20 de julio
SAN ELÍAS,
Profeta (Antiguo Testamento)
SAN ELÍAS,
Profeta (Antiguo Testamento)
Nació el profeta en la Transjordania,
hacia el año 900 a. de J. C. Es decir, ya consumada la división del pueblo
escogido en dos reinos: al norte, el reino de Israel, con capital en Samaria;
al sur, el reino de Judá, con capital en Jerusalén. Mientras el profeta crece
ignorado, la situación política y religiosa del reino del Norte se va
perfilando. El heredero del trono, Ajab, se ha casado con la hija del rey
fenicio Itobaal. El matrimonio ha conseguido paz y buenas relaciones
comerciales con los navegantes fenicios; pero ha traído una reina extranjera,
devota servidora de los dioses fenicios, Jezabel.
Mujer dominadora y sin escrúpulos, sabe
empujar al marido o actuar por cuenta propia. Cuando el rey fracasa en su
intento de comprar la viña de Nabot, Jezabel levanta una calumnia contra Nabot,
le hace asesinar con apariencia legal y entrega triunfante la viña a su marido.
Y lo mismo que elimina a un rico provinciano persigue a muerte a los profetas
de Yahvé. Sólo se salva un centenar, porque el mayordomo del rey, Abdias, los
esconde en cavernas y los alimenta durante la época de máximo peligro. Entre
los profetas de Yahvé uno lleva un nombre significativo: "Eliyahu" o
sea: "Yahvé es mi Dios". Elías se salva en un retiro de su región natal
y en una ciudad fenicia llamada Sarepta.
Hasta que le llegó el momento de actuar.
Elías había predicho unos años de sequía como castigo por las idolatrías; el
hambre arreciaba en Samaria cuando reapareció Elías, profeta del castigo y
mediador de la conversión.
El rey se encontró con Elías y le dijo:
"¿Eres tú, ruina de Israel?" "No arruino yo a Israel, sino tú y
tu familia, porque habéis abandonado la ley de Yahvé y servís a los baales.
Pero ahora congrégame todo Israel en el monte Carmelo, y también a los 450
profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel".
Convocó Ajab a los hijos de Israel y
congregó a los profetas en el monte Carmelo. Acercóse Elías al pueblo y le
dijo: "¿Hasta cuándo estaréis cojeando a dos muletas? Si Yahvé es el Dios,
seguidle; si es Baal, seguidle a él". El pueblo no respondió palabra. Dijo
Elías: "Soy el único profeta de Yahvé que queda, mientras los profetas de
Baal son 450. Que nos traigan dos novillos: que escojan ellos uno, lo
despedacen, lo coloquen sobre la leña sin aplicar fuego; yo prepararé el otro
sobre la leña sin aplicar fuego. Invocad después el nombre de vuestro dios, yo
invocaré el nombre de Yahvé. Y el dios que conteste con fuego, ése es
Dios". El pueblo respondió: "Está bien".
Tomaron los profetas el novillo, lo
prepararon e invocaron el nombre de Baal, de la mañana al mediodía, diciendo:
"¡Oh Baal, respóndenos"; y no había voz ni había respuesta; y
danzaban en torno al altar que habían hecho. Al mediodía se burlaba de ellos
Elías diciendo: "Gritad con voz fuerte; dios es, pero está ocupado o
atareado, o está de viaje, o duerme y se despertará". Y gritaban en voz
alta, y se sajaban con espadas y lanzas, según su costumbre, hasta derramar
sangre. Pasado el mediodía vaticinaban; pero no había voz, ni había respuesta, ni
había atención.
Entonces Elías dijo al pueblo.
"Acercaos". Y se acercaron. Restauró el altar de Yahvé e hizo una
zanja de dos satos de capacidad en torno al altar. Amontonó la leña,
despedazó el novillo, le colocó sobre la leña. Y dijo: "Llenad cuatro
cántaros de agua y derramadla sobre la víctima y la leña". "Otra
vez"; y lo repitieron. "Otra vez"; y lo hicieron tercera vez. El
agua corría en torno al altar y llenaba la zanja. A la hora de la ofrenda
vespertina Elías oró: "Yahvé, Dios de Abraham, Isaac e Israel; sépase hoy
que tú eres el Dios de Israel, y yo tu siervo, que por tu orden he hecho esto.
Respóndeme, Yahvé; respóndeme; sepa este pueblo que tú eres Yahvé, el Dios, que
conviertes los corazones a Ti". Y cayó el fuego de Yahvé, devoró la víctima
y la leña, las piedras y el polvo, y lamió las aguas de la zanja. Violo el
pueblo, y cayó rostro a tierra diciendo: "Yahvé es Dios, Yahvé es
Dios". Y dijo Elías: "Prended a los profetas de Baal, que no se salve
ni uno"; y los prendieron. Elías los bajó al torrente Cisón y los mató
allí.
El reino de Israel vive a caballo a ambos
lados del Carmelo: al norte limita con Fenicia; al sur, con Judá. El pueblo
claudicaba entre el dios de Fenicia y el Dios de Judá. El monte Carmelo ha sido
arista de decisiones, plataforma del profeta Elías y escenario de la gloria de
Yahvé. El pueblo se ha convertido, ya puede venir la lluvia. Y el Carmelo,
monte que se adentra en el mar, atalaya las nubes en el horizonte.
Elías se encorvó a tierra, la cabeza
entre las rodillas, y dijo a su criado: "Sube, observa en dirección al
mar". Subió, observó y dijo: "No hay nada". "Vuelve siete
veces". A la séptima retornó diciendo: "Una nube pequeña como la
palma de la mano se levanta del mar". Díjole Elías: "Avisa a Ajab y
dile. "Unce y baja, no te impida la lluvia". Y en esto se obscureció
el cielo de nubes y viento, y cayó un aguacero.
Ante la victoria espectacular sobre el
Carmelo y la matanza de los profetas de Baal, la reina no se rinde, sino
declara guerra formal al profeta. Jezabel envió un mensajero a Elías: "Que
los dioses me castiguen una y otra vez si mañana a estas horas no hago de tu
vida lo que hiciste a uno de ellos". Temió él por su vida, se levantó,
marchó, llegó a Beerseba y dejó a su criado allí.
El profeta, después de la gran victoria
se siente derrotado, sin fuerzas para seguir luchando. Una fuerza ajena le
impulsa hacia el desierto: lugar sacro de la revelación de Dios, de la alianza,
noviciado del pueblo escogido. Elías apenas lo entiende, abatido de angustia mortal.
"Caminó un día por el desierto, y se sentó bajo una retama, y deseó morir:
"Basta, Yahvé; toma mi alma, que no soy mejor que mis padres". Se
acostó y se durmió; mas he aquí que un ángel le tocó y le dijo: "Álzate,
come". Miró bajo su cabecera y vio una torta y una vasija de agua. Comió,
bebió y volvió a dormir. Tornó el ángel de Yahvé y le dijo: "Álzate, come,
que es más fuerte que tú el camino". Se alzó, comió y bebió, y con la
fuerza de tal comida caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el monte de
Dios, Horeb.
Allí entró en una cueva, donde pasó la
noche. Y he aquí la voz de Yahvé que le decía: "Sal y ponte en la montaña
ante Yahvé" —he aquí que Yahvé pasaba—. Vino un viento potente, impetuoso,
que rompía montes y quebraba peñascos, y no estaba Yahvé en el viento. Tras el
viento un terremoto, y no estaba Yahvé en el terremoto. Tras el terremoto un
fuego, y no estaba Yahvé en el fuego. Tras el fuego, la voz callada de la
brisa. Al oírla Elías se cubrió el rostro con el manto, salió y se puso a la
entrada de la gruta. La voz le dijo: "¿Qué haces aquí, Elías?"
"Sentí celo ardiente por Yahvé Sabaot, porque los hijos de Israel te han
abandonado, han derribado tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas;
he quedado yo solo, y buscan mi vida para quitármela". Díjole Yahvé:
—Vete, torna por tu camino; ungirás a Hazael por rey de Siria, a Yehu por rey
de Israel, a Eliseo como profeta y sucesor tuyo. El que escape de la espada de
Hazael lo matará Yehu; el que escape de la mano de Yehu lo matará Eliseo; y
perdonaré en Israel a siete mil: las rodillas que no se doblaron ante Baal, las
bocas que no le adoraron".
La tarea que resta a Elías es traspasar
poderes a su sucesor y desaparecer. Está maduro para el rapto final.
Se ha corrido una voz entre los gremios
de profetas, se susurra a media voz. Se lo dicen al discípulo predilecto y
sucesor. "Elíseo, ¿sabes que hoy se llevará Yahvé a tu señor?"
"Silencio, que ya lo sé." Elías intenta despachar a su discípulo, y
éste no lo consiente: "Por Yahvé y por tu vida, que no te
abandonaré".
Un grupo de cincuenta profetas los vieron
acercarse al Jordán, golpear las aguas con el manto enrollado y pasar a pie
enjuto. Quedaron solos, al otro lado, prontos para las últimas confidencias.
"Eliseo, ¿qué quieres que haga por ti, antes de ser arrebatado?"
"Dame los dos tercios de tu espíritu (hazme tu heredero)."
"Difícil petición; si me vieres en el rapto, lo obtendrás; si no me
vieres, no se hará."
Mientras iban caminando y hablando, un
carro de fuego con caballos de fuego los separó, y Elías subió en un torbellino
al cielo.
Al llegar el Mesías el espíritu de Elías
baja para precederle: no dos tercios, sino el espíritu entero pasa a Juan el
Bautista. Y Juan precede al Mesías con el espíritu y el poder de Elías. Los
judíos preguntan a Juan: "¿Eres tú el Cristo?"; él responde: "No
lo soy" "¿Eres tú Elías?"; responde. "No lo soy".
"¿Pues quién eres?" "Soy el que prepara los caminos del
Señor." No es Elías en carne, sino en espíritu. También fue arrebatado
Juan, víctima del rey perverso.
Un día escogió Jesús a tres apóstoles
para manifestarles su gloria. "Se transfiguró ante ellos: su rostro brilló
como el sol, sus vestidos eran blancos como la luz. Y aparecieron Moisés y
Elías, que hablaban con Él."
Los dos grandes profetas peregrinos del
Sinaí se han dado cita en el Tabor para saludar al Mesías ya llegado. Y así han
quedado los dos, en el ábside de la basílica del Tabor; inmóviles en piedra de
mosaico sobre el tabernáculo, siempre presentes en espíritu ante su Señor.
LUIS ALONSO SCHOECKEL, S.
I