miércoles, 21 de marzo de 2012

San Nicolás de Flue


San Nicolás de Flue(año 1487)

Nicolás significa: "Vencedor, o victorioso". Flue es un pueblo de Suiza.

Es uno de los santos más famosos y estimados de Suiza.
Desde cuando era muy pequeño su madre lo hizo pertenecer a una asociación piadosa llamada: "los amigos de Dios", y aquella institución religiosa lo enfervorizó mucho porque recomendaba insistentemente a sus socios que meditaran con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran por vivir como dignos seguidores de Cristo.
Nicolás se enroló en el ejército para defender a su patria, y llegó a ser capitán. Después se casó y tuvo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo sacerdote, y el otro fue nombrado alcalde.
En su matrimonio seguía siendo Nicolás un hombre sumamente piadoso. Dice el hijo sacerdote: "Mi padre se acostaba temprano después de haber hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento en la iglesia".
Cuando tenía 50 años sintió una inspiración de Dios para dejar sus empleos oficiales y sus comodidades e irse a orar y a meditar en la soledad. De acuerdo con su santa esposa se separó de ella, y vestido de monje se fue en soledad a dedicarse a la oración y a la meditación.
Quiso irse a otro país pero cuando iba llegando a la frontera se encontró con un campesino que también pertenecía a la asociación "Amigos de Dios", el cual le dijo que debía quedarse en su propia patria rezando y haciendo penitencia por sus paisanos. Nicolás estaba indeciso pero entonces se desató una tormenta tan espantosa en el camino por donde él iba a seguir y caían rayos tan tremendos allí adelante, que consideró todo esto como una señal de Dios y se volvió a seguir viviendo en su tierra.
Por el camino sufrió un cólico con unos dolores de estómago tan espantosos que creyó morir. Se encomendó a Dios y el mal desapareció, pero desde ese día perdió por completo el apetito y en adelante vivió de tal manera sin comer ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podía vivir así.
Se fue a una alta montaña junto a un nacedero de agua y allí en una cueva pasó sus últimos 19 años rezando, meditando y haciendo penitencia.
Desde la madrugada hasta la una de la tarde se dedicaba a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis dedicaba su tiempo a dar consejos a las numerosas personas que iban a consultarle, y después desde las seis hasta las nueve seguía orando.
Dios le concedió el don de saber aconsejar. A un amigo suyo le contó que había pedido mucho al Señor este don y que lo había logrado conseguir de su divina bondad. Grandes multitudes se sentían atraídas por este hombre a quien nadie veía comer ni beber y que era de muy pocas palabras, pero que las pocas palabras que decía le llegaban a uno al alma y lo transformaban. A los que iban sólo por curiosidad no les decía ni una palabra y los despachaba sin darles consejos. A quienes le preguntaban cómo lograba subsistir así sin casi alimentarse, les respondía: "Dios sabe cómo". Las autoridades ponían detectives en los caminos para averiguar quién le llevaba alimentos, pero no encontraban a nadie.
Con los regalos de los fieles hizo construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un sacerdote y le celebraba la misa y le daba la comunión.
Los distintos partidos y estados de Suiza estaban tremendamente divididos y había el grave peligro de que se desatara una sangrienta guerra civil. Nadie los lograba poner de acuerdo. Al fin a algunos se les ocurrió que llamaran a Nicolás. Este bajó de la montaña y de tal manera supo aconsejar sumamente bien a los unos y a los otros que se logró firmar la paz y se evitó la guerra entre paisanos. El senado de la nación dio un decreto alabando a Nicolás y dándole gracias por su mediación y allí se dice: "Este hombre de Dios recomienda a todos la paz, y la logra conseguir".
Nicolás volvió a su montaña a orar, meditar y aconsejar, y el día en que cumplió sus setenta años murió plácidamente. Desde entonces los católicos de Suiza lo consideran como un santo y empezaron a conseguir favores del cielo encomendándose a este su santo paisano.
El Sumo Pontífice lo declaró santo y nosotros le pedimos al buen San Nicolás que nos consiga de Dios el don de saber aconsejar bien y de ser instrumentos que lleven la paz a los demás y que en nuestro país no haya más violencia sino amor verdadero de buenos hermanos y paisanos.

MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA



MIÉRCOLES
PRIMERA LECTURA
Te he constituido alianza del pueblo, para restaurar el país
Lectura del libro de Isaías 49, 18-15
Así dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país, para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: "Salid",
a los que están en tinieblas: "Venid a la luz."
Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente,
y los otros del país de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados.
Sión decía: "Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado."
¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura,
no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 144, 8-9. 13cd-14. 17-18  (R.: 8a)
R. El Señor es clemente y misericordioso.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.

Versículo antes del evangelio  Jn 11, 25a. 26
Yo soy la resurrección y la vida
–dice el Señor–;
el que cree en mi no morirá para siempre.

EVANGELIO
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida,
así también el Hijo da vida a los que quiere
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
– «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo.»
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
– «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió.
Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida.
Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.»

Palabra del Señor.