2 de julio
SANTOS PROCESO
Y MARTINIANO,
Mártires |
Cómo
se ha de evitar la curiosidad de saber las vidas ajenas
Hijo, no quieras ser curioso ni tener cuidados impertinentes.
¿Qué te va a ti
de esto o de lo otro? Sígueme tú. ¿Qué te importa que aquél sea tal o cual, o que éste viva o hable de este o del otro modo?
Imitación de Cristo III 24
Imitación de Cristo III 24
Entre los muchos
cristianos que sufrieron martirio en tiempos del emperador Nerón, los Santos Mártires
Proceso y Martiniano
gozaron de privilegio
singular, y es que fueron bautizados por San
Pedro.
Según narra el cardenal Baronio en sus Anales, apoyándose en diversos martirologios, San Proceso y San Martiniano figuraban entre los soldados que custodiaban a los santos apóstoles Pedro y Pablo en la cárcel Mamertina de Roma, encerrados allí por el emperador Nerón. Se les presenta como soldados probablemente zafios, algo brutos y más que ensombrecidos por la escoria de la sociedad que tienen que soportar cada día en aquella cárcel pestilente. Debió resultarles extraña la presencia de aquellos dos presos que no aúllan ni vociferan como los demás; no insultan ni blasfeman, no maldicen ni amenazan. Más bien les pudieron parecer faltos de razón o trastornados por la sencillez y ensimismamiento que por tanto rato mantenían; y a lo que no encontraban ninguna explicación era a la atención que prestaban a sus compañeros de prisión a los que intentan consolar, atendiéndoles como pueden; hasta han visto que les daban de su comida y que han ayudado a moverse a los que ya ni eso pueden. Y les hablan de bondad, de vivir siempre, de resurrección. Un judío, Cristo, les dará la libertad y la salud. Alguno parece que les escucha con especial atención y lo incomprensible es que con la última remesa de presos que ha llegado por haber incendiado nada menos que la ciudad de Roma, ha cambiado el tono de la cárcel donde empiezan a oírse cantos y hasta sonrisas en los labios resecos por la fiebre, el contagio y el temor. Además, viendo los muchos milagros que obran los santos apóstoles, alumbrados por luz sobrenatural, deciden hacerse cristianos. Proceso y Martiniano, así lo declaran a los apóstoles, manifestándoles su deseo, de recibir el Bautismo. San Pedro los acogió gozosamente y confirmó en su propósito. Según la tradición, como no hubiese allí agua para bautizarlos, hizo la señal de la cruz en la roca que servía de cimiento a la cárcel y al momento brotó una fuente que perdura hasta hoy.
Según narra el cardenal Baronio en sus Anales, apoyándose en diversos martirologios, San Proceso y San Martiniano figuraban entre los soldados que custodiaban a los santos apóstoles Pedro y Pablo en la cárcel Mamertina de Roma, encerrados allí por el emperador Nerón. Se les presenta como soldados probablemente zafios, algo brutos y más que ensombrecidos por la escoria de la sociedad que tienen que soportar cada día en aquella cárcel pestilente. Debió resultarles extraña la presencia de aquellos dos presos que no aúllan ni vociferan como los demás; no insultan ni blasfeman, no maldicen ni amenazan. Más bien les pudieron parecer faltos de razón o trastornados por la sencillez y ensimismamiento que por tanto rato mantenían; y a lo que no encontraban ninguna explicación era a la atención que prestaban a sus compañeros de prisión a los que intentan consolar, atendiéndoles como pueden; hasta han visto que les daban de su comida y que han ayudado a moverse a los que ya ni eso pueden. Y les hablan de bondad, de vivir siempre, de resurrección. Un judío, Cristo, les dará la libertad y la salud. Alguno parece que les escucha con especial atención y lo incomprensible es que con la última remesa de presos que ha llegado por haber incendiado nada menos que la ciudad de Roma, ha cambiado el tono de la cárcel donde empiezan a oírse cantos y hasta sonrisas en los labios resecos por la fiebre, el contagio y el temor. Además, viendo los muchos milagros que obran los santos apóstoles, alumbrados por luz sobrenatural, deciden hacerse cristianos. Proceso y Martiniano, así lo declaran a los apóstoles, manifestándoles su deseo, de recibir el Bautismo. San Pedro los acogió gozosamente y confirmó en su propósito. Según la tradición, como no hubiese allí agua para bautizarlos, hizo la señal de la cruz en la roca que servía de cimiento a la cárcel y al momento brotó una fuente que perdura hasta hoy.