viernes, 13 de abril de 2012

SAN HERMENEGILDO, Mártir

San Hermenegildo, 13 de abril

13 de abril

SAN HERMENEGILDO,(*)
Mártir

Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo
fuera mi reino, mis servidores me habrían
defendido.
(Juan, 18, 36).



   San Hermenegildo fue el hijo mayor de Leovigildo, rey de los visigodos en España, que era arriano. Empleó su padre contra él toda suerte de halagos, pasando a la amenaza y llegando hasta la prisión para traerlo al arrianismo: nada pudo quebrar la constancia de este generoso atleta de la fe. Rechazó la comunión pascual de manos de un obispo arriano que su padre le enviara a su prisión. Exasperado con su rechazo, mandó el padre a unos soldados para que le dieran muerte. Hendiéronle éstos la cabeza de un hachazo. Arrepentido Leovigildo de su crueldad, a su muerte recomendó a San Leandro que educase en la fe católica a su otro hijo Recaredo, que fue su sucesor y el primer rey católico de España. El martirio de Hermenegildo acaeció en Sábado Santo, el 13 de abril del año 585. 
   
  MEDITACIÓNSOBRE EL REINO
DE LOS CIELOS
 

   I. Aunque no seamos hijos de rey, como lo fue San Hermenegildo, todos estamos llamados a gozar del reino de Dios en el cielo. No son las riquezas, ni la nobleza, ni el renombre, ni la ciencia, ni el talento los que nos pondrán en posesión de este reino, sino la buena voluntad ayudada de la gracia de Dios. No te fatigues pues, buscando una posición brillante en la tierra, no te aflijas si eres pobre y mísero, tu reino no es de este mundo.
   II. En este mundo considérate como hijo de rey, como heredero presunto de una corona que no puede escapársete, si sabes, mediante tu sumisión, conservar la amistad del rey tu padre. En segundo lugar, considérate como príncipe exilado, a quien expulsaron de sus dominios, y que debe, por su valor, reconquistar su reino. Conserva la inocencia y la gracia del bautismo: reinarás después de tu muerte. Si las hubieses perdido, has perdido con ellas el derecho a tu reino; haz de reconquistar este derecho cueste lo que cueste. El reino de los cielos su fre violencia. (Evangelio).
   III. Dependerá de ti el gozar un día de este reino. Serás siempre feliz, si no consientes libremente en ser desgraciado. Está en tu poder elegir por Señor a Dios o al demonio; mas, aquél a quien te des te conservará eternamente. Elige, pues, o reinar eternamente con Dios, o sufrir eternamente con el demonio.  



El desprecio del mundo
Orad por los gobiernos cristianos.

ORACIÓN
   Dios omnipotente, que enseñasteis al bienaventurado Hermenegildo, vuestro mártir, a preferir el reino de los cielos a las grandezas de este mundo, haced que siguiendo su ejemplo despreciemos las cosas perecederas para aspirar sólo a las eternas.  Por J. C. N. S.
  




  • * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA



PRIMERA LECTURA
Ningún otro puede salvar
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 1-12
En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan, se presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Les echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron:
– «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?»
Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió:
– «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a  (R.: 22)
R. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.

O bien:
Aleluya.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R.

Aleluya  Sal 117,24
Éste es el día en que actuó el Señor,
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

EVANGELIO
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
– «Me voy a pescar.»
Ellos contestan:
– «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
– «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron:
– «No.»
Él les dice:
– «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
– «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
– «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
– «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.