11 de octubre
SANTA SOLEDAD TORRES ACOSTA,(*)
Fundadora
La Beata María Soledad Torres Acosta, junto con las Beatas María Mi
Desmaisieres, Joaquina de Mas y Vicenta López, forma parte del escuadrón de
virtuosas mujeres españolas que alcanzaron un grado de santidad heroica al
servicio de los enfermos en el siglo XIX. Los padres de María Soledad eran
Francisco Torres y Antonia Acosta, una pareja ejemplar de modestos comerciantes
de Madrid. María, la segunda de sus cinco hijos, nació en 1826. La niña que
recibió en el bautismo el nombre de Manuela, era apacible y tan generosa que
desde pequeña solía ocultar un poco de comida para repartir entre los mendigos
y estaba siempre más pronta a enseñar el catecismo a niños pobres que a jugar
con ellos. En una época frecuentó el convento de las religiosas de Santo
Domingo y parece que se sintió inclinada a ingresar en él, pero finalmente
decidió esperar una indicación más clara de la voluntad de Dios.
La señal llegó cuando el servita Miguel Martínez y Sanz, vicario de parroquia
del barrio de Chamberí, angustiado por el crecido número enfermos que había en
su distrito, reunió en 1851 a siete mujeres en una comunidad religiosa para que
se consagrasen al cuidado de los enfermos. Manuela ingresó en dicha comunidad a
los veintiocho años y escogió el nombre de María Soledad, en honor de Nuestra
Señora de la Soledad.
Aunque no escasearon las dificultades tanto interiores como exteriores la nueva
congregación fue creciendo gradualmente. Cinco años después de la fundación,
el P. Miguel partió a Po con la mitad de los miembros para establecer ahí una
nueva congregación. María Soledad quedó como superiora de las religiosas de la
casa de Madrid. En un momento dado, pareció que las autoridades eclesiásticas
de la capital iban a disolver la comunidad, pero el P. Sánchez, su nuevo
director, ayudó a María Soledad a obtener el apoyo de la reina, y así quedó
conjurado el peligro.
En 1861, empezó a despejarse el horizonte, ya que las siervas de María
recibieron entonces la aprobación diocesana, y otro agustino, el P. Ángel
Barra, fue nombrado director. La congregación amplió su campo de actividades
con una institución para atender a las jóvenes delincuentes, y las fundaciones
empezaron a multiplicarse. Durante la epidemia de cólera de 1865, la caridad
heroica de María Soledad y sus compañeras les ganó el agradecimiento de los
madrileños. Algunos años más tarde, una parte de las religiosas se independizó
de la superiora para formar una nueva congregación. Naturalmente, no
escasearon entonces las acusaciones tan comunes en la vida de las fundadoras de
congregaciones religiosas. Según la expresión de una de sus súbditas, la Beata
María Soledad era como el yunque sobre el que se descargan todos los golpes.
Pero el cielo premió la paciencia de su sierva concediéndole, en 1875, el gozo
de ver su congregación extenderse hasta Santiago de Cuba. A partir de entonces,
se aceleró el desarrollo de la obra: las casas y hospitales de la congregación
surgieron en todas las provincias de España y ese período de multiplicación
culminó en 1878, cuando se confió a las siervas de María el antiguo hospital de
San Carlos del Escorial.
El crecimiento de la congregación continuó durante los diez últimos años de la
vida de María Soledad, que fueron extraordinariamente serenos. A fines de
septiembre de 1887, la beata cayó enferma. El 8 de octubre, sus religiosas
comprendieron que se acercaba su fin y le pidieron: "Madre, bendecidnos
como San Francisco a sus hijos." María Soledad movió la cabeza en señal de
negativa; pero una de las religiosas la ayudó a erguirse un poco en el lecho, y
entonces la fundadora dijo lentamente, al tiempo que alzaba la mano:
"Hijas mías, vivid siempre en paz y unión." El 11 de octubre murió
apaciblemente. Había sido durante treinta y cinco años la directora, la guía y
la inspiradora de las siervas de María. Bajo su dirección, la pequeña semilla
de las seis primeras religiosas había producido una congregación floreciente, bien
disciplinada, muy efectiva y profundamente fervorosa. La obra seguiría
extendiéndose después de la muerte de María Soledad, por Italia, Francia,
Portugal y América. A muy pocos es dado comprender la humildad, la caridad, la
prudencia y el olvido de sí mismo que exige la fundación de una obra de tal
envergadura, pero la Iglesia, que lo sabe muy bien, beatificó en 1950 a la
Madre María Soledad.
En Acta Apostolicae
Sedis, vol. XIII (1950), pp. 182-197, puede verse el documento de
beatificación y una nota biográfica. Existe en italiano una biografía escrita
por E. Federici (1950); se trata de una obra sustancialmente exacta, pero
prolija. En español existe por lo menos la biografía de J. A. Zugasti.
- * Vidas de los
Santos, de Butler. Vol. IV, ed. 1964