17 de abril
BEATA MARÍA ANA DE JESÚS,*
Virgen
BEATA MARÍA ANA DE JESÚS,*
Virgen
La extática y maravillosa virgen Maria
Ana de Jesús, nació en Madrid, de muy noble e ilustre linaje. Su padre
Luis Navarro Ladrón de Guevara servía en la corte del rey don Felipe III.
Cuando llevaban en brazos a la iglesia aquella santa niña, notaban que al
tiempo de alzar la Hostia y el Cáliz se quedaba arrobada; y cuando apenas sabía
andar por sus pies, buscaba algún lugar recogido de su casa; y allí la veían
puesta en oración delante de una imagen de nuestro Señor crucificado, bañados
los ojos en lágrimas o cercado su rostro de resplandores. Gozaba de la
presencia visible de su Ángel custodio; y platicaba de la beatísima Trinidad,
de la Encarnación del Verbo, y de la adorable Eucaristía, que son los más
inefables Misterios de nuestra divina Religión, como de cosas que más parecía
entenderlas que creerlas. Recibió la primera comunión en edad muy temprana, y
cada vez que tomaba el Pan de los ángeles, parecía transformarse en un ángel
que gozaba de Dios. Mas, ¿quién no se espantará ahora de las durísimas pruebas
por que hubo de pasar esta alma angelical? Muy presto tuvo en lugar de madre
una madrastra de condición asperísima, que la afligía sobremanera, y no le iba
el padre a la mano tanto como debiera, especialmente cuando la santa doncella
hizo voto de perpetua virginidad, contra la voluntad del padre que quería
casarla. Era ella, de gentil disposición y muy hermosa. Se cortó un día con las
tijeras la rubia cabellera, pensando que así se entibiaría el amor del que la
pretendiera por esposa. Entonces fue cuando su padre y su madrastra salieron de
sí y cargaron sobre ella una tempestad de injurias y golpes, con tanto enojo y
crueldad, como si fueran verdugos de su hija mártir. Cuando cesaron los malos
tratos, Dios permitió que su sierva se viese todo los instantes del día
fieramente atormentada por torpísimas imaginaciones y tentaciones las cuales le
duraron once años, y a todo esto se añadían penosísimas enfermedades y
agudísimos dolores, que acrisolaron como el oro su invencible paciencia. Dejó
al fin la casa de sus padres, y con la aprobación del venerable Fray Juan
Bautista, que era su confesor, y fue el fundador de los Mercedarios decalzos,
se labró una celdilla junto a la ermita de santa Bárbara, y recibió después el
hábito de nuestra Señora de la Merced de manos del Maestro general de la orden:
y en aquella pobrísima casa la visitaban hasta los príncipes, porque era muy
grande la fama de sus arrobamientos, milagros y profecías. Finalmente, después
de una vida llena de trabajos y celestiales consuelos, en un éxtasis suavísimo
entregó su alma al Señor a los cincuenta y nueve años de su
edad.
REFLEXIÓN
Los cilicios e instrumentos de penitencia
que usaba la santa, y se conservan en el convento de santa Bárbara de Madrid,
llenan de asombro y compunción a los que los miran. Llevaba pegado al pecho un
peto de espinas y a las espaldas unas cruces anchas sembradas de puntas de
hierro; en los brazos unos cilicios, y en la cabeza una corona de espinas y
solía hacer el via crucis con una pesada cruz en los hombros. La causa de esta
asombrosa mortificación no era otra sino el amor tan grande que tenía esta inocentísima
virgen a su divino Amor crucificado, y tan desagradecido e injuriado de los
hombres. Pues, ¿quién no exclamará aquí diciendo: "Esta santa virgen tan
inocente y tan penitente y yo tan pecador y tan
inmortificado".
ORACIÓN
Oh clementísimo Dios, Señor de las
virtudes, que llenaste de los dones de tu gracia a la bienaventurada María Ana,
concédenos por sus ruegos, que los que la honramos con solemnes cultos,
imitemos también sus obras. Por J. C. N. S.
- * Sacado de: "FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA”, Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.