
Nuestra Señora de Lourdes
11 de febrero
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La Historia -
Lourdes, Francia
El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de
catorce años, recogía leña en Massabielle, en las afueras de Lourdes, cuando
acercándose a una gruta, una ráfaga de viento la sorprendió y vio una nube
dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus
pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las
ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas
estaban en posición de oración y llevaba un rosario.
Bernadette al principio se asustó, pero luego comenzó
a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la niña, la
Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la Virgen
María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron
18 veces, hasta el día 16 de julio.
El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le
dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña
le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy
feliz, no en este mundo, sino en el otro".
La noticia de las apariciones se corrió por toda la
comarca, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, otros se burlaban.
En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora
mando a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente,
señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la
solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote
del milagroso manantial de Lourdes.
En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la
niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y ella le responde: "Yo soy la
Inmaculada Concepción".
Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él
quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese
saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX
en 1854.
En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece
en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume entre sus manos.
El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por
última vez y se despide de Bernadette.
En el lugar comenzó a construirse un Santuario, el
Papa Pío IX le dio el titulo de Basílica en 1874. Las apariciones fueron
declaradas auténticas el 18 de Enero 1862.
Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en
el mundo, millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido
sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora de Lourdes se
celebra el día de su primera aparición, el 11 de febrero.
El mensaje de la Virgen
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes,
Francia, en 1858, puede resumirse en los siguientes puntos:
1-Es un agradecimiento del cielo por la definición del
dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes
(1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de
pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.
2-Es una exaltación a la virtudes de la pobreza y
humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de
su mensaje.
3-Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la
Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra
vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.
4-Importancia de la oración, del rosario, de la
penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello); también, un
mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de los
enfermos
Santa Bernardette

La vida de Bernadette, después de las apariciones
estuvo llena de enfermedades y humillaciones, soportó muchos dolores, tenia
tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas en los oídos.
En los primeros años con las monjas, la Santa
jovencita sufrió mucho, no solo por su mala salud, sino también a causa que la
Madre superiora del lugar que no creía en sus enfermedades, inclusive decía que
cojeaba de su pierna para llamar la atención.
Como religiosa se dedicó a ser asistente de enfermería
y más tarde cuando ya estuvo muy mal de salud, fue sacristán. Antes de morir
dijo: "Ruega Señora por esta pobre pecadora".

Bernadette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal. La festividad de la Santa se celebra el 16 de Abril.
La Piedad de Bernardette vence las
pruebas
Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso no es necesario ser sabio. Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como orar y sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen como se habla con una persona cara a cara. Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y eficaz.

La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que
sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero
nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña y que ella responde con humildad,
abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes que serían
criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de la
gente se puso en duda también la autenticidad de las apariciones.
Esta niña de solo 14 años (cumplidos en 7 Enero 1858),
tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente valiente y saber
discernir, para poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla,
entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
Para tener una idea de la fortaleza interior y la
capacidad de su juicio, podemos ver algunas de las frases que dijo durante los
interrogatorios a los que tuvo que someterse. Después de que el Procurador
Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie por mucho tiempo a Bernardette y
a su mamá, al fin les dijo condescendientemente:
-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse"
Bernardette respondió: "No. Pudiéramos
ensuciárselas"
En otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el idioma
en que le habló la Virgen, Bernardette dijo:
-"Ella me habló en dialecto"
-"La Virgen María no pudo haber hablado en
dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen no hablan
dialecto".
A lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber
nosotros dialecto si ellos no lo hablan?"
-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en Francés?
¿puedo yo hablar en Francés?"
En la doceava aparición Bernardette le acercó un
rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después de la aparición: ¿Así que
ahora también bendices rosarios?
Bernardette se rió y dijo: "Yo no uso una estola,
¿o sí?."
Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que
la Virgen te ha prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del
cuidado de tu alma".
Bernardette: "Pero Padre, yo solo iré al cielo si
me porto correctamente"
Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas
veces días enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla para que
contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía alerta, en guardia,
sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo había inventado
todo.
Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el
párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio. Sin
embargo todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que
sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su
voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que
el mal genio del sacerdote.
Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la
Virgen a pesar de grandes obstáculos y de sus propias flaquezas. Al final, en
el último día de las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la Virgen revela su
identidad dándole a Bernardette la prueba que tanto pedía su párroco para
creerle.
Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada
Concepción" , fueron las que derrumbaron de una vez por todas el muro de
la incredulidad en el corazón de párroco, quién se convirtió desde ese momento
en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo temperamento contra los que
atacaban a la niña.
A diferencia de otras apariciones, como La Salette,
Pointman, Fátima, Knock, Beauraing, exceptuando la Medalla Milagrosa;
Bernardette era la única vidente. No tenía otros que corroborasen el testimonio
y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza era la misma Virgen
Santísima. Pero esta era suficiente para ella.
Llegaría un tiempo donde sus cualidades, su fuerza
interior, su rapidez al contestar, todas usadas para defender las Apariciones
de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la apoyaban sabían entender
sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes
defectos. A su fortaleza interna le llamaban terquedad; a su rapidez en
responder le llamaban insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en
Nevers, cuando fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo y puso
la marca del dedo en el centro del mismo y dijo: "Que el que no
tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).
Las apariciones fueron para Bernardette un regalo
inmerecido, un regalo que en si mismo no la hizo santa. Era un regalo para el
mundo, pero que al mismo tiempo por su admirable correspondencia a la gracia,
la llevaría a la santidad.
Hemos de tener claro que Santa Bernardita no fue
canonizada por haber visto a la Virgen Santísima, sino por haber subido por la
escalera de la santidad a través de enormes pruebas y cruces. Para ser santo no
es necesario haber tenido grandes experiencias místicas. Es suficiente tener
estas dos cosas: humildad y amor. Es en la asidua oración y en la vida de
virtud que el amor se expresa a sí mismo.
Después de las apariciones
La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargo de conservarla sencilla, humilde y modesta. No le gustaban el bullicio ni la popularidad.
Pasaba como una mas, excepto por sus virtudes, por su
inocencia, su candor y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el mismo
año 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió
excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús.

La Virgen le dijo a Bernardette: "No te
prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo". Y estas
palabras de la Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo que
sufrir durante su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardette
era muy delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días
bien críticos con ataques de asma que muchas veces eran bien dolorosos.
Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero
no Bernardette. Un día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la fuente?.
Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?. Esta pregunta insidiosa pudo
haberse convertido en una tentación para Bernardette en no creer en la
aparición, pero ella no se turbó. Le respondió:
"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra.
Lo necesito"
¿Porqué tu más que otros?
-"El buen Dios solo lo sabe".
¿Regresas algunas veces a la gruta?
- "Cuando el Párroco me lo permite".
¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?
-"Porque todos me seguirían".
Antes habías ido aún cuando se te había prohibido.
- "eso fue porque fui presionada."
La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el
otro mundo, así que estas segura de ir al cielo.
- "Oh no, eso será solo si obro bien".
¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
-"Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario
que yo lo diga".
Últimos años en Lourdes
Bernardette no podía recibir en su casa el cuidado que
ella necesitaba para su frágil salud y el gran número de visitantes curiosos le
causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora del
Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña. Le dijo:
"Es con ustedes que la niña debe estar. Ustedes
pueden darle el cuidado que ella necesita en todos los aspectos".
En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers,
que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde
aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su consigna
de siempre: no llamar la atención de nadie. Aún cuando sus padres ya se habían
mudado de la cárcel y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades
de permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida pero sabía que
era por el bienestar de la niña.
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el
cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir
mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo a la
Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es
posible hacer algo con ella".
La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con
Bernardette diría: "Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor
perfecto y un corazón exquisito". Ella diría a la madre superiora:
"Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy inteligente y
asimila muy bien la doctrina que se le da."
Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad
de conocimiento elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una
niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien
le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a cuidar niños más
pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardette se
mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.
Uno de los niños diría mas tarde:
"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían que
nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que parecía otra niña jugando con
nosotros, que no nos hacía pensar tanto en su aventura milagrosa. Criados con
este pensamiento de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo
considerábamos tan natural como un niño de hoy día que ha visto al presidente
de la república".
Bernardette era completamente natural en su
comportamiento diario, sin embargo era muy seria tocante a su vida cristiana.
Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus
momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas
vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón.
Decía la Hna. Victorina: "La fiebre pasó
rápidamente y no dañó su profunda piedad".
La comunidad contaba con las oraciones de Bernardette.
Un día una religiosa, la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura y el médico le
mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa y le pidió a Bernardette que le
pidiera a la Virgen que la curara. Bernardette inmediatamente fue a rezar ante
la estatua de la Virgen en la capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?...
no sabemos nada más que al otro día el doctor encontró a la Madre Alejandrina
ocupada en su trabajo, como si nada hubiese pasado.
La vocación religiosa
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al
llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca Bernardette consideró en serio
el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le
presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue
difícil hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los
rigores del Carmelo.
Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su
diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela
de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación. El le preguntó
cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: "Señor
Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva"
Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una
religiosa como las hermanas a las que tan apegada estás?.
- "Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto
pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy
pobre y no tendría la dote necesaria".
No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer
una excepción a la regla y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos
claros de vocación".
- "Señor Obispo, sus palabras me han
tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas" .
Bernardette comprendía que una decisión como esta no
se hace sin consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con su
prudencia y le recomendó que se tomara su tiempo e hiciera su decisión con
completa libertad y sin apresuramiento.
En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre
Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado mucho para saber si estoy
llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es "sí". Yo
quisiera entrar en su congregación si soy aceptada. Permítame pedirle que le
escriba al Obispo".
En respuesta la superiora abrazó a Bernardette y sus
lágrimas de gozo fueron su afectuosa respuesta.
Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad
y la necesidad de tratar varios remedios retardaron la puesta en práctica de su
promesa.
En 1866 escribió: "Estoy mas presionada
que nunca a dejar el mundo. Ahora he decidido definitivamente y espero dejarlo
pronto".
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de
1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su
despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la
tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y en Julio 4 1866,
Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.
Antes de partir improvisa una oración tomando como
pauta el Magnificat: acción de gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige
directamente a María: "Si, Madre querida, tu te has abajado hasta la
tierra para aparecerte a una débil niña..Tu, reina del cielo y la tierra, has
querido servirte de lo que había de mas humilde según el mundo".
La religiosa, la Santa
Se va para comenzar su noviciado. Llegaron al convento
de las Hermanas de la Caridad de Nevers, el 7 de julio de 1866 en la noche. El
domingo Bernardette tuvo un ataque de nostalgia que le llevó a estar llorando
todo el día. La animaban diciéndole que este era un buen signo ya que su vida
religiosa debía empezar con sacrificio. En los anales de la Casa Madre se
lee:
"Bernardette es en realidad todo lo que de ella
hemos oído, humilde en su triunfo sobrenatural; simple y modesta a pesar de que
todo se le ha unido para elevarla. Ella ríe y es dulcemente feliz aunque la
enfermedad se la está comiendo. Este es el sello de la santidad, sufrimiento
unido a gozo celestial."
Hermana María Bernarda
Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la
maestra de novicias Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les
había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían tan
"ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad en ella. Su idea
de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia.
En el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo
P. Peach, profesor de teología dogmática en el seminario de Moulins, les dijo a
sus estudiantes:
"El testimonio llegó a esto, que Bernardette era
muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó si ella era fiel a las reglas, si
tenía que ser corregida por desobediencia o en referencia a la pobreza y
castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".
¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?; solo se
puede encontrar respuesta en que era parte de la Providencia Divina para la
santificación de Bernardette. De manera particular la Maestra de Novicias,
Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos
espirituales de Bernardette durante los 13 años que vivió en el convento. La
Madre María, quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica,
nunca fue capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con Dios, ni
tampoco su total abandono a los deseos de su divina voluntad, la cual formaba
su vida interior.
Bernardette, sin haber estudiado sobre la formas de
oración, pasaba horas en ella, recitando su rosario con gran fervor. Vivía en
unión perpetua con la Virgen Santísima y a través de Ella con Jesucristo.
"Bernardette estaba totalmente perdida en
Dios".
Al recibir el hábito de postulante, recibió su nombre
de religiosa el cual sería su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.
Profesión anticipada
Tres semanas después de haber recibido el hábito,
Bernardette enfermó de gravedad con un nuevo ataque de tuberculosis y tuvo que
ser puesta en la enfermería.
Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan
seria que el médico pensaba que su muerte era inminente.
La Madre Superiora llamó al Obispo y este le
administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el
Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardette
estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo de
pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación
unánime.
Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió
con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo Forcade quien presidió la
ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por medio de signos ya que no
podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a
punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud en las manos de la
Virgen.
La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana
siguiente en un estado de felicidad que ella declaró a su Superiora:
"Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la
profesión religiosa porque pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a
morir".
La Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta,
tú sabías que no ibas a morir y no nos lo dijiste. En este caso, si no has
muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo".
Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión
heroica, le respondió simplemente:
"Como usted desee, reverenda Madre".
Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar
este cáliz que el Señor le enviaba.
Su madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años y
esta fue una de las tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor
dijo al Señor:
"¡Mi Dios, tú lo has querido! Yo acepto el cáliz
que me das. Que tu Nombre sea bendito".
Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más
severamente y quizás más cruelmente que las otras novicias. Sus compañeras
decían: "No es bueno ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo y
veía en ello la mano de Dios.
Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el
nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese
momento fue teñida por una ruda humillación.
Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas
profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo:
"¿Y la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos que
hacer. Ella no es buena para nada". Y prosiguió: "Si desea, Señor
Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la enfermería". A lo cual el
Obispo consintió. La hermana Marie Bernard recibió el dolor de esta humillación
en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.
Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su
padre en 1871, 6 años después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a
quien no había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto en
la fe.
Una hermana la encontró llorando a los pies de la
estatua de la Virgen y cuando la hermana la iba a consolar ella le dijo:
"Mi hermana, siempre ten una gran devoción a la
agonía de nuestro Salvador. El sábado en la tarde le oré a Jesús en agonía por
todos aquellos que morirían en ese momento, y fue precisamente en el mismo
momento en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí el quizás
haberle ayudado".
Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones,
grandes y pequeñas se apilaban sobre ella y ella decía:
"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo
las palabras de nuestro Señor, "Soy Yo, no tengan miedo". El rechazo
y humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente agradezco a
nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que hará
desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago,
más crezco en el Corazón de Jesús."
A Bernardette se le concedió un gran regalo al
comienzo de 1874. Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba
mucho, pero sus fuerzas se diminuían.
Después de un ataque de bronquitis en el otoño de
1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil
para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo
físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual
ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de
sacristán.
Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar
mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin
supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que
nadie pensara que ella era extraña.
Manejaba todos los artículos sagrados con gran
reverencia. El corporal, los purificadores y las albas los trataba consciente
que Jesús Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía.
Por eso no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.
Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su
salud constantemente empeoraba. A partir de 1877 no es más que una inválida. Se
le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las prescripciones.
Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de
1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11
de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses
fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió
confianza, la paz del corazón y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y
desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más
amargo y su sufrimiento mayor.
También sufría mucho físicamente. La cama le causó
tener la espalda repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó.
Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por
un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese
sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el
profundo sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación.
A una hermana le dijo que iba a orar para que el Señor
le mandara consolación, ella le respondió: "No, no, no consolación,
solo fortaleza y paciencia".
Bernardette padeció su pasión durante la Semana
Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían
que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor. Al acabar un Ave
María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió.
Eran las 3:15 PM.
Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave
María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre
pecadora....pecadora...".
Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica,
situada en el centro del jardín del Convento y la que estaba dedicada a San
José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en Septiembre 22,
1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano.
El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero
intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925,
poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925.
Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933.
Y celebramos su fiesta el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de
abril.
Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas
visitado de Europa y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen
de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas
milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas
conversiones del corazón.
Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta
en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar
dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.
¡Santa Bernardette, ruega por nosotros!
Tomado
del Centro Católico de Evangelización SCTJM corazones.org