MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
DÍA 15
EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS AMOROSA FORTALEZA
I
En nada se conoce tanto la
profunda miseria del hombre como en su debilidad. Nuestra alma ha quedado,
después de la culpa original, tan flaca y endeble, que cualquier esfuerzo del
enemigo basta para derribarla, si no tiene al lado una fuerza superior que la
sostenga. Puede asimismo tan poco para obrar el bien, que cualquier leve
dificultad la amilana y arredra. ¿Queréis ser fuertes en medio de vuestra
debilidad?, acudid a buscar la fortaleza en el Sagrado Corazón de Jesús.
Allí fueron a buscarla los Santos,
criaturas débiles y de carne ruin y flaca como la nuestra, y gracias a eso
fueron fuertes y obraron maravillas. Recorramos la historia de la Iglesia,
y veremos a tiernas jóvenes y a pobres ancianos, burlarse de todo el
Poder de los enemigos de Cristo, y hacerse superiores a los halagos, a los
tormentos y a la muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica. y
las mismas cortes y campamentos, están llenos de hombres y mujeres que en la
flor de su edad y en medio de todas las seducciones, fueron fuertes para renunciarlo
todo y seguir a Jesucristo, hasta elevarse a la mayor dignidad.
¡Alma mía! Nada hicieron ellos que no
lo puedas tú, si te procuras los mismos auxilios.
¿Dónde se hallan éstos?, acude al
Sagrado Corazón.
Medítese unos
minutos.
II
Eres débil y flaca, alma mía, porque
quieres. Sí, porque quieres. ¿Qué disculpa tendría el niño, que no pudiese
levantarse del suelo, por no querer alargar su mano a la que le tiende su
buena madre? Por eso son frecuentes tus caídas y tropiezos, por eso sientes
abatimiento y desconfianza ante la más pequeña dificultad. ¡Quizás para mayor
desgracia has presumido algo de tu propio valer, y con necia arrogancia has
creído poder prescindir de todo amparo!
Acude, acude, alma mía, a Dios, tu
ayudador y poderoso auxilio, y estás salvada. Nada podrán contra ti los más
fieros enemigos, nada las más borrascosas pasiones. Sentirás agilidad,
ligereza, facilidad para toda obra buena y para todo costoso sacrificio.
¡Oh Corazón de Jesús, fortaleza de los
débiles y caídos! mi corazón anda de continuo desalentado, y acude a Vos
para que lo sostengáis. Dadme la mano, Señor, como la disteis a tantos que
por Vos se levantaron del lodo y subieron a la cumbre de virtud, como la
disteis a Magdalena, a Pablo, a Agustín.
¿Qué podría el más valeroso si Vos lo
abandonaseis? Pero, ¿qué no podrá el más débil si Vos le fortalecéis?
¡Oh Dios mío, fortaleza mía hacedme fuerte con Vos, para con Vos reinar eternamente
victorioso.
Medítese, y
pídase la gracia particular.
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Oración y Acto de Consagración