Benito pasó la mayor parte de
su vida haciendo peregrinaciones. Iba casi siempre con los pies descalzos
tanto en invierno como en verano, vestido con harapos, y sin provisiones
para el día siguiente. Vivía de limosnas, pero no mendigaba, nunca
conservaba sino lo estrictamente necesario, y partía con los pobres lo que
se le daba por caridad. Pasó sus últimos años en Roma, orando días enteros
en las iglesias; por la noche retirábase a unas ruinas para descansar
algunas horas. Cayó desvanecido en las escalinatas de Nuestra Señora de
los Montes y fue transportado a una casa vecina donde pronto se durmió en
el sueño de los justos, el 16 de abril de 1783, a la edad de 35
años.
MEDITACIÓN
SOBRE LA
VIDA DE LOS
BIENAVENTURADOS
I. La sabiduría del mundo
consiste en amontonar riquezas; ¡por eso trata de locura a la pobreza
evangélica! ¡Oh bella y gloriosa locura que nos asemeja a Jesucristo,
Hijo de Dios, Sabiduría encarnada! San Benito José Labre profesó
esplendorosamente esta locura; con ardor abrazó esta pobreza. Sabía que
las riquezas cautivan el corazón, Y a su corazón lo quería libre para
Jesucristo, su único Señor. ¡Ay! ¡que no tengamos nosotros el valor de
imitarlo! Aprendamos por lo menos a honrar la pobreza, y a asociarnos a
los méritos de los pobres; de Jesucristo aliviando su miseria.
II. Los prudentes del siglo van
sin cesar tras el placer: Benito toma el camino trazado por Jesucristo, su
Maestro y su Modelo. Debiendo elegir entre el gozo y la cruz, elige la
cruz, porque sabe que es menester pasar por mil tribulaciones para llegar
al cielo. El mundano consiente, para gozar de algunos placeres efímeros,
en ser objeto de suplicios sin fin; el cristiano soporta penas pasajeras
para merecer un gozo eterno. Dime cuál es el sabio y cuál el loco, y
conforma tu conducta a tu respuesta. ¡Qué! ¿no podremos vivir
sin placer, nosotros que debemos morir con placer?
(Tertuliano).
III. El mundo busca,
afanosamente, reputación y gloria; nuestro santo, abatimiento y oprobios.
Saborea en las ignominias un gusto que hace que las busque con avidez. Se
lo carga de injurias, se lo persigue a pedradas, dice a uno que quiere
defenderle: Déjalos; si supieses tú quien soy te unirías a ellos. ¡Cuán
diferente a la suya es nuestra conducta!, y sin embargo, ¿no tenemos
nosotros, por ventura, que ganar el mismo cielo? Si deseas gloria,
desea la verdadera y durable.
El respeto a los pobres
Orad por los indigentes.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis querido
que San Benito José se adhiriese únicamente a Vos por el amor a los
desprecios y a la pobreza, concedednos, en vista de sus méritos, la gracia
de despreciar las cosas de la tierra y buscar los bienes del
cielo. Por J. C. N. S.
* Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)
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