauciones en un asunto que no ventila sino una sola vez, que no se puede reparar y donde se juega una eternidad de dicha o de infelicidad.

   II. Pecadores, pensad en la muerte y despreciaréis los bienes del mundo y trabajaréis por la salvación de vuestra alma. Avaro, morirás; ¿a quién pasarán tus tesoros? Voluptuoso, ¿qué te quedará de tus placeres? Orgulloso, ¿de qué te servirán tus honores? ¿Qué desearás, qué temerás, qué te afligirá en la hora de la muerte? Piensa ahora en ello. ¡Oh muerte, cuán amargo es tu pensamiento para el hombre que vive en paz en medio de sus bienes! (Eclesiastés).

   III. Justos o pecadores, quienquiera seáis, iréis a la casa de vuestra eternidad, descenderéis a la tumba; vuestros amigos, vuestros bienes, vuestros placeres, vuestros honores os abandonarán, nada os quedará fuera de un lúgubre sepulcro. Iréis, no sabéis ni cuándo ni cómo. Iréis, pero de allí no volveréis; es la casa de la eternidad, donde se está para siempre. Ya no quiero en adelante pensar sino en morir bien; es la verdadera filosofía del cristiano. El hombre irá a la casa de su eternidad. (Eclesiastés).

El pensamiento de la muerte
Orad por los agonizantes.

ORACIÓN
   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Severino, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.




  • * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

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DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO


DOMINGO XXIX
DEL TIEMPO ORDINARIO
PRIMERA LECTURA
Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años
Lectura del libro de Isaías 53, 10-11
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
El justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 9-2 (R.:22)
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
      como lo esperamos de ti.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

SEGUNDA LECTURA
Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16
Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Palabra de Dios.

Aleluya Mc 10, 45
El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos.

EVANGELIO
El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos
+Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,35–45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
– «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó:
– «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron:
– «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó:
– «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron:
– «Lo somos.»
Jesús les dijo:
– «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santia­go y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
– «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sir­van, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
Palabra del Señor.

O bien más breve:
+Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,42-45
En aquel tiempo, Jesús, reuniendo a los Doce, les dijo:
– «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sir­van, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
Palabra del Señor.