jueves, 9 de octubre de 2025

SAN LUIS BELTRÁN, Confesor



9 de octubre


SAN LUIS BELTRÁN,
Confesor

   En el antiguo reino de Valencia, durante el siglo XVI, no escaseaban los vicios y corrupciones, y se daban también las simulaciones lamentables de los moriscos, pero había, a pesar de todo, vida cristiana floreciente, y no faltaban esas grandes luces de santidad, por las que Cristo ilumina a su pueblo.
   Concretamente, por esos años nacieron o vivieron en el reino valenciano grandes santos, como el general de los jesuitas, nacido en Gandía, San Francisco de Borja (1510-1572), el beato franciscano Nicolás Factor (1520-1583), el franciscano de la eucaristía, San Pascual Bailón (1540-1592), y el beato Gaspar Bono, de la orden de los mínimos (1530-1604). Y en ese mismo tiempo tuvo Valencia como arzobispos al agustino Santo Tomás de Villanueva (1488-1555) y a San Juan de Ribera (1540-1592). En aquella Iglesia local había, pues, luces suficientes como para conocer el camino verdadero del Evangelio.
   En ese marco cristiano nació y creció San Luis Beltrán (1526-1581), cuya vida seguiremos con la ayuda del dominico Vicente Galduf Blasco.

SAN DIONISIO, Obispo y Mártir


9 de octubre
SAN DIONISIO,
Obispo
y Mártir



La sabiduría del mundo es locura ante Dios.
(1 Corintios, 3, 19)

   Según San Gregorio de Tours, San Dionisio, nacido en Italia, fue enviado a las Galias, hacia el año 250, con otros seis obispos misioneros. De este grupo, el que penetró más en el país fue San Dionisio, acompañado del presbítero San Rústico y del diácono San Eleuterio. Llegaron a Lutecia, hoy París, y establecieron una iglesia cristiana en una isla del Sena. Instigado por los sacerdotes de los ídolos, el gobernador romano Fescennino Sisinio lo hizo detener y decapitar, alrededor del año 275.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA PRUDENCIA

   I. Santiago en su Epístola, dice que la prudencia del mundo es terrena, animal o diabólica. La prudencia terrena es la de los avaros, la prudencia animal, la de los voluptuosos, y la prudencia diabólica, la de los ambiciosos. ¿En cuál de estas tres categorías se te puede catalogar a ti? ¿No es verdad acaso que no trabajas sino para procurarte riquezas, placeres u honores? ¿No son éstos los tres ídolos a quienes ofreces sacrificios? Les inmolas tu espíritu, les consagras tus afanes, les ofreces en holocausto tu prudencia. (Tertuliano).

   II. La prudencia del cielo desprecia estas tres clases de bienes. Desprecia las riquezas, porque no es a los ricos sino a los pobres a quienes Jesucristo promete la felicidad. Ella se priva de los placeres pasajeros de esta vida, para poder gozar de las delicias eternas en compañía de los bienaventurados. En nada cuenta la estima de los hombres: bástale la de Dios. En una palabra, desprecia todo lo que es de este mundo, para alcanzar el cielo, mientras que la sabiduría del mundo nos hace olvidar el cielo para no hacernos pensar más que en la tierra. Esta sabiduría funesta presenta ante nuestras miradas los bienes pasajeros y nos esconde los bienes eternos. (San Eusebio).

   III. Para conducirte en todo según la verdadera prudencia, piensa siempre en el fin que debes alcanzar. Hay que ir al cielo, he ahí mi gran negocio; si lo logro, soy feliz; si fracaso, todo está perdido para mí. ¿Qué medidas tomas para llegar al cielo? Proponte este fin en todas tus acciones y mira si ellas te conducen a él. Porque, después de todo, una sola cosa es necesaria.

La prudencia
Orad por vuestra patria.

ORACIÓN

   Oh Dios, que en este día armasteis a vuestro mártir pontífice San Dionisio de fuerza y de valor para soportar los tormentos, y lo asociasteis a Rústico y Eleuterio a fin de anunciar vuestra gloria a las naciones, concedednos la gracia de despreciar, imitándolos, las prosperidades del mundo y a no temer las adversidades. Por J. C. N. S. Amén.

JUEVES DE LA VIGÉSIMA SÉPTIMA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Mirad que llega el día, ardiente como un horno
Lectura del Profeta Malaquías 3, 13—4, 2a
Vuestros discursos son arrogantes contra mí ─oráculo del Señor─
Vosotros objetáis: ¿Cómo es que hablamos arrogantemente? Porque decís: No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos? ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los Ejércitos? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien, tientan a Dios, y quedan impunes.
(Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí: El Señor atendió y les escuchó.
Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre)
Me pertenecen ─dice el Señor de los Ejércitos─ como bien propio, el día que yo preparo.
Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que le sirve.
Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven.
Porque mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir dice el Señor de los Ejércitos, y no quedará de ellos ni rama ni raíz.
Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 1, 1-2a. 3. 4 y 6.
V/. Dichoso el hombre, que ha puesto su confianza en el Señor.
R/. Dichoso el hombre, que ha puesto su confianza en el Señor.

V/. Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos; ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor. R/.

V/. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

V/. No así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento, porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.


EVANGELIO
Pedid y se os dará

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene a medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos».
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra ? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente ? ¿O si  le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?


Palabra del Señor.