Cada día Domingo iba a visitar al
  Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se
  quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar
  ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia,
  como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado
  varias horas. Tanto le emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia.
Por tres años se ganó el Premio de Compañerismo, por votación popular entre
  todos los 800 alumnos. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan
  alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: "Nosotros
  demostramos la santidad, estando siempre alegres".
Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada
  "Compañía de la Inmaculada" para animarse unos a otros a cumplir
  mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso
  que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la
  Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.
En un sueño - visión, supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia
  el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro
  cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo. Otro día
  supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba
  muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote
  fue allá y le ayudó a bien morir.
Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón.
  Domingo se enrojeció y le dijo: "Te podía pegar yo también porque tengo
  más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que
  no conviene decir". El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.
Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al
  llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de
  todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una
  verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió:
  "Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron
  injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar
  si sabían que eran ellos, porque ya han cometido faltas. En cambio a mí, como
  era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me
  expulsarían". Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban
  todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.
La madre de San Juan Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: "Entre
  tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno
  iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan
  piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en
  todo".
San Juan Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque
  su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos
  lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su
  colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos
  habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado
  débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a
  descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un
  Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los
  compañeros: "el Padrenuestro de este mes será por mí". Nadie se
  imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su
  santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan
  grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: "Miren, parece
  que Don Bosco va a llorar". - Casi que se podía repetir aquel día lo que
  la gente decía de Jesús y un amigo suyo: "¡Mirad, cómo lo amaba!".
Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y
  especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban:
  "El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde
  Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito
  muere de amor, de amor a Dios". Y así fue.
El 9 de marzo de 1857, cuando estaba para cumplir los 15 años, y cursaba el
  grado 8º. De bachillerato, Domingo, después de confesarse y comulgar y
  recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad.
  Llamó a su papacito a que le rezara oraciones del devocionario junto a su
  cama (la mamacita no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y se fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó:
  "Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo" y con una sonrisa
  angelical expiró dulcemente.
A los ocho días su papacito sintió en sueños que Domingo se le aparecía para
  decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció
  a San Juan Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía
  hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: "Lo que más me consoló a la
  hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele
  a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los
  espero en el Paraíso".
Hagamos el propósito de conseguir la hermosa Biografía de Santo Domingo,
  escrita por San Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y
  mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.