15 de agosto
LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA
VIRGEN MARÍA
María ha elegido la mejor parte,
de la que jamás será privada.
(Lucas, 10, 42).
de la que jamás será privada.
(Lucas, 10, 42).
La vida de la Santísima Virgen, después de la Ascensión de Jesucristo, no estuvo exenta de sufrimiento. Sufrió al verse separada de su Hijo muy amado, y sin cesar suspiraba por el día en que podría reunirse con El. Aumentaba su mérito al infinito mediante la práctica constante de las más heroicas virtudes. Llegó, por fin, el dichoso día de su muerte y su alma se separó de su castísimo cuerpo, sin dolor ni violencia. Mas, la noche siguiente al día en que se depositó ese cuerpo en el sepulcro, su alma descendió del cielo, reunióse con él, y fue a colocarse en el cielo a la derecha de Jesucristo, en el trono que le había sido preparado.
I. La Santísima Virgen muere sin dolor y
sin temor, con inefable deseo de ir a juntarse con su adorable Hijo. El amor
divino es quien desprende su hermosa alma de su envoltura mortal. Tú también
morirás; pero, ¿cómo morirás? ¿En el dolor y en el temor? Aprende de María a
vivir bien para morir bien. Pídele la gracia de morir santamente. Ella la
concede a sus servidores; y cuando te halles en ese terrible momento, dile con
Justo Lipsio: Santa María, socorre a mi alma en lucha con la
eternidad.
II. La Santísima Virgen, resucita
algún tiempo después de su muerte; ese cuerpo castísimo que había llevado a
Jesucristo no debía sufrir la corrupción del sepulcro. ¡Oh, Virgen Santísima,
qué alegría me causa el favor que se os ha acordado! Cuerpo mío, tú también
resucitarás un día; pero, ¿será para la gloria o para los sufrimientos eternos?
Lo ignoro, o más bien, sé que seré predestinado si soy un servidor fiel de
María. Ningún servidor de María perece eternamente. (San Bernardo).
III. ¡Cuán admirable es el triunfo de
María! Entra en el cielo con cuerpo y alma; los ángeles salen a su encuentro;
el Padre eterno la reconoce como Hija, Jesucristo como Madre, el Espíritu Santo
como Esposa. Es elevada sobre los coros de los Ángeles y colocada en un trono
al lado de su Hijo. Valor, ¡alma mía!, nada hay que no puedas obtener por medio
de la Madre de Dios. Su poder es infinito, y su amor es igual a su poder. ¿Qué
hice hasta ahora para merecer su protección y sus favores?
La devoción a la Sagrada Familia
Orad por la Iglesia.
ORACIÓN
Perdonad misericordiosamente, Señor, las
faltas de vuestros servidores, y, dada la impotencia en que nos encontramos de
agradaros por nuestros propios méritos, concedednos la salvación por la
intercesión de Aquélla que Vos elegisteis para que fuera la Madre de vuestro
Hijo, Nuestro Señor, que, siendo Dios, vive y reina con Vos en unidad con el
Espíritu Santo. Por J. C. N. S. Amén.