viernes, 22 de junio de 2012

DÍA 28 DEMOS GRACIAS AL SAGRADO CORAZÓN POR LOS BENEFICIOS RECIBIDOS EN EL ORDEN DE LA NATURALEZA



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 28
DEMOS GRACIAS AL SAGRADO CORAZÓN 
 POR LOS BENEFICIOS RECIBIDOS EN EL ORDEN DE LA NATURALEZA

I

   Estos últimos días del mes de Junio los dedicaremos a la acción de gracias. Nada más digno de un corazón noble que el agradecimiento por los beneficios recibidos, y por desgracia nada más olvidado por el común de los cristianos.

   Fijémonos hoy únicamente en lo que debemos a Dios en el orden de la naturaleza. Dones suyos son esta existencia que tengo, y los medios mil con que su bondad me conserva todos los días y me la embellece. La luz que me alumbra, el pan que me sustenta, el agua que templa mi sed, el sueño que repara mis fuerzas, la creación entera que me rodea, todo ha sido puesto a mi disposición para que me sirva y me regale y me ayude a la consecución de mi nobilísimo fin. Si amanece y si anochece, si cambian las estaciones, si da la tierra sus cosechas, si resplandece en el firmamento el sol, si tiene peces el mar, y fieras la tierra, y aves el aire, si reinan en todo orden la providencia más admirable, por mí lo hizo, por mí lo ordenó Dios en admirable conjunto.

   ¿Hay corazón capaz de entonar al Supremo Hacedor el himno debido a la acción de gracias por tales y tan estupendas maravillas? Sí le hay. En el Sagrado Corazón de Jesús tiene el hombre un medio seguro con que mostrarse agradecido. ¡Oh supremo dador de todo bien! ¡Lo que nuestra lengua es incapaz de deciros, lo que nuestro corazón es pequeño para sentir como se debe, por nosotros os lo canta eternamente y os lo satisface con infinito amor e infinitas alabanzas el Sagrado Corazón de Jesús! En Él, pues, y por Él, con Él os seremos eternamente reconocidos. Mirad, Padre celestial, el Corazón de vuestro Hijo, y pagaos y satisfaceos con tan soberano don.

   Medítese unos minutos.

II

   Los beneficios de Dios no nos han sido hechos una sola vez sino que nos siguen, nos rodean, nos acompañan como luminosa atmósfera de amor en todos los instantes de nuestra vida. No resplandece más fijamente el astro del día cada mañana en el horizonte, de lo que brilla continuamente sobre mí la inefable bondad de Dios. Hasta en los males que con su adorable designio permite su Providencia sobre la tierra, encuentro motivos de agradecimiento. Porque aun prescindiendo del bien último, a cuya consecución me están infaliblemente ordenados, si de ellos me valgo, como cumple, a los designios de su soberana voluntad, ¿qué tesoros de paz y de consuelo no derrama su benéfica mano sobre cualquiera de mis tribulaciones? ¿No he hallado mil veces ser cierta aquélla expresión de que nunca se me muestra más Padre Dios que cuando me aflige? Y aun sin eso, ¿no es verdad que la sola consideración de los muchos males de que me saca libre cada día su bondad, exige de mí un continuo y amoroso reconocimiento? La enfermedad que no tengo, la persecución que no sufro, la privación que no me mortifica, son beneficios negativos, ¿pero son por eso menos apreciables? ¿Quién sino Dios tiene extendida como un escudo su mano sobre mí para librarme de tantas angustias como aquejan a otros hermanos míos?

   ¡Oh Sagrado Corazón! A Vos agradezco tan inestimables beneficios, para que me sirváis ante el Padre celestial de interprete de este mi afectuoso agradecimiento. Pase por Vos, Jesús mío, mi gratitud y adquiera en el encendido fuego de vuestro Corazón las cualidades que la hagan digna de ser admitida por el Supremo Dispensador de tantos bienes. 

   Niño soy, Dios mío, os diré con un Profeta: y no sé hablar de Vos como merecen vuestra bondad y grandeza. Hablen por mí los armoniosos acentos de gratitud y alabanza que salen eternamente del Corazón de vuestro Hijo y suplan ellos mi ruindad y cubra mi insuficiencia.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


Oración y Acto de Consagración

DÍA 27 PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR EL AUMENTO DE ESTA DEVOCIÓN EN NOSOTROS Y EN TODO EL MUNDO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 27
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, 
 POR EL AUMENTO DE ESTA DEVOCIÓN EN NOSOTROS Y EN TODO EL MUNDO

I

   ¿Podríamos dejar olvidada esta súplica entre las muchas que acabamos de dirigir estos días al Sacratísimo Corazón de nuestro muy amado Jesús? ¿Podríamos dejar de interesarnos vivamente en su presencia, para que cada día sea más y más ardiente en nosotros y en todo el mundo esta devoción? Haciéndolo secundaremos las miradas amorosas del Salvador al manifestarse en esta forma a los hombres; con esto ejerceremos en favor de ellos y por su eterna salvación el más fecundo apostolado. Ved cómo se afanan los mundanos por propagar sus ideas; ved cómo sufren por esa persecución y se exponen a crueles contratiempos. ¿Qué no podríamos hacer nosotros para extender algo más el amor a nuestro buen Jesús? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿Qué nos proponemos hacer en adelante? ¿Qué trabajos pensamos emprender en nuestra población, entre nuestros amigos o familias o por lo menos en nosotros mismos? ¿No nos espanta considerar el reproche que puede dirigirnos un día el Salvador, cuando nos muestre la cruz, espinas y heridas de su amoroso Corazón, y nos diga: "Mira lo que hice Yo por ti. ¿Qué has hecho tú por Mí?"

   ¡Oh bondadosísimo Jesús! Bien quisiera yo extender por todo el mundo, y hacer conocer a todos los hombres las riquezas de vuestro Corazón; pero ya que mis fuerzas son pocas para tan vasto apostolado, os suplico, Jesús mío, seáis Vos quien a todos se dé a conocer para que crezca cada día el número de los que os aman y sirven. Sea yo uno de ellos, soberano Rey de las almas; hacedme discípulo fiel, amigo fervoroso de vuestro Sagrado Corazón. 

   Medítese unos minutos.

II

   Grandes mercedes puede prometerse del Sagrado Corazón el que de veras se dedique a propagar entre sus hermanos y a aumentar en sí mismo esta su devoción. Oigamos las palabras del Salvador a Santa Margarita en sus revelaciones: A los que "trabajaren, dice, en extender el culto de mi Sagrado Corazón, les daré abundantemente las gracias necesarias a su estado, pondré paz en sus familias, les consolaré en sus penas, seré su amparo en vida y en muerte, bendeciré sus empresas cristianas. A los Religiosos que trabajen en la conversión de los pecadores, les daré fuerzas con que ablandar y mover los corazones más endurecidos. Las casas en que se halle expuesta mi imagen, serán llenas de mis bendiciones. Los que se dediquen a dar a conocer mi culto, tendrán su nombre escrito en mi corazón, y jamás se borrará de él".

   ¡Oh Sagrado Corazón! ¡Oh Corazón Divino, a quien solícitos hemos acudido a  festejar cada día de este devoto mes! ¡cúmplanse en nosotros, amigos vuestros, estas tan consoladoras promesas! Aquí nos tenéis para renovaros el propósito de eterna fidelidad y constancia en vuestro servicio, y en el apostolado de vuestro Corazón. Reinad en nosotros y en nuestras casas y poblaciones; presidid todos nuestros proyectos, animad todos nuestros pensamientos, que se dirijan todos a uno solo: el de promover sin descanso vuestra gloria.

   ¡Oh dulce Jesús! ¡Dichoso quien así viva en Vos, y en Vos muera! Sea este vuestro Corazón nuestro tesoro en vida para que lo sea asimismo en toda la eternidad, donde juntos os alabemos, gocemos y poseamos para siempre. Amén.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


 Oración y Acto de Consagración

DÍA 26 PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR NUESTROS HERMANOS DEL PURGATORIO



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 26
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, 
 POR NUESTROS HERMANOS DEL PURGATORIO

I

   La iglesia de Dios tiene hijos suyos necesitados aun fuera de este mundo, y tiene alivio también para estas necesidades de la otra vida. Entre los combates de la presente y el descanso final de la gloria, hay para muchas almas un plazo de expiación en que se purgan culpas todavía no purificadas, o se pagan deudas todavía no satisfechas. Este plazo de expiación, concedido por la misericordia divina y exigido por su justicia, es el Purgatorio.
   El  buen devoto del Sagrado Corazón de Jesús no puede menos de ser amigo del Purgatorio. Hay allí almas que un día fueron fervorosísimas, que oraron al pie de los mismos altares que nosotros, que sonrieron con las mismas alegrías cristianas y lloraron con idénticos dolores. Aman a Dios, le desean, tienen segura su próxima posesión. Pero esta dicha se les retarda hasta que sea completo el pago de sus atrasos. En sufragio de ellas, admite el Divino acreedor nuestras oraciones y buenas obras. ¿Quién se las negará? 
   Oh Divino Corazón! Hacedle sentir al mío un tierno afecto, un vivo interés por el alivio de estas almas hermanas mías, que nada pueden ya para sí y que todo lo esperan de nuestra caridad. Derramad sobre sus penas los tesoros de vuestro Corazón, y apresurad el dulce momento de reunirlas eternamente con Vos. 

   Medítese unos minutos.

II

    Es gran caridad la caridad para con las almas del Purgatorio. Los grandes santos han sido todos en este punto muy fervorosos. La Iglesia nos da el ejemplo mezclando en todos sus rezos y ceremonias el piadoso recuerdo de los difuntos.
   ¡Oh dulcísima comunicación la de nuestros corazones con los de estos hermanos nuestros, por medio de la oración! ¡Oh lazo misterioso, que nos permite tener amigos aun más allá de la tumba, y aleja de nosotros la idea de una separación total!
   ¡Padres, hermanos, amigos, bienhechores! ¡yo sé que me escucháis en el Corazón de Jesús y que por conducto de Él recibís y agradecéis mi cariñoso recuerdo!
   ¡Oh Corazón Divino, suavísimo intermediario de estas tiernas confidencias! Dad a esas almas la paz que por ellas os piden vuestros amigos de la tierra, a fin de que un día nos reunáis a todos, en las inefables dulzuras del cielo! Aceptad por ellas nuestras preces, nuestras limosnas, nuestra Comunión, nuestras mortificaciones, nuestra devoción a Vos. Porque sabemos que os son queridas, las recomendamos a vuestra compasión. Los méritos de vuestra vida, Pasión y muerte; las lágrimas de vuestra Madre; las virtudes de vuestros Santos; los servicios de vuestra Iglesia; todo os lo ofrecemos en pago de tales deudas, para que bondadosamente se lo apliquéis.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


Oración y Acto de Consagración

DÍA 25 PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR LOS POBRES AGONIZANTES



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 25
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, 
 POR LOS POBRES AGONIZANTES

I

   Más de ochenta mil almas, según cálculo aproximado, pasan cada día de este mundo a la eternidad. De consiguiente, más de ochenta mil personas están a todas horas en dolorosa agonía. Y ¿qué es la agonía? Son los últimos instantes concedidos a aquélla alma antes de presentarse al tremendo tribunal: Son las últimas luchas entre la gracia de Dios y la sugestión del diablo, en aquel corazón que ambos se disputan toda la vida. Son momentos preciosos, de los cuales, así puede salir una eternidad feliz, como una eternidad desventurada. Al paso que se le van acabando al cuerpo sus fuerzas; mientras va faltándole al pecho la respiración, a los ojos la luz, a los miembros el calor y el movimiento, va acercándose el alma a aquélla región pavorosa de la cual no se puede volver atrás. 

   Esto es agonizar, esto es morir. ¡Y más de ochenta mil hermanos nuestros están cada día, ahora mismo, en este preciso instante, en trance tan angustioso! Roguemos por ellos hoy y cada día al Sagrado Corazón de Jesús!

   ¡Oh Corazón Divino, que agonizaste en el Huerto  y en el Calvario! sed luz y consuelo de estos hermanos nuestros en su dolorosa agonía. Mirad bondadoso a estas almas privadas de todo humano consuelo, y que  pendientes entre el cielo que desean y el infierno que temen, colocadas entre el tiempo que les huye y la eternidad que se les viene encima, no tienen ya a quien volverse más que a Vos.

   ¡Corazón agonizante de nuestro divino Salvador! Sed Vos el bálsamo Cordial para esos hermanos nuestros en su angustiosísima situación!

   Medítese unos minutos.
II
   Un día seremos nosotros los que nos hallaremos en agonía. Lo que varias veces hemos presenciado con horror en tantos otros, por nosotros pasará y en nosotros lo verán entristecidos nuestros amigos. El color pálido, la respiración difícil, la vista fija o extraviada, el    entendimiento anublado, la voz anudada a la garganta, dirán que llegó el fin para nosotros, la hora de abandonar este mundo, al que hemos entregado, quizás con demasía, nuestro pobre corazón.

   ¡Oh adorable Corazón de Jesús! Cuando me falte todo, y todo me huya, y todo me desampare no me dejaréis Vos. ¡Oh dulce Amigo mío! De Vos espero la gota mejor de cordial que ha de fortalecer mi espíritu acongojado y calmar su agitación y zozobra; de Vos aguardo, por medio de los Santos Sacramentos, el último abrazo de paz y reconciliación.

   Pero entretanto, ochenta mil hermanos míos se hallan cada día en estas angustias, y os ruego los socorráis. Mientras como, descanso, trabajo, rezo o me divierto, ochenta mil almas se hallan pendientes en su eterna suerte de este último combate decisivo. ¡Oh amado Corazón de Jesús! Por aquellas tres amarguísimas horas que en el lecho de la cruz os vieron cielos y tierra agonizante y moribundo, socorred en tales apreturas a los hijos de vuestro Corazón

   Medítese, y pídase la gracia particular.



Oración y Acto de Consagración

DÍA 24 PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR LAS OBRAS DE PROPAGANDA CATÓLICA



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 24
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, 
 POR LAS OBRAS DE 
 
 PROPAGANDA CATÓLICA

I

   Bajo el nombre de Propaganda católica entendemos hoy día todo el conjunto de trabajos encaminados a difundir en nuestra sociedad la influencia de la Iglesia Católica y de sus instituciones contra la acción disolvente y demoledora de la Revolución que pugna por descatolizar el mundo. Pertenecen al concepto general de la Propaganda católica todos los ministerios eclesiásticos; pero de un modo muy particular se distinguen con este nombre las obras de Apostolado cristiano que ejerce bajo los auspicios de la Iglesia el mismo elemento seglar. Las sociedades de caridad, las escuelas y talleres, los periódicos y libros de apologética, las Academias de Juventud católica y asociaciones de católicos y todas las que con este o con aquel nombre, se proponen la reparación de los estragos revolucionarios, la moralización del pueblo, la protección del pobre, o simplemente el ejercicio práctico y sin respeto humano de la Religión; todo eso que constituye hoy con diversidad de organización y de medios, pero con maravillosa unidad de pensamiento, el gran cuerpo de ejército de Apostolado seglar, tantas veces bendecido por el Romano Pontífice y los Obispos, todo eso necesita, para ser eficaz, de la secreta ayuda de las oraciones de las almas fervorosas.

   Oremos, pues, hermanos míos, oremos hoy por esta imperiosa necesidad de los tiempos presentes. Oremos por esos hermanos nuestros que en la brecha y cara a cara con el enemigo, sostienen incansables, la lucha más tenaz. Oremos para que sostenga Dios sus bríos, aumente su fe, dé fuerzas a sus palabras, los libre de la vacilación y del desaliento de los contratiempos, los corone de consuelos acá y de gloria en el cielo en premio de sus combates.

   ¡ Oh Sagrado Corazón! Vos sois el jefe de esa espiritual y  generosa milicia, Vos el mote de su escudo y el lema de su bandera. Hacedlos con Vos cor unum et anima unam, un solo corazón y una sola alma, valerosos, aguerridos, dignos del todo de la santa causa que defienden y de la celestial recompensa que esperan.

   Medítese unos minutos.
II

   ¡Cuán glorioso es ese ejército creyente que, de uno a otro confín del mundo cristiano lucha sin descanso por el nombre de Cristo, mezclado, aunque no confundido, con ese otro ejército de error y corrupción que sigue la bandera de Satanás! ¡Cuán brillantes combates se libran a todas horas entre los de uno y otro bando por medio del ejército de la caridad, de la pluma, de la humana elocuencia, del franco y denodado ejemplo! ¡Cuán grato ha de ser a Dios ver alrededor del Arca Santa de la Iglesia y bajo la dirección del sacerdocio que forma el ejército permanente de ella, esos otros escuadrones improvisados, de toda edad, de todo sexo, de toda condición, que forman nuestras magníficas obras católicas! ¡Cuán digna de nuestras oraciones es esta falange batalladora, consuelo y esperanza hoy día de la atribulada Iglesia de Dios!

   Sí, roguemos, hermanos míos, roguemos al Sagrado Corazón por el aumento, prosperidad y felices resultados de la Propaganda católica en nuestros días. ¡Que latan todos los soldados a ella consagrados, con los divinos latidos del Corazón de Jesús!  ¡Que otro deseo no les mueva que el de su mayor gloria y aprovechamiento de las almas!  ¡Que otro norte no les guíe que la luz de la fe, que brille en la Santa Iglesia Romana! ¡Que no les engañe el fuego fatuo de averiadas doctrinas que tienden a disminuir la santa intransigencia del dogma católico!

   Oh Corazón Sacratísimo de Jesús! ¡Que vengan a templar sus armas en Vos, fragua de amor infinito, los soldados de nuestra fe; que las saquen de allí enrojecidas en el fuego de vuestro celo y de vuestra ardentísima caridad! ¡Que arda por ellos el mundo con esas centellas derivadas de vuestro encendido volcán! Fuego vinisteis a poner en la tierra; ¿qué queréis sino que sin cesar se avive? Avivadlo, Señor, primeramente en esos corazones que ya son vuestros, y servíos luego de ellos para las colosales empresas de vuestra santa Religión.

   Medítese, y pídase la gracia particular.



Oración y Acto de Consagración

DÍA 23 PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR LOS POBRES INCRÉDULOS Y MALOS CRISTIANOS



MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
  DÍA 23
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, 
 POR LOS POBRES INCRÉDULOS 
 
  Y MALOS CRISTIANOS

I

   Hay hermanos nuestros criados como nosotros por Dios, redimidos como nosotros por la sangre divina, destinados como nosotros para el reino eterno, y que sin embargo se obstinan en cerrar sus ojos a la luz de la verdad y permanecer apartados de la fe, en ciego y voluntario paganismo. Estos son los pobres incrédulos. ¡Cuántos de esos gentiles hay en medio de nuestra sociedad cristiana! ¡Cuántos de nuestros amigos y conocidos, y quizás parientes, no tienen de Dios y de su ley y de sus misterios mayor conocimiento que el que tiene un pobre salvaje, para quien es absolutamente desconocida la cruz! Roguemos, pues, hoy al Sagrado Corazón de Jesús por este doloroso estado de tantas almas.

   ¡Oh Jesús, Señor Nuestro! ¿Cómo puede ser que veinte siglos después de vuestra venida haya aún quien no os conozca? Abrid, ¡oh buen Jesús!, los ojos a esos ciegos del alma, Vos que a tantos alumbrasteis los del cuerpo en vuestra vida mortal, Señor, os diremos como aquel cieguito del Evangelio: Señor, ¡que vean! Que vean, que sientan, que gocen de la verdad de vuestra ley, la ternura de vuestro amor, la eficacia de vuestros Sacramentos! Que os conozcan ¡oh buen Jesús! estas pobres almas, a quienes tiene engañada la idea de que pueden salvarse por ventura, con sólo una honradez mundana, que Vos no reconoceréis como de buena ley en vuestro juicio. Rasgad, Divino Sol, las densas tinieblas en que están envueltos tantos hermanos nuestros, y que les impiden ver el espantoso abismo de la eternidad que tienen abierto a sus pies. ¡Misericordia por ellos, piadosísimo Jesús! Aceptad por ellos, Corazón Sagrado, los humildes ruegos de nuestro rendido corazón.

   Medítese unos minutos.
II

   Además de los incrédulos están los malos cristianos; es decir, aquellos que creen de verdad, pero no practican; tienen fe y no quieren dejar de ser llamados católicos, pero tienen malas costumbres y cometen criminales acciones. ¿Qué les valdrá a los infelices su creencia, si no procuran traer ajustada su conducta? ¡Ah! les valdrá sólo de mayor responsabilidad en el tribunal de Dios.

   Os pedimos también, amorosísimo Corazón de nuestro Jesús, por esos malos cristianos cuya vida criminal y viciosa deshonra vuestra ley y da ocasión a que se burlen de ella vuestros enemigos, al paso que es mortal escándalo para los incautos. ¡Oh indigna ingratitud! Creen en Vos, Señor, pero no os sirven; admiten vuestra ley, pero la pisotean y afrentan; temen vuestro infierno, pero nada hacen por no caer en él.

   ¡Oh Señor! ¡Despertad con el trueno de vuestras amenazas a esos dormidos! ¡Limpiad de la asquerosidad de sus malas costumbres a esos leprosos! ¡Tocad con vuestra inspiración a esos Lázaros hediondos con la podredumbre de sus vicios! Haced brillar aquí a la vez vuestro poder y vuestra misericordia, son hoy lumbreras de santidad y ornamentos de la Iglesia.

   ¡Sagrado Corazón de Jesús! Por los infelices incrédulos, por los endurecidos pecadores, os pedimos hoy luz, gracia, perdón.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


Oración y Acto de Consagración

VIERNES DE LA UNDÉCIMA SEMANA



PRIMERA LECTURA

Ungió a Joás y todos aclamaron: ¡Viva el rey!

Lectura del segundo libro de los Reyes 11, 1-4. 9-18. 20

En aquellos días, cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Joseba, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía.
Al año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los oficiales de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey.
Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que quedaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los oficiales las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo.
Los de la escolta se colocaron, empuñando las armas, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, entre el altar y el templo, para proteger al rey.
Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando:
–¡Viva el rey!
Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo.
Pero cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta, y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
–¡Traición, traición!
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas:
–Sacadla del atrio. Al que la siga, lo matáis (pues no quería que la matasen en el templo).
La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba al palacio por la Puerta de las Caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor, el rey y el pueblo, para que fuera el pueblo del– Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar.
El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo.
Toda la población hizo fiesta y la ciudad quedó tranquila.
A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 131, 11. 12. 13-14. 17-18

R.  El Señor ha elegido a Sión,
      ha deseado vivir en ella.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono. R.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono. R.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
Esta es mi mansión por siempre;
aquí viviré, porque la deseo. R.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema. R.

EVANGELIO

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 6, 19-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roan, ni ladrones que abran boquetes y roben.
Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo.
Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras.
Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!
Palabra del Señor.