17 de noviembre
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA,
Viuda
Viuda
En orden a los difuntos no queremos,
hermanos,
dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis,
del modo que suelen los demás hombres,
que no tienen esperanza.
(1 Tesalonicenses, 4, 13).
dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis,
del modo que suelen los demás hombres,
que no tienen esperanza.
(1 Tesalonicenses, 4, 13).
Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de
Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de Turingia, levantábase todas las
noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y
seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se
había hecho cruzado con Federico Barbarroja: "Dios mío -dijo ella- cuando
para resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello
fuese contra vuestra voluntad". Despojada y echada entonces como
disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos, recobró después sus
bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de
noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad.
I. Todos los días vemos que se
mueren personas que nos son queridas. Si sucumben a una muerte súbita e
imprevista, aun después de una vida poco edificante, no desesperemos de su
salvación; tal vez han invocado a Dios y han obtenido el perdón de sus faltas en
el último momento; con todo, tomemos nuestras medidas para no ser sorprendidos
en la misma forma. Si estas personas mueren con la muerte de los justos, no las
lloremos; más bien tengámosles santa envidia. Te afliges de ver morir a tal
pariente o a tal amigo; consuélate, es más dichoso que tú si ha muerto
santamente. Tú combates aún, él triunfa ya. Que tu fe, tu esperanza y tu caridad
te consuelen. (San Agustín).
II. Dios quiere desapegarte de las
personas que más amas, a fin de que te pertenezcas por entero; quiere que
pienses a menudo en la muerte. Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será el
tuyo. ¿Qué estima tiene ahora ese amigo de aquello que era el
objeto de sus afanes? Un día estarás como él en el lecho de muerte. Ten los
sentimientos que entonces tendrás y despreciarás lo que más amas.
III. No esperes la hora de la muerte para
prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni cómo morirás: haz ahora todo lo que
entonces quisieras haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este momento?
Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más que podamos para no
estar eternamente separados de nuestros parientes y amigos, que gozan ahora de
la gloria del paraíso. Allí nos espera gran número de aquéllos que nos son
queridos. (San Cipriano).
La conformidad con la voluntad de Dios
Orad por vuestros parientes difuntos.
Orad por vuestros parientes difuntos.
ORACIÓN
Dios de misericordia, iluminad los
corazones de vuestros fieles, y por la gloriosa intercesión de la
bienaventurada Isabel, concedednos la gracia de despreciar las prosperidades
mundanas y gozar sin interrupción de los consuelos celestiales. Por J. C. N. S.
Amén.