SAN JUAN DE LA CRUZ,
Confesor y Doctor
La caridad no tiene envidia,
no obra precipitada.(I Corintios, 13, 4).
no obra precipitada.(I Corintios, 13, 4).
San Juan de la Cruz, de la Orden Carmelitana y
émulo de Santa Teresa, tenía tal amor por Dios, que bastaba la vista de un
crucifijo para fundirlo en lágrimas y hacerlo caer en éxtasis. Tres cosas pedía
frecuentemente al Señor: la primera, no pasar día sin sufrir; la segunda, no
morir siendo superior, y la tercera, acabar su vida en la humillación, el
desprecio y la soledad. Fue escuchado. Las odiosas persecuciones de que fue
objeto durante mucho tiempo, hasta la misma prisión, no hicieron sino aumentar
su dicha. A punto de morir exclamó ¡Gloria a Dios! y, después, apretando el
crucifijo sobre su corazón, extinguióse dulcemente el 14 de diciembre de 1591, a
la edad de 49 años.
I. Nada hay que el cristiano deba evitar
más que la envidia, porque allí donde ella reina no hay caridad, ni humildad, ni
tranquilidad de espíritu. La envidia nos hace enemigos de Dios, de nuestro
prójimo y de nosotros mismos. Lo más raro es que el envidioso se hace más mal a
sí mismo que a los demás. La dicha del prójimo tórnalo miserable y lo condena;
se aflige a sí mismo sin poder hacer mal a los otros. El envidioso es el
enemigo de su salvación más todavía que del Prójimo. (San Cipriano).
II. Tiénese envidia de los bienes del espíritu
y de los bienes del cuerpo, de los bienes de la naturaleza y de los bienes de
gracia. ¡Qué locura envidiar en tu prójimo aquello que Dios, en su liberalidad,
le concedió, o aquello que él adquirió mediante su trabajo! Los bienes de la
tierra muy poca cosa son para que sean Objeto de tu envidia; en cuanto a los
dones y favores de Dios, si los deseas, eres un insensato envidiando a los
demás, porque éste es el medio, precisamente, con que no los obtendrás.
III. Para Corregirse de este vicio, hay que
buscar las fuentes, que son la vanidad y la falta de caridad. Considera, además,
las penas que te causa la envidia y los pecados que te hace cometer; arruina tu
salud y tu reputación. ¡Desdichado! ¡Imita el bien que ves en los demás, y no
tendrás motivo para envidiarlos! Si no puedes imitarlos, alégrate de que
practiquen la virtud y sigan el camino del cielo; es la manera de participar de
sus méritos. Imita a los buenos, si puedes: si no puedes, alégrate con ellos.
(San Cipriano).
La modestia en la Iglesia
Orad por los sacerdotes.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis hecho de San Juan
de la Cruz, vuestro confesor y Doctor, un amante apasionado de la Cruz y de la
perfecta abnegación de sí mismo, concedednos la gracia de llegar, caminando por
sus huellas, a la gloria eterna. Por J. C. N. S. Amén.
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