¡Insensato! esta misma noche se te ha de exigir
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).
San Severino, que vivía en tiempos de San
Martín, fue advertido por una música celestial de la muerte de este gran
servidor de Dios. Un anacoreta, que supo por revelación que tendría el mismo
grado de gloria en el cielo que el obispo Severino, dejó el desierto para ir a
visitarlo, y asombróse vivamente de verlo espléndidamente servido y
magníficamente alojado. Dios le hizo entonces conocer que San Severino tenía
menos apego a sus bienes y a sus honores que el que tenía él mismo a su cántaro
de agua.
I. Todos los hombres deben temer la
muerte, porque es seguida de un juicio terrible y nadie sabe si es digno de
amor o de odio. San Hilarión, el abad Agatón y muchos otros grandes santos han
temblado en la hora de la muerte: ¿eres tú más santo que estos ilustres
penitentes? Ten presente que no pueden adoptarse bastantes precauciones en un
asunto que no ventila sino una sola vez, que no se puede reparar y donde se
juega una eternidad de dicha o de infelicidad.
II. Pecadores, pensad en la muerte y
despreciaréis los bienes del mundo y trabajaréis por la salvación de vuestra
alma. Avaro, morirás; ¿a quién pasarán tus tesoros? Voluptuoso, ¿qué te quedará
de tus placeres? Orgulloso, ¿de qué te servirán tus honores? ¿Qué desearás, qué
temerás, qué te afligirá en la hora de la muerte? Piensa ahora en ello. ¡Oh muerte, cuán amargo es tu
pensamiento para el hombre que vive en paz en medio de sus bienes! (Eclesiastés).
III. Justos o pecadores, quienquiera
seáis, iréis a la casa de vuestra eternidad, descenderéis a la tumba; vuestros
amigos, vuestros bienes, vuestros placeres, vuestros honores os abandonarán,
nada os quedará fuera de un lúgubre sepulcro. Iréis, no sabéis ni cuándo ni
cómo. Iréis, pero de allí no volveréis; es la casa de la eternidad, donde se está
para siempre. Ya no quiero en adelante pensar sino en morir bien; es la
verdadera filosofía del cristiano. El hombre irá a la casa de su
eternidad. (Eclesiastés).
El pensamiento de la muerte
Orad por los agonizantes.
Orad por los agonizantes.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la
augusta solemnidad del bienaventurado Severino, vuestro confesor pontífice,
aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J.
C. N. S. Amén.
- * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos
Aires, 1982)

