martes, 19 de noviembre de 2024

SAN BARLAÁN, Mártir

19 de noviembre
SAN BARLAÁN
Mártir
(Siglo III)


   De San Barlaán hablan elogiosamente san Basilio y san Juan Crisóstomo, pero es muy poco lo que se sabe de él.

   Sin duda era un labrador que trabajaba los campos cerca de Cesárea de Capadocia, en las proximidades de la actual ciudad turca de Kayseri, y a comienzos del siglo IV debió de ser un cristiano más de las numerosas comunidades de Asia Menor, desaparecidas hace ya mucho tiempo, casi sin dejar más rastro que ruinas y estos testimonios de la fe.

   Durante la persecución de Diocleciano fue conminado por las autoridades a que renunciara a sus creencias y diera culto a los dioses, y cuando se negó quisieron obligarle poniéndole incienso en la mano derecha, de tal modo que bastara abrirla para el gesto idolátrico.

   Según la tradición, san Barlaán puso todo su empeño en no abrir la mano, y cuando como castigo le aplicaron fuego la mantuvo apretada y firme.

   En esta época confusa, encomendémonos a él cuando los ídolos contemporáneos exijan su incienso.

MARTES DE LA TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA


PRIMERA LECTURA
Si alguien me abre, entraré y comeremos juntos

Lectura del libro del Apocalipsis 3, 1-6. 14-22

Yo, Juan, oí al Señor, que me decía: Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas.
Conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto.
Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir.
Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios.
Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete.
Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. El que venza se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre.
El que tiene oídos, que oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.
Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: Habla el testigo fidedigno y veraz, el Amén, el principio de la creación: Conozco tu manera de obrar y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca.
Tú dices: Soy rico, tengo reservas y nada me falta.
Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo.
Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.
A los que yo amo los reprendo y los corrijo.
Sé ferviente y conviértete.
Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.
El que tiene oídos, que oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
V/. A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí.
R/. A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí.


V/. El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. R/.


V/. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R/.


V/. El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.



EVANGELIO
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

+Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.
Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Palabra del Señor.