18 de abril
SAN ANDRÉS HIBERNÓN,*
Fraile
SAN ANDRÉS HIBERNÓN,*
Fraile
El bienaventurado y fervorosísimo siervo
de Dios, beato Andrés Hibernón nació en la ciudad de Murcia de padres pobres
aunque eran hijosdalgo de Cartagena. Queriendo darle una carrera, le enviaron a
unos tíos suyos que vivían en Valencia; pero estos le hicieron guardar el
ganado, en cuyo oficio llegó con admirable inocencia a la edad de veinte años.
Habiendo recibido ochenta ducados de manos de su tío, pensaba dotar con ellos a
una hermana suya, pero como unos ladrones se los robasen, determinó abrazar
la Regla del Patriarca de los pobres y tomó el hábito de fraile lego en el
convento de Elche para servir a Dios con extremada humildad, penitencia y
desnudez, ejerciendo los oficios de portero, hortelano, refitolero y cocinero.
Cuando andaba en las cosas de la cocina, maravillábanse los religiosos de que
a pesar de verle casi siempre en oración guisase tan bien los manjares, en los
cuales hallaban un sabor tan delicado, que parecía del cielo. Tuvo después el
cargo de limosnero, y era tanta la gracia del Señor con que pedía limosna por
Jesucristo, que por su medio se pudo acabar la obra del monasterio de san Juan
de Valencia, y el famoso noviciado de aquélla custodia, y más tarde el nuevo
convento de Murcia llamado el Real de san Diego. Convertía a los pobres que se
llegaban a la portería para pedir limosna, curaba milagrosamente a los
enfermos, interpretaba con soberana luz los lugares difíciles de la Sagrada
Escritura, penetraba los secretos de los corazones, y hasta los cardenales
Doria y Borja y el arzobispo de Valencia beato Juan de Ribera, le veneraba como
a santo. Morando en Gandía, y entendiendo que le llegaba el día y la hora de
pasar de esta vida, barrió con extraordinario aseo los claustros y corredores
por donde había de pasar el Señor, a quien recibió por viático, y clavando los
ojos en la imagen de Jesucristo crucificado, murió tranquilamente a los
cincuenta y ocho años de edad. Tres días estuvo el santo cuerpo recibiendo los
obsequios de los fieles de Gandía, sin que se oyesen en el templo otras voces
que las aclamaciones de los que le llamaban santo, y las alabanzas de los
enfermos que repentinamente alcanzaban la salud, por los méritos del siervo de
Dios.
REFLEXIÓN
Ahí tienes un pobrecillo fraile lego
de San Francisco, despreciable a los ojos del mundo, pero muy apreciable,
grande y glorioso a los ojos de Dios. ¡Oh! si entendieses en qué está la verdadera
grandeza! ¡Cuán poca estima hicieras de las vanidades del mundo! ¡Oh si
considerases que también ha de llegar un día para ti, en el cual no se hará
ningún caso de tus riquezas, de tus honras y talentos, sino solamente de tus
virtudes, y buenas obras! Este es el secreto de la sabiduría de Dios que nos
enseñó su Hijo Unigénito: La verdadera grandeza es para los humildes; el reino
de los cielos es para los pobres de espíritu y el gozo de Dios es para los que
toman la cruz y siguen a Jesucristo. La sabiduría del mundo piensa y siente
todo lo contrario: y por esta causa dice el apóstol, que "la sabiduría de
este siglo es necedad delante de Dios".
ORACIÓN
Oh Dios, que nos alegras con la
solemnidad anual de tu confesor el bienaventurado Andrés, concédenos propicio,
que los que veneramos su nacimiento para el cielo, imitemos también sus
virtuosas acciones. Por J. C. N. S.
- * Sacado de: "FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA", Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.